El gobierno de Boric tuvo logros, pero la derecha capitaliza las fallas
Domingo 14 de diciembre de 2025, p. 18
Santiago. A 35 años del fin de la dictadura del general Augusto Pinochet (que duró de 1973 a 1990), un confeso admirador suyo, el ultraconservador republicano José Antonio Kast –que hoy se enfrenta en segunda vuelta a la comunista Jeannette Jara–, podría convertirse este domingo en presidente electo de Chile, a tan sólo seis años del estallido social de 2019 (18-O), cuando pareció que tambaleaba la institucionalidad neoliberal que dejó el régimen, apenas tocada durante tres décadas y media de gobiernos democráticos.
El probable retorno del pinochetismo que encara Kast se daría tras la presidencia de Gabriel Boric –que comenzó en 2022–, líder del neoizquierdista Frente Amplio que, repleto de dirigentes estudiantiles, ha cometido error tras error, despilfarrando la oportunidad de relevar a la vieja izquierda desgastada, con la cual terminó gobernando.
Bajo el mandato de Boric fracasaron en Chile dos procesos para reemplazar la Constitución de la dictadura.
El de 2022 estuvo dominado por grupos de interés que personificaron el wokismo (ambientalistas, animalistas, conservacionistas, feministas, indigenistas, etcétera), que con el apoyo de la izquierda institucional (socialistas, comunistas) redactaron un proyecto que parecía querer refundar el país, y fue rechazado por 62 por ciento de los votantes.
El segundo, en 2023, controlado por los republicanos de Kast más la “derechita cobarde”, como la tilda el actual candidato, buscó entronizar para siempre la institucionalidad pinochetista, pero terminó hundido con 56 por ciento de los votos.
Bandazos de la sociedad chilena
Kast construyó un discurso que relata que Chile se cae a pedazos, supuestamente azotado por la falta de crecimiento económico, el desempleo y el crimen organizado, y asociando la delincuencia con cientos de miles de migrantes, 330 mil de ellos indocumentados y a los que promete expulsar.
Las cifras dicen lo contrario: si bien de forma modesta, la economía creció durante el gobierno de Boric a una tasa de 1.8 por ciento promedio y de 2.4 por ciento en 2025; el desempleo se sitúa en 8.4 por ciento (26.2 por ciento la ocupación informal); la tasa de pobreza es de 6.2 por ciento según cifras oficiales de 2022; y la inflación anual es de 3.4% y se perfila a la baja.
La cifra de homicidios es de 6 por cada 100 mil habitantes, de las menores de Latinoamérica, tras un máximo de 6.7 en 2022 y de 6.3 en 2023.
Según Carlos Ruiz Encina, sociólogo y doctor en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile, durante la administración Boric la derecha se valió del vacío político causado por el incumplimiento de las demandas de las manifestaciones de 2019, lo cual explicaría el transitar del pospinochetismo a una suerte de neopinochetismo.
“La sociedad chilena no ha dejado de querer transformaciones; pero este gobierno no fue capaz de ofrecer un camino para realizar las que prometió y para enfrentar las dificultades que le tocaron. No logró tener una estrategia de realización para abrirse paso gradualmente y se encontraron con un muro muy difícil de escalar”, dice.
Añade que “lo que hay no es una ultraderecha homogénea, sino varias; una que explica una vuelta prácticamente literal al pinochetismo, pero no es toda. El escenario no es estable ni decantado, ahí reside la posibilidad de un potencial descontento. Si Kast no lograr articular a las derechas, es posible que enfrente formas de oposición social”.
La izquierda, en tanto, deberá procurar entender “qué fue lo que le pasó y elaborar una estrategia gradual de transformaciones a la medida de la correlación de fuerzas que realmente existe. El punto es pasar de la táctica electoral que la consume, a una estrategia que distinga por dónde empezar y encontrar un modo de hablarle a la sociedad para que comprenda la complejidad de la perspectiva de transformaciones”.
La derecha y la dictadura
Manuel Antonio Garretón, sociólogo, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, dice que “la cuestión central en juego es que el conjunto de la derecha no tiene un proyecto originado en democracia, sino un proyecto cuyo referente es la dictadura”. Eso, añade, significa que son los más duros y con más coherencia ideológica los que ganan, mientras que los sectores que se declaraban democráticos “terminan apoyando un proyecto que es una reminiscencia de la dictadura en el espacio democrático –no sabemos cuánto lo respetarán–, y que es una regresión de todo lo que es el avance social realizado desde la recuperación democrática”.
Agrega que “todo el mundo sabe que lo que Kast tiene en mente es lo que se acerque más a lo que fue la sociedad chilena de la época de Pinochet; de momento no veo que se vaya a saltar la democracia, pero sí ha ido generando una crítica a las instituciones que le permita en algún momento hacer algo así”.
Al respecto, advierte que una mayoría importante de la población, los 5 millones obligados a votar y que recién se suman a la política, también rechazan las instituciones. Kast, explica, se hizo fuerte invocando “un lenguaje y un proyecto básicamente revanchista y de castigo a los narcotráficos, los migrantes, al mundo del trabajo precario; castigo a todos los sectores que tienen grandes complicaciones en esta sociedad que se ha creado”.
Todo ello “con un lenguaje agresivo que le permite aparecer frente a este mundo nuevo incorporado a la política por el voto obligatorio, que son sectores que no tienen una ideología de derecha, sino una enorme despolitización y rechazo, a quienes les hace un discurso: ‘les traemos la paz y usted podrá hacer lo que quiere tranquilamente’”.











