astón García Cantú guarda un lugar especial en la amplia historia intelectual y política mexicana. Escritor tan prolífico como polémico, ha quedado relegado de las construcciones contemporáneas que atienden los senderos por los cuales la nación pugnó por conquistar la soberanía. Su extensa obra legó interpretaciones que bien valdría revalorar en nuestro tiempo. Aquí señalamos tres.
La primera fue la de trazar la historia del socialismo en México hacia el siglo XIX mostrando que esta corriente era tan autóctona como deudora del diálogo con las vertientes internacionales. Su legado como historiador de las utopías mexicanas descansa en ubicar aquella tendencia igualitaria y emancipadora como fruto del suelo de la sociedad.
La segunda, en consonancia con su estirpe lombardista, fue la que lo llevó a valorar la independencia nacional y la soberanía como el permanente reto político y, por ello, atajó la compleja tarea de entender los procesos de intervención norteamericana. Aquel texto, amenazas contemporáneas de por medio, vendría bien ser reditado.
Finalmente, un tercer aporte fue el ser un implacable crítico de la derecha mexicana y en ese proceso contribuyó a comprenderlas en su fisonomía histórica. La valía de esta trama se encuentra en que, por más disruptiva y estridente que la derecha se presente, no deja de tener vínculos con su pasado.
La hipótesis de García Cantú es que en 1939 la derecha se hizo finalmente nacional, con la intervención de Gómez Morín como creador del PAN. Sin embargo, gustoso de dar explicaciones de largo plazo, ubicó el nacimiento del conservadurismo con Lucas Alamán como aquel segmento de los criollos que aceptaron la independencia bajo la permanencia de las instituciones coloniales, especialmente la Iglesia católica. Deseosos de conservar la propiedad de la tierra, intentaron todo para desplazar a los jefes militares en turno. Comprometidos con el caótico siglo XIX, participan de variadas conspiraciones y acompañan el corrupto gobierno de Santa Anna, para mantener a sus adversarios liberales a raya. Apoyaron después la intervención europea y al finalizar la Reforma, esa primera historia del conservadurismo llegó a su fin. Sin embargo, escribió García Cantú, parte de su programa siguió vivo en el Partido Liberal. El porfiriato habría cambiado la fisonomía de la reacción: “Los conservadores desaparecieron en la burguesía de fin de siglo al encubrirse en el porfiriato”, sentenció.
Tras la revolución, afinado el proyecto nacionalista y enmarcadas las luchas de facciones que concluyeron con la Carta Magna, cataloga la dialéctica del conflicto entre revolución y contrarrevolución. En ese periodo, la reacción aparece, de nuevo, bajo el amparo de intereses particulares, especialmente la tierra, pero también acompañando el sabotaje contra el Estado revolucionario por parte de Estados Unidos y sectores del clero. Como otros intelectuales, señaló el devenir conservador de la élite modernizadora, especialmente en las décadas de 1940 y 1950.
Pero fue al calor del neoliberalismo que volvió sobre el tema de manera decidida. En 1987 aparecieron varios de sus artículos periodísticos bajo el título de El desafío de la derecha. Ahí, analizó lo que en ese momento se veía como el resurgimiento político del empresariado, dedicando sendos textos a Claudio X. González Laporte al frente del CCE y el renovado activismo de la Coparmex del momento. Planteó que la impronta del panismo en parte se debía a que en el seno de la élite política que se decía heredera de la Revolución había un encubrimiento de las posiciones conservadores y proempresariales. Estas dos señas de identidad eran para él la representación máxima de la reacción, pues atentaban en contra de los fines históricos de la nación.
Lo sugerente de García Cantú en su análisis es que navegaba entre la coyuntura de la emergencia del neoliberalismo, que en sus palabras “entregaba al mayor adversario de la Revolución” parte de la riqueza nacional y la componenda entre quienes gestionaban el gobierno con el entonces renovado panismo; pero, además, trazaba la larga data de las tendencias de la derecha mexicana, tanto en su aspecto religioso y, sobre todo, en contra de la soberanía nacional. No veía esto como un factor externo al Estado: “La derecha en México no está únicamente en el PAN; está en parte, buena parte, del gobierno federal y de los gobiernos estatales”.
La obra de García Cantú muestra el carácter reactivo de la derecha, pues, deudor de la interpretación lombardista de las tres gestas revolucionarias de la nación, veía a esta corriente siempre en reacción a los grandes momentos de cambio. Así, la derecha mexicana poco habría tenido de constructora de horizontes de futuro y habría sido más bien comparsa de quien buscaba minar la condición soberana de la nación, por eso las definía como demócratas por necesidad y pro norteamericanos hasta la genuflexión. Pero más importante, García Cantú mostró en los albores del neoliberalismo que la derecha poseía una cualidad anfibia, pues impugnaba desde fuera del Estado las conquistas populares, pero tuvo la capacidad de desarrollarse al interior del mismo.
* Investigador UAM. Coautor de La raíz plebeya de la democracia












