l gobierno de Estados Unidos permaneció parcialmente cerrado debido al diferendo entre legisladores republicanos y demócratas con motivo de la aprobación del gasto público. Por fin, después de más de 40 días, superaron esta peculiar forma de resolver una disputa, y llegaron a un acuerdo que permitió la reanudación de las funciones normales de gobierno.
El origen del diferendo se debió a la aprobación de la partida para la protección de la salud, conocida como Obamacare, que no es otra cosa que los fondos que se destinan a los servicios de salud para la población de menores recursos. Para los demócratas la lucha por los servicios sociales, uno de ellos la salud, está inscrita en su código político, más aún en un momento en que la precariedad económica aprieta cada vez con más fuerza. La supresión del programa de Obama ha sido una obsesión de los republicanos desde el mismo momento en que fue creado en 2010. En esta ocasión lo intentaron mediante el recorte de los fondos en el presupuesto destinado para ese fin. La única arma que los demócratas encontraron para evitarlo fue oponerse a la aprobación del presupuesto. El resultado fue la suspensión de las funciones del gobierno por la falta de fondos para llevarlas a cabo.
Para que el presupuesto fuera aprobado, era necesario que en el Senado obtuviera al menos 60 por ciento de los votos a favor, y en la Cámara de Representantes, 50 por ciento más uno. Hasta el martes pasado, los legisladores demócratas en ambas cámaras se habían mantenido unidos en su oposición, por lo que el presupuesto permanecía en el limbo. Sin embargo, siete senadores demócratas más un independiente y 16 representantes capitularon e hicieron causa común con los republicanos.
Fue un duro golpe para la causa demócrata y, por extensión, para su integridad y cohesión en ambas cámaras. Los argumentos de los disidentes fue la urgencia de reabrir el gobierno para que los trabajadores del Estado recibieran su salario, ya que su supervivencia se hacía cada día más difícil. Otro argumento fue la crisis en la aviación por la carencia de controladores aéreos y el personal de seguridad. Los disidentes no tuvieron que esperar mucho para recibir una andanada de críticas, acusándolos de esquiroles y traidores por su decisión. Más aún, porque después del aplastante triunfo demócrata en las recientes elecciones, se consideraba que ellos tenían la mano para negociar con Trump y los republicanos la aprobación del presupuesto en sus términos.
La controvertida decisión de los legis-ladores demócratas que se sumaron a la causa republicana ha generado convulsión en el Partido Demócrata y con sus seguidores. La división entre ellos es un síntoma que va más allá de esta coyuntura. Tiene que ver con la búsqueda de una identidad que desde hace tiempo parece perdida y hoy aparece difusa para sus votantes.
Una cuestión parece quedar clara después de los zipizapes de las semanas recientes: los votantes independientes, cuyo voto oscila entre uno y otro partido, son los que decidirán futuras elecciones; una de ellas, la de noviembre de 2026. En este sentido, habría que esperar que las tarascadas de Trump a la democracia, a la justicia y al sentido común, también contribuyan a la erosión del voto republicano. Será interesante la evaluación de los costos políticos y económicos que la sociedad haga del traumático episodio ocasionado por el cierre del gobierno. Por lo pronto, se dice que los demócratas perdieron una batalla, pero los republicanos perderán la guerra. ( Washington Post, 11/2025). Son buenos deseos, pero por ahora, nada más que eso.
Hay por lo menos tres temas que se dirimirán en el futuro inmediato: el retorno a las primeras planas de las investigaciones sobre el depredador sexual Epstein y sus relaciones con una amplia gama de políticos y empresarios; la posibilidad de un ataque directo de Estados Unidos contra Venezuela, y la rectificación, una vez más, de Trump sobre su absurda política arancelaria.
Cabe preguntar si serán una distracción más urdida por Trump para desviar la atención sobre temas que son cruciales para las mayorías, como el costo de la vida, el incremento en el precio de la salud y lo errático y cruel de su política migratoria. Cada uno de ellos merece un análisis en su contexto específico para evitar caer en explicaciones simplistas.












