a imagen de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en el despacho de Trump cuando anunciaron el trato entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos (EU), sin duda pasará a la historia. El siglo de humillación europea comienza con ese momento. Lo que la UE ha cedido es impresionante, inversiones por 600 mil millones de euros, compromiso de comprar 750 mil millones de euros en energía de EU en los próximos tres años, acceso total de los productos agroalimentarios estadunidenses y, además, las mercancías de la UE serán sujetas a un arancel generalizado de 15 por ciento. Algo similar vimos con Japón, donde se anunciaron compromisos de inversión de 500 mil millones de dólares en proyectos de infraestructura, con garantía del gobierno japonés, donde las ganancias serán 90 por ciento para EU, acceso total a los productos agroalimentarios estadunidenses y a cambio, Japón tendrá un arancel generalizado de 15 por ciento. Corea aceptó un trato similar al de Japón, por alrededor de 300 mil millones de dólares. Los tres incluyeron cuantiosas sumas para armamento comprado a las compañías de EU. ¿Por qué están los países aceptando esto y qué consecuencias traerá para ellos? La clave es lo que en geopolítica se conoce como dependencia asimétrica.
La UE, Japón y Corea tienen superávits comerciales con EU en diversos sectores, incluyendo algunos de alta tecnología. Son economías avanzadas
y, según el libro de texto de economía, esto debería permitirles tener una posición mucho mas fuerte de negociación. La realidad es que los tres son extremadamente débiles y vulnerables en los sectores esenciales, especialmente uno, la energía. La UE importa cerca de 60 por ciento de toda su energía, Japón 97 por ciento y Corea 98 por ciento, de acuerdo con la Administración estadunidense de Información Energética. EU es, desde 2017, exportador neto de energía y desde 2025, tiene una política abierta de dominio energético y es precisamente el sector energético la forma más clara de dependencia asimétrica. Si pensamos en términos estrictamente económicos, si dos países intercambian bienes y servicios, lo único que tendría que preocuparnos es el valor de dichos bienes y servicios, y sería más un dato estadístico que otra cosa. La realidad es que hay sectores que son mucho más estratégicos que otros y cuya importancia va más allá del valor monetario, quien controla el acceso a dichos bienes, tiene un poder geopolítico sobre los demás y, mientras más se dependa, mayor desventaja tiene uno.
Trump entiende bien eso y usa la energía como arma, no sólo para lograr concesiones en los tratos arancelarios, sino para lograr que los sectores que consideran estratégicos terminen en EU. Ejemplo de esto en Europa es ASML, la fábrica de equipo de litografía para fabricar semiconductores más avanzada del planeta. Trump y Biden han ofrecido mucho para que poco a poco se vayan relocalizando en EU; no lo han logrado. Probablemente parte de los 600 mil millones de dólares en inversiones de la UE en EU se exigirá que sean en ese sector.
Todo eso no sería posible si la energía no proveyera un arma de dependencia asimétrica, la cual puede ser usada para paralizar una economía por completo. Claro que esa posición no pasó de la noche a la mañana. Europa lleva al menos 40 años poniéndose la soga al cuello adoptando medidas que van en contra de toda lógica. Privatización de empresas estatales de energía, cierre de campos de producción local como los del mar del Norte y Gronigen, e instalación y migración masiva a sistemas eléctricos dominados por intermitentes cerrando reactores nucleares. La venta de activos estratégicos ha dejado a los países de la UE en desventaja total, sin forma de reaccionar más que lo que el mercado diga
. La UE lo sabe y en septiembre de 2024, Mario Draghi emitió el reporte de El futuro de la competitividad europea, donde advertía del peligro de la dependencia en sectores como el alimentario y el energético, y llamaba a una planificación centralizada de la UE para coordinar esfuerzos y aumentar la producción local, la soberanía energética, tecnológica y alimentaria del continente; el mercado, decía, no resolvería nada, creer en él era un grave riesgo a la productividad y seguridad económica de la región. Ahora vemos que harán lo contrario, incluso permitieron la entrada total de productos agroalimentarios de EU, error brutal, dado que, al contrario de la narrativa de libre mercado
es el sector históricamente más subsidiado y apoyado por el gobierno de EU.
Sin duda, ahora pensamos: y México ¿cómo está? México dejó de ser soberano energéticamente en 2014, gracias a las pésimas políticas neoliberales, ahora importa 21 por ciento del total de su energía consumida, en especial gas natural y productos refinados como gasolina y diésel, principalmente de EU. Pero México tiene algo que los demás países no, además de una producción local de casi 80 por ciento de su consumo, y es empresas estatales que permiten flexibilidad en la respuesta ante posibles crisis. Lo vimos en 2021, cuando una tormenta invernal detuvo el suministro de gas natural a México. Mientras las compañías privadas dejaron de generar electricidad, la compañía estatal rápidamente cambió el combustible que utilizaban las centrales y eso permitió restablecer el servicio. Esa flexibilidad es impensable sin empresas estatales. Es por eso que parte central del proyecto de nación es y ha sido fortalecerlas. Su importancia va más allá de sólo el valor de sus bienes y servicios: son un mecanismo importantísimo en este nuevo mundo que se rige por las reglas de la dependencia asimétrica.
X: @aloyub