ese a todos los esfuerzos de los diplomáticos brasileños, siguiendo instrucciones claras y directas del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, las relaciones con Estados Unidos bajo el gobierno de Donald Trump siguen igual. Y no están exactamente en su mejor momento.
Los aranceles impuestos por el estadunidense, que subieron de 10 a 50 por ciento para las exportaciones brasileñas, no han bajado.
Son, según explicó el mismo Trump, “un castigo” por las puniciones impuestas por el Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de la justicia en Brasil, al desequilibrado y ultraderechista Jair Bolsonaro, que presidió el país entre 2019 y 2022.
Lula pretendía un diálogo directo con Trump, sin ceder lo que llama “soberanía nacional” a la hora de adoptar decisiones, pero logrando al menos negociar.
Ni modo.
En el campo interno, Lula logró algunas conquistas importantes, pero curiosamente su popularidad, de acuerdo con los sondeos considerados más importantes y fiables, se mantuvo estable.
Había la expectativa de que esa popularidad aumentaría de manera significativa gracias a las posiciones relacionadas con las medidas adoptadas por Trump, pero no ocurrió.
Lula empieza, además, a prepararse para las elecciones presidenciales del año que viene.
Si antes decía que no sabía sí se iría o no se presentaría, ahora asegura que sí irá. “Seré presidente hasta mis 80 años”, asegura riéndose.
Lo más curioso en las encuestas es que cuando se exponen logros del gobierno –control riguroso de la inflación, aumento consistente de los proyectos de distribución de alimentos a los más necesitados, financiación para construcción de casas populares– en consistente aumento, la aprobación como un todo sigue estable y por debajo de 50 por ciento. Cerca, pero sin alcanzar la mitad.
Con eso tenemos un cuadro extraño: si nada cambia en las relaciones entre Lula da Silva y Donald Trump, nada cambia de manera consistente en la aprobación de Lula en los sondeos de opinión realizados en Brasil, pese a la aprobación de varias iniciativas de su gobierno.
Y eso con una curiosidad: más de la mitad de los encuestados dicen creer que es justo que él se presente para más de una disputa presidencial.
No tiene más de 46 por ciento de aprobación como presidente, pero tiene más de 56 por ciento de respaldo para que se presente a una nueva elección.
Brasil es, en definitiva, un país un tanto raro.











