Muestra en el Museo Nacional de Arquitectura que conjunta la visión de Mario Pani y el ojo fotográfico de Guillermo Zamora
Domingo 14 de diciembre de 2025, p. 3
Con Quimeras modernistas, el Museo Nacional de Arquitectura se ha convertido en el escenario de un diálogo revelador entre dos referentes del siglo XX mexicano: la mente urbanística de Mario Pani y el ojo fotográfico de Guillermo Zamora Serrano.
Esta muestra temporal, abierta desde ayer y hasta el 3 de mayo de 2026, ofrece una mirada profunda al proyecto de modernidad que reconfiguró al país tras la Revolución Mexicana, “un sueño colectivo” expresado en concreto y capturado en nitrato de plata.
En ella se reúnen 60 reproducciones fotográficas en mediano formato, así como ocho fotomurales, en su mayoría en blanco y negro, además de un video, con el propósito de configurar un monumental tríptico de quimeras.
Las primeras son las del Estado posrevolucionario mexicano, luego las del fotógrafo Guillermo Zamora y, finalmente, las del arquitecto y urbanista Mario Pani, explicaron Lizeth Saldívar, directora nacional de Patrimonio cultural del Tecnológico de Monterrey, y Rocío Guerrero, curadora del proyecto.
“Los gobiernos posrevolucionarios se dieron cuenta de que la manera de generar este nuevo México era a través de la educación, pero sobre todo de la cultura”, señaló Guerrero en un recorrido para medios de comunicación.
“Le pusimos ese título (a la muestra) porque primero es una utopía, una idea, y aquí vemos sus realizaciones y sus procesos. Tenemos al arquitecto responsable de la mayor parte de la modernización de México y al fotógrafo que llevó ese registro gráfico durante más de 40 años.”
La muestra ocupa todo el Museo Nacional de Arquitectura, ubicado en el tercer piso del Palacio de Bellas Artes. Es un periplo dividido en tres secciones en el que Mario Pani (1911-1993) emerge como el gran ordenador de ese sueño posrevolucionario, toda vez que su obra es sinónimo de la transformación urbana del México moderno, afirmaron Saldívar y Guerrero.
Las imágenes no sólo presentan sus icónicos edificios en la Ciudad de México –como el Conservatorio Nacional de Música, la Torre Banobras o los realizados en el campus central de Ciudad Universitaria–, sino también su visión integral.
“Era fundamentalmente un urbanista: se metía a hacer una ciudad o poblaciones”, apuntó Guerrero, quien resaltó que uno de los ejes rectores de la filosofía de ese arquitecto fueron el “ocio y la calidad de vida” como derechos modernos.
Sus conjuntos habitacionales innovaron al incluir albercas, guarderías, lavanderías, áreas verdes y gimnasios, detalló. “Son viviendas sociales planeadas por primera vez para darle calidad de vida a la gente”.
Además, agregó, fue pionero en la “integración plástica”, al colaborar de forma estrecha con muralistas como José Clemente Orozco y, sobre todo, Carlos Mérida, cuyo trabajo decorativo se integraba a la vida diaria de los habitantes, como ocurrió en el Multifamiliar Benito Juárez, que colapsó en el terremoto de 1985.
Si Pani construía sueños, Guillermo Zamora (1915-2002) los inmortalizaba con su cámara. Este creador se especializó en fotografía arquitectónica, pero con una sensibilidad de pintor, al formarse como artista plástico en la Academia de San Carlos, aclararon las especialistas.
Tal hecho, agregaron, le permitió una versatilidad que lo llevó a documentar también el trabajo de otros grandes artistas, como Diego Rivera, Frida Kahlo y David Alfaro Siqueiros, consolidándose como un cronista esencial de la época.
“Sus fotografías son muy cinematográficas”, apuntó Guerrero. “No sólo retrata edificios, sino quimeras, utopías y la vida que habitaba esos espacios”.
La peculiaridad de su mirada se hace patente en imágenes que muestran desde poéticos puntos de fuga en construcciones monumentales hasta instantes íntimos de los residentes disfrutando de los nuevos espacios comunitarios.
Así como da cuenta de algunos proyectos que no se realizaron –como un plan de urbanización que comenzaba en la Glorieta de la estación Insurgentes del Metro y llegaba hasta la glorieta de Cuauhtémoc en Paseo de la Reforma–, la exposición también incluye un apartado sobre la faceta turística de la modernidad, destacando el trabajo de Pani en Acapulco –como el Club de Yates, el condominio Los Cocos y el antiguo aeropuerto–, que ayudó a forjar la identidad de ese destino en su época dorada.
Quimeras modernistas es posible gracias al Tec de Monterrey, a partir de su Archivo Mario Pani, inscrito en 2016 en el Registro de Memoria del Mundo de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.












