lovía, llovía. El lago crecía y desbordaba el bordo de Xochiaca, y charales olor a gas envolviéndolo. La Luna sobre el lago; enjambres de moscas sobre el lago alumbrado olas negras en organizado vuelo; aprendimos a tocarlas, ¿recuerdan?, sin matarlas. Cómo extraño el lago; cuando me hacías cariños en la mollera me llegaba tu calor, te quedabas con mis piojos en las uñas (adorabas tus uñas); te quedabas con mis piojos. Hoy aquí en el cerro citadino no hay lago, es la interminable montaña pelona.
Venimos del campo, ya vamos de regreso a la ciudad; nos empuja al campo otra vez, ya no cabemos, pero, ¿qué nos importa? ¡Vamos al tugurio! Estoy tan cálido. Me gustas mucho, quiero contigo, estoy enamorado de ti. Qué bonitas las olas negras ondular sobre el lago, zumbido que asemeja a Las cuatro estaciones de Vivaldi. Escuchar esa música silenciosamente, sin palabras, es baile de Pilar, y la castañuela es aserrar de carpinteros, de suave a lento, de grave a suave; la música te invade te inunda. Al decir adiós a nuestras casas en Chimalhuacán, qué bonito era Chimalhuacán, ¿verdad? El toque de sus artesanos al esculpir la piedra, canción de Patricia.
Es siniestro nacer derrotado sin pensamiento, sin conciencia, ubicado en el infierno más acá del lago de Texcoco, el lago de un viejo rey llamado Nezahualcóyotl, en las afueras de la antigua capital azteca. No hay que quejarse, a nadie le importa que no comas, que estés desnutrido, que comas tierra, que siempre estés atarantado por la canija hambre, ni que no tengas dónde enterrar a tus hijos muertos o abortados por la canijísima hambre. Debajo del lago quedaron los restos entre arañas, hormigas, moscas, charales. Cállate, sepúltate, apréndete la palabra muchas veces, mil veces, un millón de veces, un billón de veces, un billón de billones de veces, un trillón de trillones de veces; deja vivir en paz a los de las lomas de allá, tras lomitas, que vivan de acuerdo a la ley.
Nadie sabe si hay paz o hay guerra, si estás vivo o estás muerto; así que con tu hambre, mientras otros ríen, aunque por dentro tu hambre los llene de terror rumores y sacudidas estentóreas; sepúltate en el mezcal. El tequila canta canciones obscenas llenas de resentimiento, de abandono, de muerte, de protesta.
Sigue bebiendo mezcal, cubre los cadáveres de tus niños muertos por la desnutrición, cubre los cadáveres de los abortados, de los dedazos, de nalgas, de brazos, de dedos del pie, de cabezas; sigue abortando, sigue bebiendo mezcal, toneladas de mezcal; atarántate con el agüita que no emborracha, nomás taranta; échales tonelada media de tierra para que no se levanten; sigue chupando mezcal, para que eches mucho vaho, no vayan a caminar de todos modos los de las lomas de atrás; están vivos, pero tienen miedo, mucho miedo, por eso ríen a carcajadas, viven en carnaval brasileiro permanente, ven con malos ojos a los que no celebran; a esos melancólicos peligrosos hay que aislarlos en el lago, en el manicomio, en la cárcel; jódete y aguanta con tu huelga de hambre impuesta; jódete, no lo hagas al ciento. Contempla el lago, sus olas negras como pelo negro rizado con enjambre de moscas que se deslizan, van y vienen, le dan la apariencia de un mar embravecido en noche de rayos; tormenta de un mar negro, muy negro, un lago negro, muy negro, quieto ondulado; siempre las mismas moscas que ya aprendieron el ritmo del viento, del lago que absorbe todos los cadáveres de guerra no declarada de época de paz, castigo para los del lago. Tú que ya estás en el infierno, aún no estás muerto o sí lo estás y no te das cuenta, porque Neza es el infierno; no puedes cargar con tu dolor, te pesa mucho tu dolor, te avienta; tu propio dolor te ataranta, tu dolor es un dolor que ya no duele, por eso seguro no estás vivo, estás muerto, estás en el infierno por culpa de tus obscenidades, esposas seducidas, incluso las de tu familia; sí, claro, por eso estás en el infierno, por eso no trabajas ni dices cosas bonitas, ni usas perfumes que huelen a hierbabuena, ni viajas, ni sabes hacer el amor.