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¿Golpe de Estado?
¿T

iene sentido una elección cuando uno de los candidatos asegura que si el resultado no le favorece no admitirá los resultados? Eso ha sido lo que Donald Trump ha venido sosteniendo de algunos meses a la fecha cuando se le pregunta si, al igual que en 2020, no estaría dispuesto a respetar el resultado de la elección y de antemano proclamar que hubo fraude. Está por demás agregar que después de varios recuentos de los votos en los estados, de auditorías a las boletas de votación y la certificación por decenas de autoridades electorales y judiciales, no se ha comprobado que haya existido fraude alguno en la elección de 2020. A pesar de ello, Trump y buena parte de sus partidarios republicanos, no han cejado en su necia actitud de asegurar que la elección no fue válida y, por lo tanto, Biden es un presidente ilegítimo.

Lo extraordinario es que las encuestas de opinión dan entre 2 y 7 puntos de ventaja a Trump en por lo menos cinco de los estados que pueden decidir quién ganará la presidencia el próximo noviembre. En otras palabras, pareciera que el candidato Trump se cura en salud por aquello de las dudas. Él sabe que faltan aún meses para que la elección se celebre y en ese tiempo pueden cambiar muchas cosas. Una de ellas es que a Trump se le encuentre culpable en el juicio que enfrenta en Nueva York por mentir bajo juramento y mediante una serie de operaciones tratar de ocultar los pagos que hizo para comprar el silencio de una estrella de cine porno. No está claro cual será el desenlace de ese juicio, y si se le encontrara culpable estaría en la posibilidad de proseguir con su campaña desde la cárcel.

El otro evento que cambiaría la opinión de los electores son los debates que se anunciaron esta semana con bombo y platillo. Por fin, Biden aceptó el reto que Trump le hiciera hace varias semanas para debatir en por lo menos dos ocasiones. El primero de los debates será a través de CNN en junio; el segundo en septiembre a través de la cadena ABC. La experiencia en la celebración de los debates presidenciales es que no suelen cambiar radicalmente las preferencias de los electores entre tal o cual candidato. Sin embargo, en esta ocasión los estrategas de campaña de Biden, al parecer, consideraron oportuno celebrarlos ante la persistente desventaja del presidente en las encuestas de opinión. Tal vez un buen debate ayude al mandatario a resarcir su decaída popularidad.

Son muchos los elementos que siguen pesando en el ánimo de los elec-tores, quienes parecen no haberse ente-rado o se niegan a reconocer, que la economía marcha muy bien, que la inflación se ha reducido sustancialmente, que el empleo continúa en ascenso, que el salario ha aumentado y que el estadounidense medio se ha recuperado y vive en una situación mejor que al término de la pandemia. Se ha dicho una y otra vez que no está claro por qué Biden no ha podido salir del bache en el cual está metido desde hace meses.

Se insiste en que los negros y los latinos lo han abandonado porque no cumplió con sus expectativas. Hay que esperar que noten que con las propuestas de Trump lo que menos pueden esperar es una mejoría en su situación económica y social. A final de cuentas lo que promete es reducción en el gasto social, rebaja de impuestos a los que más ganan, recorte en los programas de salud y de educación, deportar del país a más de 11 millones de indocumentados, etcétera. Son propuestas que atentan abiertamente en contra del bienestar de las minorías. Si latinos y negrosno son capaces de reaccionar y entender el peligro de votar por Trump, entonces no hay mucho más que hacer para convencerlos del gran error que cometen al aplaudir sus ocurrencias. Que las hordas que lo favorecen aún piensen que es el mesías que viene a salvar a la raza blanca es imposible de evitar. Pero si quienes han sufrido discriminación y violencia de parte de Trump y sus correligionarios ven en él un futuro promisorio, entonces estamos hablando de algo así como esquizofrenia colectiva.

Insistir, como Trump lo ha venido diciendo, en que de no favorecerlo no reconocerá el resultado de las elecciones, suena algo así como un golpe de Estado por adelantado.