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“La música electrónica democratiza el espacio público”: Ramiro Puente

El productor y diyéi abrirá la fiesta para despedir al 2025 en Paseo de la Reforma

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▲ Los beats de Ramiro Puente han sonado en clubes de toda la República y varias partes del mundo, así como en los festivales Love Parade Alemania y México.Foto Eider Cardero
 
Periódico La Jornada
Martes 30 de diciembre de 2025, p. 8

Ramiro Puente es un “ailurofílico empedernido”. Pero, además de ser papá de nueve gatos, es, desde hace muchos, un emblema de la música electrónica en México.

Es productor y diyéi, y también ha sido engrane de la industria por muchos años en el escritorio: representante de empresas internacionales relacionadas con la música como Abbey Road y Native Instruments, en América Latina.

Antes de llegar a eso, recorrió el país entero y partes del globo llevando sus sonidos, primero por medio de sintetizadores y tornamesas de viniles y luego con los llamados players (donde suenan los cedés) y con el traktor, software profesional de diyéi diseñado para mezclar música digital.

Ramiro ha compartido cartel con Paul van Dyk, Armin Vin Buren o Tiesto. Sus beats han sonado y resonado en clubes (como el famoso Tresor en Berlín) y festivales como el Love Parade de Alemania, que reunió a un millón y medio de asistentes, y el Love Parade en México, que atrajo a 200 mil personas (en tres ocasiones). Desde el inicio de su carrera en 1998, Ramiro Puente no se limitó a un solo estilo, exploró una amplia gama de sonoridades y géneros de la electrónica.

Ramiro abrirá “la fiesta electrónica más grande del mundo”, como calificó la Secretaría de Cultura de la CDMX a su acto para celebrar el fin de año. Es decir, cuando Paseo de la Reforma se transforme en una gran pista de baile a cielo abierto para despedir mañana al 2025. “El cartel es de un acto de música electrónica familiar, diverso”, comenta a La Jornada.

Cuenta a este medio que, “a un acto de este tamaño no podía decir que no”. El comentario es porque él estaba invitado para participar desde hace meses, pero en las recientes semanas se sometió a una intervención quirúrgica que le hizo lo que el viento a Juárez. Tenía que estar arriba de la tarima porque es “un proyecto por el cual llevo más de 20 años peleando. Soy creyente de que la música electrónica en el espacio público es un ejercicio que la democratiza”.

El creativo también ha sido activista cultural desde adolescente. Se metió de lleno en la campaña de Cuahtémoc Cárdenas en 1994 para ganar el gobierno en la ciudad. Luego, apoyó, desde su trinchera, a Andrés Manuel López Obrador en 2006 y 2012 (pese a que éste, siendo alcalde de la CDMX, les canceló una fiesta masiva, gratis, en 2002).

“Quiero jugar a eso”

Su historia, comparte, se inició siendo un niño. Su amor por la electrónica comenzó como a los seis años escuchando, junto a su papá, la música de Jean Michel Jarré o Vangelis. Se decía: “esto suena distinto”.

Se cuestionó: “¿qué está pasando? Esto no suena a rock”. Luego descubrió a agrupaciones como Depeche Mode y supo que había instrumentos no convencionales con la capacidad de “ofrecer sonidos que nunca habíamos escuchado, lo que me voló la cabeza... Quiero jugar a eso”. Aún sigue recogiendo los fragmentos de su cabeza por esa explosión-implosión, que le han servido para crear tracks originales y remixes que han sido lanzados bajo sellos destacados del género.

Perteneció a algunas bandas de rock, pero siempre con un amor por “los nuevos, enigmáticos y atmosféricos sonidos que acabaron barriéndome, desde el estómago hasta el cerebro”.

Asevera: “cada vez que prendo un sintetizador me redescubro, porque no es sólo la emulación de los sonidos analógicos, sino también la creación de otros que nunca habías imaginado, usando gránulos de samplers o motores de síntesis. Los límites que tiene la tecnología para generar sonidos aún no los hemos visto, como tampoco los límites que tiene la creatividad, y eso viene en paralelo con lo actual de la inteligencia artificial, que puede generar canciones completas que se parecen a algo, pero no le puede dar la sensibilidad de un artista, y sobre todo, no puede dar la aleatoridad de una ejecución humana.”

