ada año seis de las siete especies de tortugas marinas que existen, llegan a desovar en sitios ubicados en los más de 11 mil kilómetros de franja costera de México. Se trata de la tortuga verde ( Chelonia mydas), la golfina ( Lepidochelys olivacea), la caguama ( Caretta caretta), la carey ( Eretmochelys imbricata), la lora ( L. kempii) y la laúd ( Dermochelys coriacea). Desde hace decenas de millones de años, han sabido sobrevivir y adaptarse a los procesos de cambio registrados en el planeta. Y algo no menos importante: lo logran pese a la depredación que de ellas ha hecho el ser humano.
Hace 45 años documenté en varios reportajes que publicó el diario unomásuno, la matanza de cientos de tortugas que llegaban a desovar en las costas del sur de Oaxaca. La realizaban grupos de pescadores coludidos con quienes se encargaban de vender su carne, huevos y caparazones. Y todo bajo la sombra de la corrupción oficial. Por fortuna, y gracias a los trabajos de la comunidad académica, los grupos ciudadanos y las autoridades, las tortugas gozan desde hace medio siglo de más protección.
Sin embargo, no quiere decir que estén fuera de peligro. Que los lugares donde desovan se hallen en buen estado y no invadidos por obras públicas o de particulares, en especial del sector turístico. Y que sus sitios de desove no sean saqueados para vender los huevos de las tortugas para consumo en hogares o en restaurantes. Un ejemplo: el pasado 25 de junio, ante la crítica ciudadana, fue cesado de su cargo Agustín Elías Ramírez Sánchez, director de Cambio Climático de la Secretaría de Medio Ambiente de Oaxaca. El funcionario exhibió en redes sociales el platillo que consumía: huevos hervidos de tortuga. Acompañaba el alimento con mezcal.
Cabe señalar que el consumo, venta o recolección de huevos de tortuga es un delito sancionado con penas de hasta nueve años de cárcel y multas considerables. Pero Ramírez Sánchez no recibió ninguna. Ni quien le proporcionó esa comida. Además, las seis especies de quelonios que llegan a desovar a nuestros litorales, están protegidas legalmente por el gobierno mexicano. Se trata de un enorme esfuerzo en que han unido voluntades y conocimientos el sector académico vinculado con el medio marino y sus especies, una mayor intervención gubernamental para garantizar la biodiversidad y cumplir con acuerdos establecidos por la comunidad de naciones. A ellos se suman las importantes labores que en pro de la conservación llevan a cabo numerosas organizaciones sociales y de pescadores.
Pero, como se demuestra en el reciente número de La Jornada Ecológica, las tortugas marinas en México enfrentan numerosos problemas. Así lo detallan con sus aportes 10 especialistas en el tema. Sus trabajos fueron coordinados por el doctor Eduardo Cuevas, del Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la Universidad Autónoma de Baja California. En esta institución, así como en la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Guerrero, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y varias organizaciones sociales, laboran dichos participantes.
En sus textos abordan los aspectos más importantes de la ecología de las tortugas marinas, los impactos que las actividades humanas ocasionan cada vez con mayor intensidad sobre sus lugares de anidación y alimentación. Y especialmente este siglo, los efectos del cambio climático. El doctor Cuevas añade una serie de amenazas específicas. Es el caso de las enfermedades emergentes, como el fibropapiloma, que constituyen desafíos recientes para su salud y conservación.
Un aspecto destacado por los investigadores se relaciona con la necesidad de monitorear a mayor escala todo lo relacionado con las tortugas y el papel que cumplen en el medio marino y en la franja litoral adonde llegan a desovar. A ello se suma la necesidad de establecer una mejor y oportuna coordinación entre las instancias gubernamentales responsables de garantizar el buen estado de las seis especies que visitan México, con los sectores académicos que las estudian, las comunidades ribereñas y los grupos de la sociedad civil que buscan proteger a los quelonios.
Un pendiente: recursos públicos para el monitoreo, estudio y cuidado de las tortugas. Los últimos sexenios fueron insuficientes. En el actual también.