an sido varias las corajudas semanas, encendidas de ataques y acusaciones, desatadas por la oposición política en su versión difusiva. En el centro de estas belicosas acechanzas, emerge un personaje, motivo de sus inveterados e incurables odios y rechazos. Han sido, también, varios los casos aprovechados para el ataque revelador de sus íntimos impulsos contra el oficialismo. Todo el proceso se inició cuando, el foco de sus tropelías, fue una mujer: la doctora Beatriz Gutiérrez Müller y la supuesta mudanza, junto con su hijo, a Madrid, España. No sólo inventaron que se había ido, sino que tramitaba la adopción de la nacionalidad de ese país. La centralidad de su descubrimiento, erróneo y perverso, apuntó su residencia a un exquisito y exclusivo barrio madrileño. De remate, alegaron que su hijo estudiaría derecho en la Universidad Complutense, la de mayor nivel educativo.
Sin importar lo verídico de tal versión, menos aun constatarla como obligados profesionales, simplemente la repitieron hasta el cansancio. Medios periodísticos, conocidos por su beligerancia contra todo lo que huela a izquierda, columnistas, opinócratas y locutores espulgaron, con intenso y vengativo escrutinio, lo que asumieron como pecaminosas y contradictorias aventuras de su nueva presa. El banquete fue suculento para la crítica engreída de verdades. No sólo exorcizaron el desencuentro tenido con el rey español –al exigirle disculpas por las atrocidades coloniales–, avistaron, también, al semioculto motivo de sus dolidas cuitas: al ex presidente, metido, allá lejos e indefenso, en su rancho de Palenque. Ese personaje que se les había ido sin pagar alguna de numerosas cuentas pendientes por cobrar. Ese, dijeron, que presumió un nacionalismo irredento y primitivo. Ahora, su mera familia desmentía, sin paliativos, la retórica de honestidad empleada. Esa que tanto escozor derechoso ocasionó durante interminables años. El sainete quedó arrumbado sin que, agresores, falsarios y mentirosos, reconocieran el mayúsculo y torpe error cometido. Todos, sin excepción, buscaron excusas pueriles para huir de la escena al revelarse la cruda verdad. Han esgrimido que, la agredida doctora, los ha amenazado con acudir a los tribunales. Eso, no se debe hacer, ni ser dicho siquiera, sin penar por agredirla la libertad de prensa. Poco importa que, esa libertad, sea derivación mafiosa manoseada hasta el cansancio.
Otro gran motivo apareció, de improviso, en el horizonte difusivo nacional. Uno ideal para depositar la densa carga almacenada de rencores. Un ex gobernador, ex secretario de Estado, ex candidato a la Presidencia (ex corcholata) y ahora senador y líder de la mayoría Morena, atrajo encendidas y críticas miradas. Ahí estaba, un émulo, cierto, de las peripecias de un panista presidente –que de nada se enteró– y su convicto aliado del cártel de Sinaloa. Un condenado maleante en tribunales americanos. Ahora, tenían bajo sus celosas y justicieras miras, al susodicho “hermano” del anterior presidente mexicano, inmediato rehén de todo mal. El supuesto delito cometido fue nombrar, siendo gobernador, a su amigo íntimo, como secretario de Seguridad del estado. El encumbrado funcionario había actuado, simultáneamente, como líder de una pandilla de maleantes: la inefable Barredora. La mera causante del desmedido aumento de la violencia tabasqueña. A este senador le han enjuiciado, sin temor ni recato alguno, y convertido en paria político. Pero, allá lejos, de nueva cuenta, aparece agazapado, el causante de esta tragedia. El poder que todavía lo sostiene al cómplice y evita que la Presidenta lo despida. Acusaron a Calderón por ser pareja burocrática de un narcoagente y, este otro, no se le puede vejar igualmente. ¡Ahhh! La doctora Sheinbaum debe aprovechar para separarse de su inductor. Es oportuno, urgente, obligado y debido.
Por último, para completar el tercio de asuntos primorosos para los zarpazos opositores: dos marinos, de alta jerarquía, metidos en el delito del llamado “huachicol fiscal”. Enormes cargamentos de hidrocarburos ilegalmente introducidos al país por las aduanas. Puestos de gran relevancia, discrecionalmente, asignados a la Secretaría de Marina, durante el pasado sexenio. Sobrinos políticos del almirante secretario, elegido, este funcionario, por el mismo que contamina el presente sainete, el irresponsable ex presidente. No hay perdón que valga, claman entusiasmados, engreídos por su gran triunfo. Usando sus mismas palabras “el presidente está informado de todo” no puede, ahora, mirar para otro lado. Es posible, entonces, apretar el lazo. Si lo sabía, no actuó; por tanto, está metido en el saqueo fiscal. Y así se desgrana toda una serie, casi infinita de culpables. Se barajan, sin pudor ni prudencia, nombres que forman listas de condenados al cadalso mediático. Ahí los tienen, no escaparán si la Presidenta actúa. Todo indica que habrá limpieza, pero, hechos y logros de gobierno, prevalecerán.