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Pronam: buena intención con alcance limitado
E

l secretario Kershenobich comunicó que después de la emisión de los Protocolos Nacionales de Atención Médica (Pronam), los próximos procesos de contratación de personal “exigirán” que los aspirantes estén certificados en esos lineamientos, además de que IMSS-Issste-IMSS/Bienestar-Pemex y fuerzas armadas ya los adoptaron en unidades de primer nivel y que con ellos se busca que “el acceso a atención médica de calidad no dependa de la adscripción laboral” (4/11/25).

Como guías, ellos representan, sobre el papel, buenas intenciones para avanzar hacia una estandarización de la atención médica buscando homologar criterios para diagnóstico, tratamiento y referencia de enfermedades prioritarias nacionales. Cubren padecimientos de alta carga poblacional: diabetes tipo 2, síndrome metabólico, hipertensión, enfermedad renal crónica, obesidad/sobrepeso y servicios preventivos: vacunación, atención en los primeros mil días de vida, detección de cáncer en niñas/niños/adolescentes.

El compromiso de adoptarlos, publicitado por Kershenobich, es plausible, aunque jurídicamente innecesario, ya que existe un acuerdo del Consejo de Salubridad General (CSG) que obliga a las instituciones, como miembros de este consejo, que lo votaron a favor y aprobaron. Sus promotores gustan describirlos como “un parteaguas” hacia sistemas homologados y equitativos. Lamentablemente, las expectativas que generaron: igualdad real de acceso, tratamientos estandarizados, continuidad sin importar derechohabiencia, no se acercan a lo propuesto.

En primer término, por su limitación numérica: son sólo 10 aprobados, que no abarcan –ni de lejos– la complejidad nacional ni cubren, tampoco, la mayoría de los tratamientos especializados, enfermedades raras, condiciones crónicas múltiples, salud mental, materno-infantil (más allá de los primeros mil días), cuidados paliativos y terapias complejas. En un país tan diverso/desigual como México, esos Pronam apenas rascan la superficie de un muy extenso universo. Además, ¿existían 40 protocolos oncológicos ya concluidos por la administración 2018-2024? ¿Qué fue de ellos? Es evidente que, sin oncología adulta, la estandarización queda incompleta.

Después, porque sostienen que los equipos de salud deberán “certificarse”, aunque ello no sea sinónimo de “capacidad operativa real”. Un médico puede disponer del protocolo, pero ¿contará con los recursos, tiempo, personal, insumos, infraestructura para aplicarlo? ¿Habrá capacitación continua, evaluación del desempeño, supervisión territorial? Habría que capacitar más que “certificar”.

Un médico de primer nivel no necesita certificarse en tratamiento oncológico para el cáncer infantil: necesita capacitación para identificar síntomas de alarma y referir a tiempo. Lo mismo ocurre con la diabetes: la capacitación útil está en manejo básico.

En tercer término: incluso con 20 Pronam, no se homologaría la tan debatida y necesaria compra consolidada: no alcanzan, ni en número de medicamentos ni en piezas ni en porcentaje del monto total de adquisiciones. La compra exige centenares de claves, no decenas; grandes volúmenes, no porcentajes menores. Limitar los Pronam a pocas enfermedades no construye una base real para un sistema unificado de compras.

En cuarto término, porque Kershenobich promueve un “sistema” de salud unificado, con igualdad de tratamiento y atención sin importar afiliación, pero sin una correlación clara entre Pronam, recursos, cobertura presupuestal y acompañamiento institucional. En sus actuales términos, su discurso corre el serio riesgo de ser aspiracional, más que operativo. ¿Qué se requiere entonces para que esos Pronam sean más que promesas? Primero, debe ampliarse su abanico integrando salud mental, oncología, enfermedades raras, salud materna (más allá del primer año), rehabilitación, urgencias, cuidados paliativos y terapias complejas. Segundo, debe vinculárselos con presupuestos reales, equipamiento, personal, estudios diagnósticos, infraestructura, medicamentos e insumos, especialmente en el primer nivel y zonas rurales. Tercero, ellos reclaman capacitación continua/supervisión. No basta con invocar la “certificación”; con ellos deben asegurarse competencias operativas. Cuarto, monitoreo transparente con indicadores claros: tiempos de atención y recursos por paciente. Quinto, vinculación con la compra consolidada: suficientes claves terapéuticas impactando el costo total, garantizando volumen y eficiencia logística.

Los Pronam son, sin duda alguna, una buena intención con alcance limitado con la ventaja de que imprimen continuidad a lo iniciado en la administración 2018-2024, pero es claro que su eficacia dependerá, con mucho, de la coherencia entre lo que tanto gusta publicitar Kershenobich como un sistema universal “unificado” y la muy compleja realidad operativa que le depara su futuro inmediato.

* UAM-X