nglaterra, al igual que la mayoría de los países europeos, vive momentos difíciles de grandes retos y dificultades derivados principalmente por la falta de crecimiento económico, la inseguridad, la migración, la amenaza de los grupos radicales de derecha y de los más conservadores de estas naciones, así como también la presión que están recibiendo en materia de políticas comerciales y arancelarias por parte del gobierno de Estados Unidos.
Esto ha generado algunas divisiones internas importantes dentro de la izquierda británica, provocando una polarización y el surgimiento de facciones. En las semanas recientes, he sostenido reuniones con diferentes grupos políticos, sindicales, académicos, de empresarios y financieros, y desde mi punto de vista, considero que la división generada, en el caso particular de Inglaterra ha afectado los intereses de todos los sectores, mismos que cada uno de ellos buscan proteger: sobre todo, la riqueza que han generado a través de los años o décadas, desde la posguerra, principalmente.
Actualmente, los grupos de la clase trabajadora y los dirigentes de la mayor parte de los sindicatos en Reino Unido se quejan de que el crecimiento económico, que se supone beneficiaría a la clase trabajadora con la llegada al poder del gobierno laborista, no está siendo la prioridad dentro de las políticas generales, económicas y sociales de ese país. Así también sucede con otras naciones, como España y Francia, donde también he tenido reuniones estratégicas, en las cuales se ha reiterado la necesidad de unificarnos para luchar y retomar experiencias de estos países para trasladarlas a nuestra situación particular en México.
En este contexto, podemos observar la acción directa del sindicato Unite, con más de 1.5 millones de afiliados y donante clave de millones de libras al laborismo inglés en elecciones pasadas, que amenaza con cortar su apoyo financiero y político al primer ministro Keir Starmer por su tendencia conservadora, sus políticas de austeridad y sus recortes que ignoran por completo a las y los trabajadores.
La lucha, en ese marco, para sobrevivir y mantener estos intereses a través del presupuesto polariza a todos los grupos prevalecientes, los cuales no dan una idea clara de hacia dónde quieren llevar al país en el futuro. Cosas similares suceden en México, y es algo que debemos revisar con mucho cuidado, porque lo importante es definir un nuevo modelo de desarrollo basado en la planeación de actividades estratégicas, la educación, la seguridad ante la apertura o cierre de políticas migratorias en algunos casos. Es necesario analizarlo a la luz de nuestra propia experiencia y lo que estamos viviendo, sin apoyar todo el crecimiento sólo en un grupo o sector que ofrece muchos logros y beneficios, pero que finalmente responde más a intereses particulares que a los generales de la nación.
Con el objeto de estimular el crecimiento económico y social, generar mayores oportunidades y recuperar los niveles de empleo que se tenían en años recientes, estos países (en particular Inglaterra) están luchando por una estrategia que permita revisar las regulaciones en los sectores de energía, tecnología y planeación, para inducirlas y crear los estímulos necesarios para el crecimiento, sin descuidar al sector social. No se puede gobernar con y para unos cuantos: la experiencia demuestra que apoyarse en un grupo y descuidar a los demás lleva al fracaso, ya que el desarrollo de todos los sectores de actividad debe ser parejo. Esto es algo que para algunos es difícil de entender, porque no es sólo mejorar los salarios mínimos u otros niveles económicos, que sí permiten y ayudan, sino que se requieren cambios estructurales de fondo que consoliden una estabilidad laboral y social.
Algunos países europeos enfrentarán probablemente elecciones anticipadas en 2026, otros podrían retrasarlas, pero las presiones son muchas porque ha faltado esa visión y sensibilidad para crear esta estrategia y política de planeación de corto, mediano y largo plazo que permita balancear la economía y satisfacer las mayores necesidades de un país con el apoyo y la solidaridad y, por supuesto, la contribución de todos los sectores importantes de actividad, como lo es la clase trabajadora.
Sin duda, esto describe una crisis importante en Europa con dimensiones económicas (desigualdad, estancamiento), políticas (el fortalecimiento de la extrema derecha), sociales (racismo y antimigración) y ecológicas (colapso climático), agravada por recortes sociales, rearme militar y criminalización de protestas proPalestina, mientras el bipartidismo colapsa ante el descontento obrero y juvenil, priorizando guerras imperialistas sobre necesidades domésticas.
Así, en Inglaterra se articulan soluciones frente a la realidad laboral que se convirtió en una pesadilla: el visado de trabajador cualificado permite vivir y trabajar legalmente cinco años para optar por una residencia permanente, pero en muchos casos los trabajadores migrantes sufren confiscación de documentos, jornadas esclavistas por £100 al mes y amenazas de deportación, además de abusos y violaciones a sus derechos.
La experiencia británica actual ofrece lecciones valiosas para México, donde la izquierda corre el riesgo de dividirse por diferencias que pueden resolverse dialogando y buscando soluciones en beneficio del colectivo, y por otro lado, por cobijar a personajes que están completamente alejados de los principios de un movimiento que nació del legítimo hartazgo de la corrupción, la impunidad y los malos gobiernos. Es así que debemos analizar estas acciones colectivas para fortalecer sindicatos independientes, exigir una legislación inclusiva que equilibre el crecimiento económico con los derechos laborales, la educación y la seguridad social, y así promover alternativas políticas que protejan a todas y todos por igual. Al emprender acciones y estrategias de unidad disciplinada y movilización masiva, México podrá transitar y consolidar un modelo de desarrollo parejo y justo, fortaleciendo la estabilidad, la igualdad y el crecimiento a largo plazo y para todos los sectores.












