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Desde otras ciudades

Murano y su cristal de fama mundial

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▲ Artesanos en un taller de vidrio soplado, cuya belleza emociona a compradores impulsivosFoto Alia Lira Hartmann
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urano es una pequeña isla de un centenar parte de Venecia. Al noreste de Italia hay una laguna de agua semisalada de aproximadamente 50 kilómetros de longitud; de hecho, es denominada la laguna de Venecia. El visitante que permanezca por un periodo más prolongado y logre escapar unas horas o tal vez unos días a los encantos de Venecia descubrirá otras islas que cuentan con su propia historia y tradiciones.

famosa mundialmente por su tradición vidriera, esta pequeña ciudad de 5 mil habitantes se encuentra separada de Venecia por apenas un breve trayecto de cerca de 20 minutos en vaporetto, el transporte público acuático de la región. Ofrece una combinación de historia, vida cotidiana relajada con un ritmo más pausado; sus plazas, cafés y muelles reflejan la vida diaria de una comunidad que convive con el turismo sin perder su carácter local, lejos de multitudes, además de una tradición artística donde el pasado se respira por sus tranquilas calles.

La oferta gastronómica la ofrecen locales más pequeños con platillos tradicionales. Indudablemente, Murano posee una identidad propia y desde el siglo XIII es el corazón del cristal veneciano. Para evitar incendios y proteger los secretos del oficio, las autoridades trasladaron aquí los hornos de vidrio, lo que dio origen a una comunidad de artesanos de prestigio internacional.

Durante siglos, los maestros vidrieros produjeron piezas codiciadas por las cortes europeas y palacios, elevando el vidrio al rango de lujo y símbolo de poder. Actualmente, Murano conserva ese espíritu artesanal. Lo primero que se ofrece es visitar un taller donde por 10 euros –200 pesos mexicanos– se observa a los maestros vidrieros ejecutando el soplado del vidrio. Estos talleres, según información local, existen desde hace más de siete siglos.

La técnica es compleja y requiere mucha práctica: va desde el soplado, el estirado, el uso y la combinación del colores, y aunque se ha perfeccionado a lo largo de generaciones; los talleres conservan la atmósfera totalmente artesanal, donde una masa incandescente al rojo vivo de vidrio se transforma en copas, jarrones o esculturas mediante movimientos precisos.

Es un proceso que revela la destreza del artesano y la fragilidad del material. Las piezas se acumulan en estanterías para que adquieran la dureza y la brillantez necesaria antes de pasar a las tiendas. Esto se convierte en una experiencia que permite al visitante observar con detalle las técnicas transmitidas por cada generación. Jóvenes vidrieros conviven con los más experimentados.

En Murano hay un sinnúmero de talleres y fábricas que se distinguen por la denominación familiar. Muchas exhiben sus piezas en galerías de arte donde el comprador se lleva un certificado de originalidad e incluso firmado por el artista. Más allá del espectáculo, los talleres representan una forma de vida. Son negocios familiares que siguen preservando su identidad frente a la producción industrial y las imitaciones extranjeras.

Para Murano, el vidrio soplado no es un recuerdo de viaje, es una expresión cultural protegida y un patrimonio vivo que define a la comunidad. La oferta comercial de tiendas que ofrecen un inmensa variedad de artículos se encuentran una al lado de la otra. El cristal es un artículo un tanto costoso. No sólo se ofrecen los conocidos juegos de copas o vasos, algunas esculturas alcanzan sumas que se elevan a cuatro ceros o incluso más.