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Dinamismo financiero
E

l sistema financiero internacional basado en el dólar como moneda de reserva y en una extensa y profunda globalización ha tenido cambios relevantes después de la severa crisis de 2008.

Hay tres documentos recientes que ofrecen una interesante y útil discusión para ubicar tales cuestiones. Éstos son: el Informe Económico Anual del Banco de Pagos Internacionales (BPI), publicado en junio; un texto del historiador Adam Tooze fechado el pasado 30 de julio, que expone una síntesis del documento anterior; finalmente, el reportaje especial de la revista The Economist titulado Un nuevo orden financiero, publicado al final de mayo, todos en este año.

Estas consideraciones son de relevancia en el entorno actual, en el que se registra un fuerte aumento de la deuda de los gobiernos, donde los mercados de acciones y de bonos se comportan con un gran impulso y una fuerte especulación, se ha dado un amplio margen de acción a las criptomonedas, se desestabilizan las corrientes de comercio mundial por las restricciones tarifarias impuestas por Estados Unidos y, finalmente, con los cambios que se provocan en el papel del dólar en el sistema financiero global.

El informe del BPI asienta: La gran crisis financiera de 2008 fue un parteaguas que puso en movimiento dos cambios estructurales relacionados entre sí en el sistema financiero global y que definen su estado actual.

El primero concierne a las actividades de intermediación de la banca comercial dirigidas hoy, preferentemente, a las transacciones de la deuda gubernamental y no a los préstamos al sector privado, convirtiéndose así en el principal incentivo al crecimiento del crédito. El fenómeno empezó a manifestarse a raíz de los grandes déficits fiscales asociados con aquella crisis financiera y con otro impulso en la etapa del covid-19.

En segundo lugar, destaca la creciente actividad de las instituciones financieras no bancarias (IFNB). Estas ofrecen diversos servicios financieros sin tomar depósitos del público y, por ello, sin estar sometidos a las regulaciones gubernamentales; de tales servicios sobresalen los denominados préstamos directos. Entre esos agentes están los fondos de inversión, los de cobertura ( hedge funds), los de pensiones, las compañías de seguros y otros administradores de activos. Este desenvolvimiento está alterando las condiciones de operación de los grandes bancos comerciales y, con ello, la estructura del mercado de deuda, cuya dimensión y profundidad son enormes. El proceso está en plena marcha y el resultado es incierto.

El informe de referencia apunta que ha habido una reconfiguración del sistema financiero que impacta la dinámica de su funcionamiento. En este periodo posterior a la crisis de 2008 se registra un reforzamiento de los mecanismos de transmisión entre las distintas economías y, además, ésta se caracteriza por ser multidireccional. Estados Unidos ya no es la mayor fuente de dicha trasmisión, sino que está crecientemente afectado por el desenvolvimiento de otras economías avanzadas. Aun en estas condiciones, el papel del dólar sigue predominando en el sistema financiero global.

Tal situación provoca una mayor dificultad para alinear las condiciones financieras con los criterios de la política monetaria. Este es un rasgo que hoy se presenta abiertamente en la pugna que hay en Estados Unidos entre el Ejecutivo y la Reserva Federal, pero apreciable también en el caso de Japón y del Banco Central Europeo.

Otro elemento destacable es la expansión notable de los bonos emitidos por el gobierno, es decir, de la deuda pública (también llamados bonos soberanos). Un aspecto adicional tiene que ver con los movimientos internacionales de capital que eran gestionados por los bancos comerciales y que ahora pasan a los inversionistas en los mercados globales de bonos. Este amplio desplazamiento hacia las instituciones financieras no bancarias significa una mayor exposición al riesgo en los mercados.

The Economist, con su estilo de reportar, señala: “La industria financiera está modelada por el desastre… La conclusión de una crisis comienza la cuenta regresiva de la próxima”. Este es, sin duda, un buen punto de arranque.

En el sector financiero existe un problema de fronteras entre las entidades reguladas y las no reguladas que surge de la manera en que se estructuran los riesgos. Quienes tienen menos aversión al riesgo se desplazan hacia las áreas menos vigiladas, lo que abre la brecha para los excesos. Esta es la situación con las nuevas IFNB y la creciente expansión de los créditos directos. La cuestión clave es qué tan riesgosa es esa expansión en el revuelto entorno económico y geopolítico que prevalece hoy.

The Economist concluye que las innovaciones financieras transforman el funcionamiento del mercado en Wall Street, y que el crecimiento, en algunos casos de gran magnitud de la valuación de los activos (como pueden ser los notables ejemplos de las empresas tecnológicas Nvidia y Microsoft) tiende a ocultar las fracturas en el sistema financiero.

Lo relevante es que la estructura, las instituciones y los instrumentos de creación de deudas se modifican rápidamente, a lo que debe sumarse la expansión sostenida del mercado de las criptomonedas. La innovación, según el semanario inglés, tiende a propagarse por los mercados, y aunque esto sea usualmente positivo, si se deja sin contención suele provocar altos riesgos. Esto arrastra el eco de la noción de una economía de casino, y con eso, una vez más, la referencia oportuna es la gran crisis de 2008, con el desbordamiento abrupto del mercado inmobiliario.