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Migrantes esperan una oportunidad para transitar hacia la frontera norte

En un albergue en Chiapas hay sólo 100 personas por las medidas de Trump

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▲ José Gabriel, originario de Honduras, no continuó avanzando por temor al crimen organizado.Foto Édgar H. Clemente
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 28 de diciembre de 2025, p. 26

Tapachula, Chis., El hondureño José Gabriel pasó la Navidad sin trabajo, lejos de su familia y con una lesión en la rodilla, en la frontera sur de México, donde lleva más de un año estancado.

El hombre de 35 años llegó a Tapachula en mayo de 2024, en medio de la violencia del crimen organizado en la frontera con Guatemala, donde los migrantes pagan “derecho de piso” para ingresar a México.

Por temor a la delincuencia, José Gabriel decidió no avanzar al norte e inició un proceso de regularización confiando en obtener documentos que le permitieran llegar a la frontera con Estados Unidos antes de que el presidente Donald Trump llegara al poder, pero los trámites ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados se han hecho extremadamente difíciles.

“Ni porque ando así todo jodido (con muletas) me han ayudado con los papeles”, cuenta sentado a la orilla de una cama, pues debido a la lesión no puede sostenerse en pie.

Con dos hijos en Honduras, uno de 9 y otro de 13 años, José Gabriel sonríe como para no sentir la tristeza que le provoca estar a más de 800 kilómetros de su casa.

“No me siento tan bien, pero tampoco llorar es bueno, porque ya estamos acá y la familia se extraña bastante”, expuso el centroamericano.

Narró que hace una década intentó cruzar sin documentos a territorio estadunidense, pero en Piedras Negras, Coahuila, lo detuvieron agentes migratorios mexicanos y lo regresaron a su país. Sin embargo, tiene el propósito de seguir intentando llegar a la frontera con Estados Unidos, porque “mientras tenemos vida hay esperanza, existe la posibilidad de que salga algo bueno”.

A su vez, Francisco Axume Álvarez lleva un año viviendo en el albergue Jesús El Buen Pastor de Tapachula, donde le brindan alojamiento, asistencia médica y alimento, de lo contrario estaría en situación de calle ante la falta de un empleo que le permita pagar algún alquiler.

El salvadoreño de 58 años busca también por segunda ocasión una vida mejor en el norte. En 2024 salió de su país huyendo de la violencia y la difícil situación económica; llegó a Monclova, Coahuila, luego de una travesía de más de seis meses, pero fue detenido por el Instituto Nacional de Migración (INM), y aunque no lo deportaron sí lo regresaron al sur, primero a Villahermosa, Tabasco, y después a Tapachula, frontera con Guatemala.

“Ya se me hizo larga la espera, llevo un año, dando vueltas por las firmas en la Comar”, explicó el hombre, de oficio albañil.

Fiodalis Encarnación, de República Dominicana, decidió salir de su isla caribeña hace tres meses, pese al endurecimiento de las políticas migratorias en México y Estados Unidos, porque pagó la mitad del viaje y no había rembolso, además que en su nación los ingresos como enfermera geriátrica no eran suficientes para mantener a sus dos hijos, ni pagar el tratamiento que necesita por un padecimiento del corazón.

“El sustento era muy poco y no me alcanzaba, porque nunca eran trabajos fijos sino temporales”, cuenta la mujer de 37 años.

Ahora, sostiene, seguirá los procesos de regularización en México, para esperar cuanto sea necesario poder transitar rumbo al norte.

“Salí con la intención de mejorar, salir adelante y tratar de evolucionar económicamente”, agregó.

En el albergue Jesús El Buen Pastor hubo hasta mil 500 migrantes en diciembre de 2024, un mes antes que Trump asumiera el poder; ahora hay menos de 100 porque el endurecimiento de las medidas contra los migrantes ha desalentado el flujo, acotó Saturnino Thomas Zaperio, encargado del recinto.

De acuerdo con el Centro de Dignificación Humana AC, hay unos 40 mil migrantes varados en la frontera sur, y 18 mil buscan su regularización.

Sin embargo, los extranjeros han enfrentado un “muro burocrático” que los obliga a quedarse en esta región donde padecen explotación, carencias e incertidumbres, expresó Luis García Villagrán, coordinador de la asociación civil.

Añadió que México detuvo la migración hacia Estados Unidos, pero no ha cumplido con las ofertas laborales prometidas en los polos de desarrollo y la región sur “se ha convertido en una gran cárcel migratoria”.

García Villagrán sostiene que los migrantes no han perdido su objetivo de dejar México y cruzar la frontera, sólo lo han aplazado, pues muchos aún piensan en llegar así les lleve años, incluso esperar a la salida de Donald Trump y la posibilidad que las políticas migratorias sean más flexibles en la próxima administración.