México-EU: firmeza contra tozudez
ue al final, cuando ya sólo reinaba la oscuridad en el túnel. La fuerza parecía menguada y las esperanzas de sacar algún beneficio se miraban agotadas. Sólo quedaba una jugada en el tablero, tal vez no era la mejor, pero ya no había ni tiempo ni espacio para otra maniobra.
Los 40 minutos del episodio se enmarcaron en un diálogo respetuoso y, a veces –quien dijera–, hasta jocoso. Se habló de muchas cosas de interés mutuo y en el renglón de eso que en ocasiones parece castigo y que a veces semeja al dispar e injusto juego del gato y el ratón, eso que se llama aranceles, los datos de lo hecho por México no lograban mover ni un ápice la decisión de volcar sobre lo que se exporta desde nuestro país el abusivo impuesto.
Los datos del esfuerzo nacional estaban sobre la mesa. Bajó 50 por ciento el paso de fentanilo a Estados Unidos, la migración disminuyó como nunca antes y se ha logrado la captura de algunos de los más peligrosos capos de los cárteles mexicanos. Todo eso en algunos meses de trabajo arduo por parte de las autoridades del gobierno actual.
Pero el agente naranja no cedía. Rodeado de sus halcones se mantenía firme en la injusticia. Ahí el vicepresidente, J.D. Vance; el secretario del Tesoro, Scott Bessent; el secretario de Estado, Marco Rubio; el de Comercio, Howard Lutnick; también la jefa del gabinete, Susie Wiles, y el asesor de Seguridad Nacional, Stephen Miller, entre otros.
Todo el poder amalgamado para dar el golpe decidido. Pero del otro lado, en Palacio Nacional, la convicción inamovible de la presidenta Claudia Sheinbaum de no ceder en soberanía y luchar por ello para tratar de equilibrar las condiciones del comercio entre los dos países.
Aunque ya se ha difundido por muchos canales, aquella mañana se explicó, una vez más, que la mayoría de las 6 mil empresas exportadoras asentadas en nuestro territorio tienen capital estadunidense, aunque sólo 22 tienen oficinas en nuestro país; es decir, el impuesto tendría que ser pagado por las firmas de Estados Unidos que operan en el país.
Por fin, a los razonamientos y la firmeza de la presidenta Sheinbaum no hubo escapatoria y se acordó un lapso que, como ya también se ha dicho, no plantea ninguna solución, pero sirve para que los productos que van al otro lado de la frontera puedan llegar a un mejor precio al mercado gringo.
La idea de Trump es cada vez más clara: busca terminar con el tratado comercial entre México, Canadá y su país, no porque lo considere injusto, sino porque él tiene el poder y trata de someter no sólo a México –aunque sea una de sus prioridades–, sino también al resto del mundo.
Así las cosas, para mantener los acuerdos comerciales, Trump seguramente habrá de condicionar a un tratado bilateral, que excluya a Canadá, la posibilidad de un pacto por el que se pueda manejar a cada país en solitario. Al de las barras y las estrellas no le gusta la solidaridad, para ser más claros; tampoco le importan los aranceles, lo que le gusta es la sensación de poder aplastar desde la punta de la impunidad. Eso es lo que le gusta.