os de los filmes más emblemáticos de la 78 Muestra Internacional de Cine que inició esta semana son: Sirat. Trance en el desierto y Nueva ola francesa. En alguna zona del desierto en Marruecos varios hombres colocan bocinas donde en breve sonará la música techno, trance, house y otros géneros afines para gozo de un nutrido grupo de “fiesteros” de rave de todas las edades y nacionalidades, en una secuencia de apertura hipnótica y fascinante como lo era a su vez, la escena inicial de Lo que arde (2019) anterior película del cineasta Óliver Laxe ambientada en una comunidad gallega donde un pirómano sale de prisión para iniciar una nueva vida al lado de su madre sólo para recibir rechazo e indignación.
El título de Sirât (2025) vigoroso relato franco-español premio del Jurado en Cannes y producido por Pedro Almodóvar para su compañía El Deseo, proviene de una palabra árabe que significa “camino”; para el Islam, se trata de un puente que enlaza el infierno con el paraíso y donde son separados los justos de los condenados, tal y como les sucede a los personajes de una obra tan incómoda como inquietante. Se trata de un poderoso filme a nivel de imágenes y políticamente cuestionable, tendiente al tremendismo y literalmente explosivo, centrado en un padre (Sergi López) y su hijo pequeño (Bruno Núñez) quienes buscan a la hermana de éste, extraviada en algún rave en el desierto entre drogas, tatuajes, música electrónica y una insurrección civil que el ejército del lugar intenta contener.
Sirat. Trance en el desierto, extraña mezcla de road movie, thriller, drama social, western y relato apocalíptico, propone en el imaginario referencias tan insólitas que van del ataque de Hamas en octubre de 2023 que diera inicio a la guerra en Gaza a obras fílmicas como Mad Max 2 (George Miller, 1981) o Las tortugas pueden volar (Bahman Ghobadi). Se trata de una experiencia asfixiante y emocionalmente sádica y devastadora en la que Laxe se empeña en maltratar al espectador y a sus personajes a quienes lleva a padecer horrores físicos y morales entre mutilaciones, accidentes absurdos y minas explosivas como una suerte de alegoría sobre la decadencia del mundo moderno donde las fronteras, la redención y las convicciones políticas o personales han dejado de tener sentido.
Sus historias realistas y poéticas, su estilo acelerado y cortante, intelectual y áspero, sus relatos que conmovían y creaban de manera natural una reflexión moral, convirtieron a la Nouvelle vague francesa en el mayor movimiento cinematográfico en el ocaso de los años cincuenta y la década siguiente. Los 400 golpes, de Francois Truffaut; Los primos, de Claude Chabrol; Ascensor para el cadalso, de Louis Malle; Hiroshima mi amor, de Alain Resnais; Cléo de 5 a 7, de Agnes Varda, y sobre todo, Sin aliento, de Jean-Luc Godard resultan títulos imprescindibles de la “nueva ola”. De hecho, ésta última, su ópera prima, le sirvió al temperamental cineasta para establecer una verdadera revolución utilizando no sólo una cámara hipermóvil y violentas elipsis narrativas, sino un estilo iconoclasta en suma personal y arriesgado.
Tal como lo conseguía en Boyhood: Momentos de una vida (2014), el realizador estadunidense Richard Linklater ha concebido en Nueva ola francesa ( Nouvelle vague, 2025) una melancólica y deliciosa épica de lo cotidiano. Un relato sensible, entretenido e inteligente sobre el devenir de la rutinaria filmación de una película de bajo presupuesto y sin expectativas a cargo de un director debutante, donde los detalles más simples se transforman en instantes cruciales y que terminaría por trastocarse en una de las obras fundacionales en la historia del cine.
Linklater dirige un filme que va más allá del homenaje, una historia que supura cinefilia y pasión por el detalle, en donde la mayoría de sus personajes son casi idénticos a los originales: Godard, Truffaut, Eric Rohmer, Jean Pierre Melville, el fotógrafo Raoul Coutard o las “estrellas” de Sin aliento: Jean Paul Belmondo y la actriz estadunidense Jean Seberg y más. Un filme cuyos temas esenciales eran: la aventura, la huida, el crimen, el pesimismo y su ausencia de redención en torno a la imposibilidad del amor en una narración dolorosa y romántica donde el pasado es un fardo.
Se exhiben en la Cineteca México.












