
Martes 29 de julio de 2025, p. a11
Ángel Macías Barba murió el domingo a los 80 años, pero será recordado por una proeza que realizó cuando apenas era un niño. A los 12 años, el 23 de agosto de 1957, lanzó un juego perfecto, el único registrado en ese torneo hasta el momento, que permitió al representativo de México ganar su primer campeonato de una Serie Mundial de Ligas Pequeñas, en Williamsport, Pennsylvania, competencia que se realiza desde 1947. Ahí nació el apodo con el que se popularizaron: Los Pequeños Gigantes.
Macías y aquella novena de niños de la Liga Industrial de Monterrey provocaron revuelo con su historia, retomada dos veces como materia para realizar dos películas estadunidenses (en 1958 y 2009), ambos relatos recrean el espíritu combativo de unos pequeños que se sobrepusieron a toda clase de adversidades.
Eran pequeños no sólo por su corta edad, sino porque se trataba de un equipo que compitió con algunas circunstancias adversas que les complicaba su paso en aquel torneo. Nunca antes un representativo de este lado de la frontera había ganado el título, y estos peloteritos que provenían de sectores pobres de la región buscaban conseguir lo inimaginable. Eran hijos de obreros, de talla mucho menor a la de sus rivales estadunidenses, menores mexicanos que cruzaban a un país que los miraba como unos invitados sin posibilidad de triunfo.
Por eso lo que lograron se convirtió en materia ejemplar para el deporte no sólo mexicano, sino de cualquiera que tenga que sobreponerse a las desventajas competitivas.
La radio mexicana narraba aquella historia a un auditorio que se arremolinaba alrededor de los aparatos y esperaba algo parecido a un milagro. La Liga Industrial de Monterrey enfrentaba en la final al equipos de La Mesa, California.
En el montículo, Macías había lanzado impecable y sin daño hasta la quinta entrada, pero la pizarra se mantenía sin carreras. En el sexto inning, sin embargo, la situación estaba complicada para el niño pelotero, la cuenta iba en tres bolas y cero strikes. El trabajo realizado hasta el momento por el equipo regiomontano estaba en riesgo, pero logró sobreponerse con un temple que hasta hoy es un referente de la gloria que se pelea hasta el último aliento. Vino de atrás y logró un ponche heroico, cinematográfico, que permitió a un equipo mexicano ganar por primera vez un título en la Serie Mundial de Ligas Pequeñas. Aquel serpentinero de 12 años retiró en orden a los 18 bateadores, 11 de ellos por la vía del ponche.
La gesta los llevó a ser recibidos tanto por los presidentes de Estados Unidos como de México, pues se convirtieron en ejemplo de valor y voluntad. Los Pequeños Gigantes nacieron aquella tarde de verano.
Más tarde, Macías se hizo profesional y estuvo en las filas de equipos tanto de la Liga Mexicana como en la del Pacífico. Pero el resultado junto a aquellos peloteritos le dio una nueva forma de afrontar los retos a todo aquel que juegue contra la desventaja o la adversidad.
Por otra parte, en la edición que se disputa en Williamsport, el representativo mexicano, el equipo de Santa María de Aguayo, Tamaulipas, venció por 6-1 a Canadá. El mejor homenaje que se puede rendir a un predecesor como Ángel Macías.