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Noticias para un Nobel en el Reino de España
E

l recientemente fallecido Armand Mattelart dedicó su vida a crear una teoría de la comunicación crítica y liberadora. Insistió en la necesidad de vincular comunicación, ideología y cultura con las relaciones sociales que prevalecen en nuestro tiempo, marcadas por el sello del capital. La premisa de que la comunicación no es una instancia autónoma ajena a la lucha de clases, decía al calor de la experiencia chilena de la Unidad Popular, la comprendía mejor la burguesía que la propia izquierda.

Estos días decembrinos, siguiendo los telediarios del Reino de España pienso que hasta Mattelart quedaría asombrado. La extrema derecha acusando al gobierno poco menos que de comunista, el PSOE luciendo casos de corrupción y acoso sexual, Vox presionando para una moción de censura, Pedro Sánchez en reunión virtual para seguir armando a Ucrania, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, pidiendo a Europa prepararse para la guerra porque “somos el próximo objetivo de Rusia”. No queda mucho espacio para el pueblo palestino, que entre las ruinas del genocidio muere de frío y humedad inundado por el temporal. Tampoco para las huelgas generales en Portugal e Italia.

La cobertura a Venezuela, sin embargo, es desmedida. Para muestra, el grupo audiovisual público RTVE. La televisión que la extrema derecha llama “del régimen” legitima la injerencia y demoniza uno de los procesos de creación popular más liberador que atesora la humanidad.

No debería haber visto estas noticias in situ porque tendría que estar precisamente en Venezuela participando en la Asamblea de los Pueblos por la Soberanía y la Paz de Nuestra América. A Caracas deberían haber arribado más de 2 mil internacionalistas para defender la Venezuela democrática. El cerco de Estados Unidos dejó a cientos sin embarcar. El intento unilateral e ilegal de cancelar el espacio aéreo venezolano afectó rutas y enlaces. Pese al asedio, el encuentro contó con la presencia de más de 500 internacionales, un éxito de solidaridad y articulación de los pueblos frente al imperialismo.

Mientras delegaciones de más de 50 países debatían en Caracas, la usina del despojo desplegaba sus armas materiales y simbólicas. De las primeras se ocuparon militares estadunidenses. De las segundas, medios internacionales. Para cada escenario una coordenada. El mar Caribe y Oslo. Dos geografías, un mismo guion. La maquinaria made in Trump diseña el relato y los medios lo devoran y vomitan al unísono. Crónica de un teatro anunciado, se abre el telón y los focos apuntan a la entrega del Premio Nobel de la Paz a la mendigadora de intervención militar contra su propio país María Corina Machado.

El espectáculo dosifica sorpresas. La primera es que la premiada no acude a la ceremonia. Sí los presidentes derechistas de Argentina, Ecuador, Paraguay y Panamá. Recoge el premio su hija. “Mi madre nunca incumple una promesa; en unas horas podremos abrazarla en Oslo”. No más información de su paradero. Sí del otro escenario, el mar Caribe. Estados Unidos secuestra y roba un buque petrolero venezolano y empaqueta el video para que los medios lo emitan junto al teatro del Nobel.

Al otro día el show continúa. La galardonada aterrizó en Noruega en jet privado tras una “odisea” para huir del país. La televisión pública española sigue el guion. Dirigen la operación “ex militares estadunidenses de un grupo privado”. Trump colaboró “extraoficialmente con servicios de inteligencia”. El dinero llegó de ”donantes generosos”. La prioridad no fue llegar a la ceremonia, sino salvar su vida. En barca de madera y lancha “vencieron al mar y llegaron hasta la isla de Curazao, donde esperaba el avión”. María Corina asegura que llegó a temer por su vida. En la era de la tecnología digital no se ha mostrado una sola imagen que respalde el relato. Días después anuncian que en la travesía se fracturó una vértebra.

El historial real de la Nobel de la Paz confirma que el traje de promotora de la violencia no le encaja como capricho retórico. Pero Corina es sólo una pieza de un engranaje complejo llamado imperialismo. Sus horas más bajas coinciden con una amenaza militar sin precedentes de Estados Unidos contra Venezuela que necesita legitimarse mediáticamente. Se inventan así cárteles, soles y narcoestados. Para aupar el rostro de la oposición interna, aparece en escena el fulano premio.

El tiempo del Nobel y la piratería en el Caribe coinciden a su vez con la publicación de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, que sitúa el interés prioritario de su política exterior en América Latina y el control de sus recursos para enfrentar a China, “principal competidor estratégico”. Europa y sus medios oficiales hacen de comparsas.

El legado de Mattelart nos advierte que el camino hacia otra comunicación está enraizado con el camino mayor por superar las relaciones sociales vigentes. Eso requiere, decía el maestro, de la participación protagónica de los y las oprimidas en la batalla de clases.

Hoy en Venezuela se libra un importante capítulo de esa brega histórica. Todos los dispositivos opresores apuntan contra ella. En una nueva declaración de guerra que ordena el bloqueo total “de todos los petroleros que entran y salen de Venezuela”, Trump amenaza: “La conmoción para ellos será como nunca antes la han visto”. Es tiempo de tomar posición. No es poca cosa lo que está en disputa. Hoy en Venezuela –hay quien no lo quiere ver– ese camino al que se refería Mattelart está abierto y se llama vía comunal al socialismo.

* Antropólogo y comunicador de Vocesenlucha

X: @vocesenluchacom