elipe Ángeles Ramírez es uno de los militares revolucionarios más importantes de la Revolución Mexicana y una de las mayores glorias del Colegio Militar. Fue uno de los jefes militares más cercanos a Francisco I. Madero, y dentro de la poderosa División del Norte villista el más brillante general de artillería de los ejércitos revolucionarios.
Felipe Ángeles, cuyo padre fue un coronel republicano que combatió al ejército estadunidense en 1847 y después luchó contra la intervención francesa, nació en Zacualtipán el 13 de junio de 1869. Cuando tenía 14 años, ingresó becado al Colegio Militar en la Ciudad de México. Seguramente en la elección de esta carrera influyó el ejemplo, la educación en el hogar, la disciplina y amor por la patria que le enseñó su padre. Desde niño y en su adolescencia, mostró un carácter introspectivo, reservado, taciturno, reflexivo, con una gran afición por la lectura. Era un mestizo, con sangre indígena en sus venas y gran capacidad de observación, como lo prueban muchos de sus escritos.
El joven Ángeles fue un alumno muy destacado. Obtuvo las más altas calificaciones. Egresó del Colegio Militar en 1892, con el grado de teniente de ingenieros. Su sólida y reconocida formación académica, sobre todo en matemáticas y física, le valieron para que se le asignaran las cátedras de matemáticas, mecánica analítica y balística interior y exterior en su alma mater.
Vito Alessio Robles, compañero de Felipe Ángeles, describió así al joven militar de esos años de fines del siglo XIX:
“Conocí al después general Felipe Ángeles el 14 de enero de 1898. El que esto escribe era entonces alumno de la Segunda Compañía del Colegio Militar de Chapultepec. Su nombre era un orgullo para el Colegio Militar. Estaba rodeado de una aureola de prestigio y de leyenda. Inspiraba respeto y simpatía. Se le consideraba como el oficial más inteligente y culto del ejército, era además, un atleta vigoroso y ágil, un excelente gimnasta y un consumado caballista. Se imponía por su saber y por su fuerza física y moral. Sin embargo, la característica que más se destacaba en aquella varonil y simpática figura, era la modestia, una gran modestia.”
Al comenzar el nuevo siglo, fue comisionado para supervisar en Francia el material de artillería que había comprado el gobierno de México en ese país. En 1904, sus méritos y servicios le valieron el ascenso como teniente coronel técnico de artillería. Cuatro años más tarde ascendió a coronel y fue nombrado director de la Escuela de Tiro. Ese mismo año se creó la Escuela Militar de Aspirantes, proyecto apoyado por el general Bernardo Reyes, quien había sido secretario de Guerra unos años antes para regresar a gobernar Nuevo León, desde donde controlaba para el gobierno de Díaz la región del norte y noreste del país.
La Escuela de Aspirantes ofrecía una educación militar técnica básica a los alumnos, que cursaban en tres semestres los fundamentos del manejo de armas. En esa escuela, Ángeles fue profesor de teoría y práctica de tiro. No obstante, aunque era un buen proyecto, para él, desde el punto de vista académico no se comparaba con la formación que daba el Colegio Militar, equivalente al bachillerato y a una carrera universitaria.
Se atrevió a publicar en el periódico El Diario un artículo en el que afirmó que “la instrucción adquirida por los aspirantes en sus tres semestres de estudios, podía ser repasada por un alumno de años superiores del Colegio de Chapultepec, durante una sobremesa”. Proponía reformar el sistema educativo militar.
En una institución caracterizada por el respeto a la institucionalidad, una opinión pública como ésa, a pesar de sus buenas intenciones, no podía ser entendida sino como un acto irresponsable que merecía un castigo. Y, en efecto, así ocurrió. Se le arrestó ocho días.
En marzo de 1909, se le envió nuevamente a Francia, para estudiar en la Escuela de Fontainebleau y en Mailly. Al decir de algunos, por presiones del general Manuel Mondragón, uno de los más influyentes jefes del ejército, para que no obstaculizara –como ya lo había hecho antes–, la compra de material de guerra del ejército, pues Ángeles era miembro del comité de adquisiciones.
Mondragón se había enriquecido en esas compras y estaba en trámite una compra de cañones a la fábrica alemana Krupp. Según Friedrich Katz, en ese nuevo contrato Mondragón había inflado 25 por ciento el costo de la adquisición.
Mientras Ángeles cumplía su comisión, estalló la Revolución Mexicana. Leyó con preocupación las noticias que llegaban a Europa. El 24 de noviembre de 1910 pidió permiso para regresar a México: “Deseo compartir la amargura común y espero que se me llamará y se utilizarán mis servicios en el ejército con un mando de tropas”, escribió. Se le contestó que no era cierto lo publicado en Francia, que el país estaba en calma. Si algo ocurría, se le llamaría.
No se le llamó. En seis meses, el régimen porfirista fue barrido por una revolución popular masiva, en la que múltiples bandas guerrilleras rebasaron la capacidad de respuesta del viejo ejército porfirista, incapaz de aplastar una rebelión rural con gran movilidad e iniciativa. Los jefes y oficiales del ejército demostraron su incompetencia. Ángeles regresaría cuando Madero era ya presidente. Se hicieron muy amigos. El presidente demócrata lo hizo director del Colegio Militar, con la misión de reformarlo.
* Director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.












