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Demetrio Vallejo en la memoria
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scribió Arnoldo Martínez Verdugo en 1986 que, pese a los contratiempos, reveses, amarguras, desavenencias personales, represión y marginación política, nada se había interpuesto para que Demetrio Vallejo dedicara su vida al bienestar de la clase trabajadora. Nacido en el alba de la Revolución Mexicana, en noviembre de 1910 y fenecido en diciembre de 1985, su nombre es emblema de la pulsión profunda del proletariado mexicano por conquistar la democracia y la libertad.

Vallejo ingresó al PCM siendo ya trabajador ferrocarrilero, en el Cemos se resguardan algunos documentos de 1939 cuando siendo presidente del comité regional de Coatzacoalcos, comunica la actividad de las organizaciones contrarrevolucionarias, que por entonces pululaban como reacción directa a la febril mirada reformista del cardenismo.

A Vallejo lo encontraremos más adelante, cuando el PCM quedó atrapado en el sectarismo encinista, en la forja y desarrollo del Partido Obrero Campesino. Aunque destacó menos como escritor, sí lo hizo en su calidad de organizador, sobre todo en su natal Oaxaca. A pesar de eso, algunos textos se encuentran en Noviembre, título que llevaba la prensa de su partido.

La década de vida del POCM colocó a Vallejo como el audaz organizador que arribó a la certidumbre política de que la única vía para la democracia era la conquista de la independencia de las clases subalternas. Aquella conclusión tuvo su cenit en las movilizaciones proletarias de 1958-1959, primera insurgencia obrera que marcó a sangre y fuego el derrotero del sindicalismo, pues mostró con la crudeza del autoritarismo la incapacidad del régimen para procesar cualquier demanda tímidamente democrática. Los adherentes al sindicalismo ferrocarrilero solicitaron mejores salarios y la capacidad de elegir a quien dirigiera sus organizaciones gremiales. Pese al escaso radio de acción de sus demandas, la sola posibilidad de que se eludiera la mediación política corporativa, se convirtió en la pesadilla de la élite modernizadora.

Apagar la llama ardiente de la voluntad proletaria por democratizar su vida cotidiana requirió la utilización del ejército y llevó a Vallejo, Campa y tantos otros, al presidio durante largos 11 años. En aquellos dos lustros, Vallejo escribió profusamente en Política, la revista de Marcué Pardiñas y siguió siendo un férreo combatiente, como lo muestran su prolongada huelga de hambre en 1968, misma que afectó su salud. Fue en 1967, estando preso, que la Liga Comunista Espartaco propuso a Heberto Castillo, por entonces al frente de un disminuido MLN, que el preso político fuera lanzado como candidato a diputado. Fue éste el primer “encuentro”, a distancia, entre Vallejo y Castillo. Un año después, el ingeniero veracruzano sería víctima del encierro tras su participación en la Coalición de profesores que apoyó el verano contestatario de 1968.

A la salida de su encarcelamiento, Vallejo, Castillo y otros comenzaron a forjar una nueva organización política. Aunque varios de los iniciadores no siguieron la ruta marcada por estos dos líderes, en 1975 se fundó el PMT, espacio desde el que daría sus batallas en aquellos años. Además de organizar el Movimiento Sindical Ferrocarrilero, el líder obrero escribió en contra de la “apertura” echeverrista a la que no consideraba una verdadera apuesta por la democracia, en favor del aborto y polemizó sobre la interpretación de los hechos de 1959, especialmente de la responsabilidad de los partidos de izquierda en su derrota. En 1982 la influencia de Vallejo encontrará en la huelga de la refresquera Pascual uno de sus momentos emblemáticos.

Sin embargo, como todas las organizaciones políticas, el PMT sufrió un proceso de disputa interna. Las izquierdas en aquellos años ampliaron su trabajo de “masas”, lo que significó descentrar el mundo sindical. Ese desplazamiento llevó a una confrontación que escaló hasta su exclusión de la organización que contribuyó a formar. A partir de ese momento se adhirió al joven PSUM y en la elección intermedia de 1985 obtuvo una curul, que tras su muerte, ocupó Alejandro Encinas.

El derrotero de Vallejo es una muestra de una fracción importante, aunque minoritaria del movimiento obrero. Sin ser un ideólogo marxista o socialista, expresó como pocos el sentido cotidiano de las luchas de la clase trabajadora mexicana, aprisionada en su accionar por el Leviatán tricolor. Como todos los actores de esta época, Vallejo estuvo en medio de disputas políticas que muchas veces adquirían un tono personal y que vivió con la pasión de quien se entregó a una causa. Pese a ellas, sin embargo, su nombre es un referente para imaginar futuros donde la democracia exceda las urnas y se instale también en los mundos del trabajo.

Una cultura política que se precie de democrática, no puede eludir el nombre de quien, en una época donde los cargos públicos no eran codiciados, dejó su libertad y su salud en pos de la mejoría de la clase trabajadora. Honrar el nombre de los combatientes democráticos del siglo XX incluye cuidar el patrimonio simbólico y material de este gremio y a los actuales custodios de su memoria, en buena medida hoy localizados en el Museo de los Ferrocarrileros.

* Politólogo, investigador UAM. Coautor de La raíz plebeya de la democracia mexicana.