México y el modelo económico neoliberal

La Jornada, 20 de enero de 1995
l subsecretario de Ingresos de la SHCP, Pedro Noyola, declaró que la crisis económica actual resulta de fallas en el flujo de recursos del exterior y no expresa un fracaso del modelo económico vigente. Este modelo –en el sentido de rasgos deseables de la economía que se traducen en una política económica– se conoce como neoliberal o Nuevo Modelo Económico (NME) y sus rasgos básicos, tal como los describe Chris Scott de la London School of Economics, son: a) una menor intervención del Estado en la economía, cuya contraparte es el mayor papel de los mecanismos de mercado, lo que supone, además, “una mejor definición de los derechos de propiedad” y la transferencia de propiedades del sector público al privado; b) apertura de la economía al comercio y al flujo de capitales del exterior; c) una alta prioridad a los equilibrios fiscal, de precios y del sector externo, siendo fundamental para este último, la manutención de un tipo de cambio alto (moneda nacional subvaluada); d) un esfuerzo específico orientado a mitigar la pobreza absoluta o extrema.
Por su parte, Rudiger Dornbusch, del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), al analizar las razones de la intención norteamericana de otorgar garantías sobre valores gubernamentales mexicanos hasta por 40 mil millones de dólares, señala como la razón de mayor peso, que el colapso de la economía mexicana “habría puesto en duda al modelo de reforma y desarrollo en base al mercado, que ha estado siendo practicado en toda Latinoamérica. Hubiera sido imposible realizar la distinción entre las bondades de las reformas y lo que fue un mal manejo de la relación peso-dólar en el caso mexicano, y el modelo entero correría el riesgo de abandonarse, no sólo en la región, sino también en Europa Oriental y en la antigua Unión Soviética”.
Como se ve, lo que está en juego es el modelo económico dominante en el mundo, detrás del cual hay una concepción de la economía, una visión del mundo, una ideología. La centralidad del caso mexicano en la suerte de esta visión del mundo es una bendición y una maldición para el país. Bendición porque a diferencia de 1982 las fuerzas internacionales no dejarán que se colapse nuestra economía. Maldición porque esta clase de apoyos ultracondicionados profundizan nuestra dependencia del exterior y limitan aún más nuestra ya menguada soberanía. Nuestro país es tan central en este modelo, que el Banco Mundial en su esfuerzo para que la economía mexicana fuese exitosa durante los años de Salinas, inundó de créditos a México hasta rebasar la regla que le impide tener más de 10 por ciento de su cartera en un país. Sin embargo, desde 1993 cunde la preocupación en esta institución por la escasa respuesta de crecimiento de la economía mexicana.
El NME y su respaldo académico, la economía neoclásica, se han convertido, después del colapso del socialismo real y de la fuerza ideológica del marxismo, en la fe laica más poderosa de nuestro tiempo. Una consecuencia favorable de la crisis es que empieza a abrirse la posibilidad de discutir el modelo, lo que no era así hace todavía unos meses. Los practicantes de esta fe se han sentido poseedores de la verdad absoluta –como cualquier militante de una secta fundamentalista– lo que ha hecho imposible discutir con ellos. Es posible que la severidad de la crisis disminuya un poco su prepotencia de libro de texto. El ambiente nacional ha sido tal que cualquiera que pusiera en duda las bases o bondades del modelo era descalificado como político resentido o como emisario del pasado, enemigo de la modernidad.
Como México no siguió al pie de la letra los cánones del modelo, los economistas que creen en él insistirán en que fueron las fallas en su aplicación las causales de la crisis. Es el caso de Dornbusch, quien atribuye todos los problemas a la sobrevaluación del peso, o de Noyola, quien ve el problema en el flujo de recursos. La verdadera discusión, sin embargo, debe centrarse no en las causas de la devaluación, sino en las consecuencias más profundas del modelo cuando parecía funcionar bien. Entre ellas destacan las condiciones de vida de la población, los niveles de pobreza, la desigualdad. ¿La ingeniería financiera y económica que se aplica en la crisis debe rehabilitar al Modelo que funcionó durante los últimos años, o debería aplicarse cirugía mayor para crear un modelo diferente, que entre otras cosas atendiera al “bienestar de las familias”?
N de la R: Esta fue la primeracolaboración de Julio Boltviniken La Jornada, publicada hacepoco más de 30 años