Se necesita constancia para ser un buen impresor, sostiene Ramón Durán
Desde sus inicios, en el taller de Vlady, ha colaborado con artistas como Rufino Tamayo, con quien trabajó la litografía de Hombre en rojo que obsequió a La Jornada para su arranque

Sábado 19 de abril de 2025, p. 2
Ser impresor de gráfica significa convivir con artistas famosos y talentosos. Ese ha sido el caso de Ramón Durán (Ciudad de México, 1968) desde que ingresó en 1983 al taller de litografía Kyron Ediciones Gráficas Limitadas, fundado por Andrew y Beatriz Vlady en 1972. Con el tiempo, Durán instalaría su propio taller, que lleva su nombre. La exposición Confluencias y transfiguraciones, el taller de Ramón Durán, montada en el Complejo Cultural Los Pinos, ofrece un panorama de la obra producida ahí.
Uno de los primeros famosos con los que trabajó Durán fue Rufino Tamayo, porque en Kyron el pintor oaxaqueño imprimió la edición litográfica de 100 ejemplares de Hombre en rojo (1984), obsequiada a La Jornada para financiar el proyecto periodístico a punto de ver la luz en ese entonces: “Ya había impreso algunas ediciones de Francisco Toledo cuando llegó Hombre en rojo. Asistí al impresor de su edición. La hicimos entre Sergio Ulloa y yo”.
Durán recuerda que “estuvo mucho tiempo allí presente el maestro Carlos Payán –director fundador de La Jornada–, y el maestro Tamayo, por supuesto. La cuestión era asistirlo en lo que se le ofreciera”.
–¿Tamayo solía trabajar en Kyron?
–Sí; antes de Hombre en rojo ya se habían realizado otras dos o tres litografías suyas, aunque de formato más pequeño. Fue el maestro Tamayo quien sugirió que se trabajara en Kyron la litografía para La Jornada.
Durán ingresó al taller de Andrew Vlady a los 15 años por la necesidad de pagar sus estudios para programador analista; es decir, en computación
. Al entrar en Kyron, y ver todos los procesos, las maneras, los entintados y las impresiones, me atrapó
. Ahí, el aún adolescente se percató de la disciplina, constancia y maestría que poesía Vlady en la cuestión de imprimir litografía
.
Sin embargo, Durán tenía que salir dos horas antes para atender sus estudios de computación: “Llegó el momento en que el taller se saturó de trabajo y el maestro Vlady me puso un ultimátum. ‘Necesito una persona de tiempo completo, porque el trabajo nos está rebasando. Tienes que decidir: la escuela o el trabajo’. Tras pensarlo el fin de semana opté por dedicarme al taller”.
Cuando Durán ingresó, aparte de trabajar con Toledo, también empezaron a imprimir para Leonora Carrington. Luego llegaron Gustavo Montoya y Alfredo Castañeda.
–¿Era el taller del momento?
–Exactamente, si no es que el único de producción que existía. Estaban la Escuela Nacional de Pintura, Grabado y Escultura La Esmeralda, la Nacional de Artes Plásticas y algún otro taller por allí, pero no eran de producción, sino particulares. El de Gráfica Popular seguía haciendo algunas cosas, pero había pasado su auge. Estaba Mario Reyes.
–¿Qué se necesita para ser buen impresor?
–Constancia, imprimir todos los días, desarrollar las técnicas, sobre todo en litografía, porque, a pesar de que parezca algo monótono, que aparentemente todo es igual, cada proceso es una experiencia diferente. Cada impresión, cada dibujo, cada artista son vivencias distintas. Lo que hace a un impresor es el conocimiento de solucionar en un momento dado equivocaciones o errores del artista, en composición, equilibrio, en las reglas que lleva un dibujo.
El verdadero impresor no puede ser sólo un operador técnico que resuelve una idea y una propuesta estética mediante fórmulas establecidas, escribe Fernando Gálvez, curador de Confluencias y transfiguraciones. Durán primero observa el estilo del artista y los materiales que suele emplear: “De allí empiezo a realizar estudios y a encontrar la mejor técnica que se pueda adaptar al estilo del artista, ya sea abstracto, figurativo, surrealista, equis.
Con base en eso, el artista me presenta un proyecto, aunque muchas veces llegan sin una fotografía o una pintura, porque quieren empezar de cero. Sin embargo, si me enseña el proyecto o la intención que tiene para realizar un trabajo, allí empiezo a proponer técnicas para que desarrolle mejor el modo de expresar su concepto.
Durán trabajó ocho años en Kyron, luego unos 12 en Artegrafías Limitadas, con Alejandro Ehrenberg. En una época laboró en Tiempo Extra Ediciones, de Emilio Payán. Luego impartió una docencia de cuatro años a través del Instituto Cultural de Aguascalientes.
Al regresar a la Ciudad de México montó su establecimiento. El Complejo Cultural Los Pinos cuenta con el taller Nación Gráfica y Durán coordina el área de litografía.
La exhibición Confluencias y transfiguraciones festeja los 18 años del taller de Durán. Incluye obra de 33 artistas, entre ellos, Daniel Lezama, Gabriel Macotela, Arturo Rivera, Alberto Castro Leñero, Gustavo Monroy, Éric Pérez, Flor Minor, Héctor de Anda, Irma Palacios, René Freire, Filogonio Naxín, Paulina Jaimes y Santiago Sánchez Santamaría. También se incluye obra realizada en el taller de Los Pinos.
La exposición permanecerá hasta el 18 de mayo en la Cabaña 1 del Complejo Cultural Los Pinos (Molino del Rey 252, Bosque de Chapultepec, Primera Sección).