e acuerdo con datos del Banco Mundial, en los últimos siete años México experimentó una disminución de 13.6 puntos porcentuales en la cantidad de personas en pobreza y un incremento de 12.4 puntos entre las filas de la clase media. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo destacó que la mejoría en los ingresos de millones de personas supone la primera vez en que el país tiene más población de clase media que pobre, con 39.6 y 21.7 por ciento, respectivamente. Asimismo, atribuyó los resultados a la política insignia de la Cuarta Transformación: “por el bien de todos, primero los pobres”, la cual se concreta en la existencia de un gobierno humanista, la aplicación de la economía moral, y programas de bienestar que no tienen una lógica asistencia, sino de derechos.
Las cifras dadas a conocer ayer son consistentes con los sucesivos diagnósticos de la economía mexicana elaborados por el organismo multilateral, una instancia sobre la que no pesa ninguna sospecha de simpatía hacia los proyectos progresistas.
En su reporte económico de América Latina y el Caribe, publicado en abril pasado, informó que entre 2018 y 2023 el país registró una reducción de siete por ciento en la pobreza, la mayor merma en la región. Apenas hace un mes, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), ratificó que México es el país donde más se redujeron la pobreza y la pobreza extrema durante la última década, hasta el punto de que representa 60 por ciento de toda la disminución de dichos males en el subcontinente.
Ambas instituciones coinciden en que los programas sociales han tenido un rol central en los logros referidos, pero que la mayor parte de los avances se debe a las políticas en materia laboral, desde la inédita recuperación del poder adquisitivo del salario mínimo hasta la regulación del outsourcing, gracias a la cual millones de empleados hoy gozan del reconocimiento de su antigüedad; acceso completo a prestaciones como aguinaldo y vacaciones; la correcta cotización ante el IMSS e Infonavit y el aumento en el monto del reparto de utilidades.Pese al reconocimiento internacional, la oposición política y mediática porfía en desacreditar los avances señalando el bajo crecimiento del producto interno bruto (PIB) en el sexenio anterior y lo que va del presente. A despecho de la realidad, estas voces repiten el mantra neoliberal de que el único camino para reducir la pobreza pasa por agrandar el PIB, algo que, a su vez, sólo puede lograrse (aseguran) haciendo de los países un infierno para los trabajadores y un paraíso para los dueños de grandes capitales.
Dejando de lado la mediocridad del crecimiento alcanzado bajo el neoliberalismo cuando se le compara con el periodo anterior, en el que imperaron las ideas keynesianas de “capitalismo embridado” con amplia participación del Estado, los datos muestran que el funcionamiento del modelo económico vigente niega los beneficios del crecimiento a la práctica totalidad de los agentes económicos (sean asalariados o “emprendedores”, ese eufemismo neoliberal para el autoempleo). Los estudios que cada año presenta la organización Oxfam contienen datos aplastantes: el 63 por ciento de toda la nueva riqueza creada en el mundo entre 2020 y 2022 fue capturada por el 1 por ciento más rico de la población.
La misma disparidad, explicada con otras palabras: por cada dólar de nueva riqueza que ganó una persona del 90 por ciento de la humanidad, un multimillonario ganó $1.7 millones de dólares. Nada ha cambiado desde entonces: de 2020 a 2025 se duplicó la riqueza acaparada por los cinco hombres más ricos, mientras 5 mil millones de personas tienen un patrimonio menor que hace un lustro.
Nada de lo anterior es producto de la propaganda gubernamental ni de presuntos demagogos de izquierda. Por el contrario, constituye una exposición somera de lo que siempre ha sido el neoliberalismo; un proyecto global de extracción de la riqueza desde abajo hacia arriba. En conclusión, si un reproche puede hacerse a la presidenta Sheinbaum y a su antecesor no es la falta de crecimiento, sino, acaso, el no haber ido lo suficientemente lejos en el combate a la maquinaria neoliberal creadora de pobreza y desigualdad.











