n 1984, Alain Dominique Perrin, entonces presidente de Cartier, la centenaria firma parisina que elabora valiosas joyas, relojes, perfumes y accesorios, estableció con el nombre de dicha empresa una fundación dedicada al arte contemporáneo.

Su sede estuvo tres décadas en un edificio de vidrio y acero proyectado por el arquitecto Jean Nouvel. En el jardín se instaló en 2016 La cabaña del gato, de la cineasta Agnes Varda.

Pero el lugar era cada vez menos apropiado para las numerosas actividades de la fundación, convertida en importante centro de difusión que trabaja con artistas del mundo, que rompió las barreras entre disciplinas y promueve la relación entre la creación artística y el pensamiento contemporáneo.

Ahora, la Fundación Cartier tiene nueva sede: un espléndido edificio del siglo XIX ubicado en el corazón de París, cerca de los museos Louvre y de las Artes Decorativas; la Sala Richelieu, principal teatro de la comedia francesa, y los Jardines Reales.

El lugar fue renovado en su totalidad por Jean Nouvel. Consta de cinco plataformas móviles que permiten reinventar el espacio para las exposiciones y funcionan como un dispositivo escenográfico para mostrar la diversidad de lenguajes de la vasta colección de la fundación.

Para su apertura se escogieron 600 obras que incluyen fotografía, cine, performance, artes visuales, oficios artísticos, ciencia y tecnología. Se exhiben en cuatro grandes bloques temáticos.

El primero incluye un laboratorio efímero que investiga la relación entre arte y estructura; uno más aborda los mundos vivos y su preservación; el tercero es un espacio para experimentar con materiales, técnicas y procesos. El cuarto es una serie de relatos que entrelazan ciencia, tecnología y ficción.

Dichas obras las elaboraron más de 100 artistas, entre los que destacan Claudia Andújar, James Turrell, Sarah Sze, Olga de Amaral, Junya Ishigami, Solange Pessoa, David Lynch, Annette Messager, Patti Smith, Cai Guo-Qiang, Diller Scofidio + Renfro y Chéri Samba.

Cartier es sinónimo de lujo y elegancia, y su joya más preciada es la nueva sede de la fundación que patrocina, convertida en un lugar al servicio del arte contemporáneo.