Opinión
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Hablemos de pirámides
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ías atrás, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) convocó al semillero “De pirámides, de historias, de amores y, claro, desamores”, a realizarse entre el 26 y el 30 de diciembre en el Centro Indígena de Capacitación Integral (Cideci), San Cristóbal de las Casas, Chiapas. La convocatoria aclara que se trata de abordar las pirámides no sólo en el sistema capitalista, sino también en “los movimientos de resistencia, las izquierdas y el progresismo, los derechos humanos, la lucha feminista y las artes” (https://goo.su/UB0vYT).

Me parece sumamente importante esta nueva convocatoria, al igual que las anteriores, porque en los movimientos el debate riguroso y profundo es casi inexistente, cuestión que contrasta con el empeño del EZLN de reflexionar a la vez que resisten, y mientras van creando nuevos mundos que ya no son capitalistas. Riguroso no es sinónimo de académico o de incomprensible para la gente común organizada que resiste. Este es un aspecto central: no se reflexiona y analiza para obtener certificados ni ascensos, sino para fortalecer las resistencias, para hacerlas más lúcidas y responsables.

Un aspecto notable de la convocatoria consiste no sólo en debatir sobre las pirámides de arriba (aunque no utilizan este término), sino las “nuestras”, las que se van creando en las organizaciones que resisten al sistema. Sobre las primeras, se habla mucho; sobre las segundas, nada. Sólo el zapatismo tiene la voluntad y el valor de ponerlas a discusión. En el pensamiento crítico y en los movimientos revolucionarios, los errores y los horrores se suelen atribuir a personas (como Stalin en la Unión Soviética), pero no se ponen en cuestión estructuras como las pirámides, que inspiran tanto a los partidos como a los sindicatos, pero a menudo también a quienes luchamos contra el sistema.

Si sólo hablamos de las pirámides del capitalismo (el Estado, los cuerpos policiales y la justicia, etcétera), dejamos por fuera nuestras desviaciones y errores, lo que sería demasiado cómodo y poco útil. Lo cierto es que todas las revoluciones han construido pirámides que, como dijo Immanuel Wallerstein, fueron adecuadas para derrocar a las clases dominantes, pero pronto se convirtieron en obstáculos para crear los mundos nuevos. “El error fundamental de la fuerzas antisistémicas en la era anterior fue creer que la estructura era más eficaz cuanto más unificada” ( Después del liberalismo, p. 247).

Desde hace un tiempo sabemos que desde los vértices de las pirámides se han reconstruido nuevas clases dominantes posrevolucionarias, que impidieron la construcción de mundos no capitalistas y establecieron regímenes autoritarios que fortalecieron los Estados-nación.

Un mérito mayor del EZLN consiste en aterrizar estos debates en la experiencia propia, en lo sucedido durante dos décadas en los espacios autónomos como las juntas de buen gobierno, cuestión que ya plantearon de forma clara y abierta en el mes de agosto en el encuentro “Algunas partes del todo”, en el semillero de Morelia. En aquel momento escribí que una autocrítica pública y hecha desde abajo era “un hecho absolutamente nuevo entre los movimientos que luchan por cambiar el mundo” y que de ese modo los zapatistas nos muestran “caminos que nunca antes había recorrido ningún movimiento, en todo el mundo, en toda la historia” (https://goo.su/devW7XR).

Hoy no sólo cabe reafirmar esa percepción, sino comprobar que los zapatistas plantean un desafío nuevo, como es abordar las pirámides que creamos abajo. No es algo menor, ya que supone mirarnos al espejo para descubrir los modos opresivos que vamos creando al pretender cambiar el mundo.

El desafío es tan importante como complejo. No creo que se trate de señalar con el dedo a quienes construyen pirámides, sino de razonar y explicar los problemas que conllevan, con base en una experiencia histórica de más de un siglo desde la revolución rusa y de un siglo y medio desde la Comuna de París. Fue a partir de su derrota cuando el movimiento revolucionario comenzó a construir aparatos políticos centralizados y jerarquizados: los partidos políticos. Hasta ese momento, la lucha se sostenía en una galaxia de organizaciones poco piramidales, algo caóticas ciertamente, pero no por ello menos combativas.

Hemos llegado a un punto en el cual sólo se considera como verdadera organización a los aparatos burocráticos y jerarquizados, o sea, instituciones que se inspiran en las pirámides estatales para reproducirlas simétricamente. Ahora vemos que esos aparatos son completamente inútiles en estos tiempos de caos sistémico y que sólo sirven como escaleras a quienes no tienen más ambición que ascender hasta la cúspide del poder estatal.

El debate al que nos convoca el zapatismo promete ser luminoso en medio de la oscuridad. Se pro-ponen navegar contra la corriente del pensamiento acomodado de las izquierdas y las academias, atrapadas en las lógicas del capitalismo. Es justamente lo que necesitamos para sacudir la modorra, autocriticarnos y liberarnos de viejas ideas/prisiones para seguir caminando bajo la tormenta.