Siendo parte del inicio de ese movimiento electrónico en México, en los albores de los años 2000, se le pregunta si ha cambiado el estigma que se tenía sobre los llamados raves, que eran considerados por mucha gente como reuniones para drogarse, para ser libertino.

“Las drogas están en todos lados; hasta en los conciertos de regional o en los partidos de futbol. Ahí lo que se tiene que aplicar son políticas públicas para concientizar sobre el abuso. Los cambios que he visto de aquellos tiempos en los que teníamos que corretear a las autoridades para que dieran permisos, a la fecha, da para mi comentario sobre que el gobierno no es monolítico; que mientras había autoridades que te cerraban la puerta, había otras que las abrían. En el caso de 2002, la desafortunada cancelación de Love Parade por presión de ciertas autoridades se eclipsó por el apoyo que recibimos de la Secretaría de Cultura y de la alcaldía Cuauhtémoc, en ese entonces dirigida por José Alfonso Suárez del Real, quien brindó apoyo porque consideraba, como lo dictan las leyes, que la cultura es un derecho y eso basicamente fue el gran paso que dimos. Poder, como ciudadanos, hacer uso del espacio público”.

Una de las ventajas de los gobiernos progresistas, considera el diyéi, “es que la intolerancia se ha reducido. Aunque no podemos decir eso con algunos institutos que podrían ser más tolerantes con los jóvenes. La política cultural que ha tenido la Ciudad de México contrasta con este comportamiento que tiene, por ejemplo, el Instituto de Verificación Administrativa, que podrían ejecutar llamadas de atención pero no clausurar, y no dejar fuera a toda la gente que pagó su boleto. Ha habido un avance y ahora hay espacios donde pararnos sin que haya discriminación. Pero sigo pensando que hay instancias que tienen que ser más tolerantes a la hora de ejercer su labor”.

Auge del género

Recuerda que fue curador del cartel de Tierra Beat, en el que seleccionó a artistas incipientes. “Se detuvo con la pandemia, no pudimos continuar y ahora que surge esta oportunidad del gobierno de dar espacio a la electrónica es un paso, como lo puede ser, después, considerar a la música electrónica –como han hecho otros países como Francia y Alemania– como ‘patrimonio cultural’”.

Comenta que en estas fechas “a nivel mundial, la música electrónica es uno de los géneros más escuchados y es parte importante de la cultura en México, donde cada noche hay dos o tres actos. En la Ciudad de México hay más de 10 lugares; hay festivales todo el año en todo el país”.

Afirma que la escena mexicana es importante: “artistas de América Latina vienen a tocar acá, y hay mexicanos que tocan en otras partes del mundo.”

Sigue expresando su emoción por estar arriba de la tarima. Ahora hará un set de su estilo preferido: el trance; lo hará con una computadora y su traktor, con piezas originales de él y de otros artistas internacionales.

Rememora: “hace 23 años, recuerdo que íbamos en los tráileres tocando arriba de éstos rumbo al Zócalo (cita del rave) y al llegar era una emoción indescriptible. Este año, con algo estructurado, no deja de ser emocionante. Aquella vez fue algo político-cultural donde tomamos el Zócalo y ahora reiteramos nuestra presencia en la calle”. En esa ocasión, en el camión tocaron con los players de cedés porque las tornamesas (brincaban) mucho. Ahora la producción es distinta a hace 20 años. Hay más tecnología, pero igual se disfruta el hermanarse, recibir al año nuevo bailando”.

Ramiro Puente tocará a las 18 horas un set de trance “de una perspectiva distinta a hace unos años”.

Además de él, participarán: MGMT DJ Set, ARCA DJ Set, Kavinsky, Mariana Bo, 3BALLMTY, VEL y Jehnny Beth… y a sudar en frío de las 6 de la tarde hasta las 2 de la madrugada del primer jueves de 2026.