De Eddie Palmieri no se ha dicho todo
uando Eddie Palmieri apareció con La Perfecta en 1960, Nueva York vivía un ambiente musical esplendido. Una época prodigiosa para la música popular caribeña, con el auge de la música cubana en toda plenitud; era como si todos los rincones tuvieran congas y timbales y los salones de baile, y bares de la Gran Manzana“sufrieran” eseembrujo.
Las orquestas de Tito Rodríguez y Tito Puente dominaban la escena, mientras La Duboney de Charlie Palmieri y la Charanga de Johnny Pacheco navegaban en aguas calmadas del chachachá y pachanga.
Eran tiempos también de experimentación y el bugalú de Joe Cuba y el jala jala de Ricardo Rey surgían de la mixturación del rock y soul con la música latina. Palmieri, atento a todo eso, abría caminos con un sonido diferente que conectaba su carrera con el boom salsero y el jazz.
En esa alternancia de conceptos entraba y salía con naturalidad. Así, mientras producía grandes éxitos con La Perfecta, como Ajiaco caliente, Sujétate la lengua y Estamos chao, trabajaba con Carl Tjader, reconocido compositor y vibrafonista jazzero, en ideas novedosas de las que resultaron dos álbumes: El sonido nuevo (66) y Bamboléate (67).
Con La Perfecta abrió camino de lo que sería una carrera musical de excelencia con álbumes sorprendentes y presentaciones volcánicas. A sus piezas les agregó mensajes políticos y transformó su repertorio en un mazacote subversivo de solos disonantes contrastados con temas bailables.
En la primera etapa de La Perfecta contó con la colaboración de Barry Rogers, trombonista y arreglista proveniente del jazz a quien había conocido en uno de esos clubes de Manhattan donde frecuentemente se daban jam sessions.
El encuentro fue “simbiótico”. Tanto Eddie como Barry compartían no sólo el mismo gusto por el jazz y los géneros caribeños, sino que ambos pensaban armónicamente. Eddie siempre acreditó a Barry de haberlo expuesto a una tremenda variedad de nuevas ideas musicales, particularmente al jazz de los años 60, mientras él lo embulló en la música cubana de los 40 y 50 y muy especialmente la de Félix Chapottín.
La primera idea orquestal que tuvo en mente Palmieri fue la de un conjunto con trompetas, trombones y base rítmica cubana, pero, por la influencia de Barry, cambió a trombones porque ese sonido no sólo era revelador y nuevo, sino explosivo. Así, con esa estructura, a la que su hermano Charlie bautizó como “trombanga”, se metió al estudio de grabación pergeñando su primera producción Eddie Palmieri y su Conjunto La Perfecta (1961) para el sello Alegre. Su segundo álbum, El Molestoso, siguió la pauta del primero, apegándose a la tradición musical cubana, arreglos portentosos de Rogers y un estilo en el piano nacido de la admiración por McCoy Tyner.

Luego, catapultaron álbumes como Lo que traigo es sabroso (Alegre Records, 65) que contiene los temas Te quiero, te quiero y Verdad amarga; Straight Ahead (Tico, 64), que destaca los éxitos Café y Mi Jeva; Molasses ( Tico, 67), en el que se encuentran Tirándote flores y Melao pa’l sapo, corte en el que incorpora un nuevo ritmo conocido como mozambique, creación del percusionista cubano Pello El Afrokan.
En 1968 lanza Champagne, un álbum de transición durante una época de rápidos cambios sociales que marca la transformación del mambo a la salsa en la ciudad de Nueva York. Ese año, por descontentos en la orquesta, Eddie Palmieri desmantela La Perfecta y empieza un periodo de luchas debido a problemas personales y profesionales de los cuales logra salir.
Así, en 1969 presenta Justice (Tico) el cual contiene la semilla de lo que serían los preludios libres al piano de sus futuras creaciones e interpretaciones como se presentan en Superimposition (70), En Vámonos pa’l monte (Tico, 71) se destaca la presencia, como invitado, de su hermano mayor Charlie Palmieri, quien aparece como organista en el tema homónimo al álbum. El gigante de las teclas, como se le conoció a Charlie, fue luz, guía y ejemplo a seguir de Eddie. Siempre lo reconoció como su influencia: “Yo sólo soy un hombre que toca el piano… el verdadero pianista es mi hermano”, decía con admiración.
A la salida de su cantante habitual, Ismael Quintana, quien después de haber trabajado 10 años en la orquesta firmó como solista en la Fania Records, Eddie viajó a Puerto Rico en busca de una voz que le resolviera el problema y encontró a Lalo Rodríguez, un jovencito de apenas 16 años que a pesar de su juventud se acopló a las exigencias del pianista grabando The Sun of Latin Music (MP Records, 73) el álbum ganador del primer Grammy americano para la salsa que entre otros memorables temas contiene Nada de ti y el superéxito Un día bonito, que dura 14 minutos. Toda una bronca para el medio radiofónico que permitía hasta 2 minutos 45 segundos en su programación, por lo que se negaron a transmitirla, a reserva que Palmieri le acortara. Rebelde como era, el maestro no permitió que las dinámicas del mercado dieran la pauta a su proceso creativo y los mandó al diablo sin importarle el veto.
Eso le valió el respeto y reconocimiento de sus pares y del público que poco a poco se fueron convirtiendo en fanáticos de su música. De ahí en adelante Eddie Palmieri siguió haciendo temas largos y revolucionarios.