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Bajo escucha
E

l título de un fascinante libro del filósofo y musicólogo francés Peter Szendy no podía ser más preciso… ni más inquietante: Bajo escucha. Estética del espionaje. La narración de Szendy inicia con la afirmación de que el espionaje ha estado presente desde siempre en la historia política de la humanidad, y remite su primer ejemplo al notorio estratega chino Sun Tzu. Después, refiere la historia de cómo el espionaje fue la clave para que las legendarias trompetas bíblicas abatieran las murallas de Jericó. Desde muy temprano en su libro, Szendy establece un llamativo paralelo entre el oficio del espionaje y el de la prostitución, y procede a ejemplificar algunos de sus puntos de vista con punzantes referencias a Shakespeare y a ciertos argumentos operísticos.

En el centro del discurso de Szendy está su tesis de que, así como Jeremy Bentham inventó el panóptico carcelario (te vigilo a ti y a todos, y ni tú ni nadie sabe que los vigilo), hoy en día vivimos bajo la ¿sombra, tiranía? de un panacústico, es decir, de un entorno en el que no sólo nos ven integralmente, sino que también nos escuchan del todo; la ubicua presencia de cámaras y micrófonos de todo tipo en la sociedad moderna le da la razón al autor.

Peter Szendy dedica un tramo de su libro a considerar los recursos técnicos y narrativos del cine como un buen ejemplo de su teoría sobre la vigilancia y la escucha total; aquí, el filósofo y musicólogo repasa algunas instancias particulares del cine de Lang, Hitchcock, Coppola, Tony Scott, Wilder, Lynch, Spielberg y De Palma. La relación que establece el escritor entre esos recursos fílmicos y los de la ópera es muy pertinente, y a la vez entretenida. Hay un énfasis particular en el entorno paranoico de esa sólida película que es La conversación (1974) de Francis Ford Coppola, cuyo centro narrativo adquiere hoy una actualidad espeluznante. Si el fondo de este libro es muy atractivo, su forma no lo es menos: Szendy se vale continuamente de muy eficaces neologismos, aliteraciones y juegos de palabras que, venturosamente, funcionan muy bien en su traslado del original francés al castellano, gracias a la inteligente traducción de Pedro Hugo Alejandrez Muñoz, quien también consigue logros importantes con palabras y expresiones originales en lengua inglesa.

Involucrado continuamente con las relaciones estrictamente musicales del fenómeno de la escucha, Szendy hace un alto en su camino para analizar a fondo las últimas páginas de la magistral ópera Wozzeck (1925) de Alban Berg (1885-1935), a cuyo personaje titular compara con una especie de Orfeo de la modernidad. Notablemente, el autor cita y glosa a pocos músicos en este texto suyo sobre la audición (Mozart, Monteverdi, Furtwängler, Herrmann), pero lo hace con evidente conocimiento de causa.

No podía faltar en un texto de esta naturaleza la presencia de Theodor W. Adorno, a quien mucho le ocupaba y preocupaba el fenómeno de la escucha en sus diversas facetas. En particular, Szendy menciona un destacado texto de Adorno titulado Sobre la utilización musical de la radio, que debiera ser lectura obligatoria (sí, cómo no) para quienes programan música en nuestras frecuencias de radio. Si Adorno pudiera asomarse al espectro radiofónico mexicano, sin duda se horrorizaría. Además de las referencias ya mencionadas, Szendy alude puntualmente y con eficacia al pensamiento de autores tan diversos como Nietzsche, Barthes, Freud, Foucault, Deleuze, Schenker, Chion, Kafka, Leroux, Mann y Borges, logrando una especie de red coral de pensamiento sobre los temas (de urgente actualidad) que aborda en su libro. El autor reconoce de modo explícito a este libro como un homenaje al filósofo franco-argelino Jacques Derrida, a quien dedica el epílogo de su texto.

La lectura atenta de Bajo escucha. Estética del espionaje deja la impresión de que, al parecer, ese estado de vigilancia continua, la conjunción perfecta del panóptico y el panacústico que preconiza Szendy, ya llegó, ya está aquí. Está en los miles de cámaras de seguridad que tanto presumen las autoridades; está en el pernicioso spyware llamado Pegasus que todos compran y todos usan, pero que nadie reconoce. Y ciertamente, el panóptico-panacústico es ya omnipresente en la esfera mediática y en el ámbito político, y ha comenzado a invadir también el entorno de lo privado. ¡Qué miedo!