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La obesidad en México es un peligro
D

os médicos, Lizbeth Tolentino y Víctor Ríos, se muestran, de visita en la casa, muy preocupados por la obesidad creciente tanto en sus pacientes niños como en adultos, en la Ciudad de México.

–Mi nombre es Lizbeth Tolentino, soy investigadora en el Instituto Nacional de Salud Pública, y nuestra línea de investigación es sobre obesidad y problemas de salud pública en México.

–Qué bueno, doctora, porque el sobrepeso, la diabetes y la hipertensión son algunos de los graves problemas de salud en los adultos en México, aunque a mí me hacen mucha gracia los gorditos.

–Sí, pero en los niños también ha aumentado la obesidad por el consumo de bebidas azucaradas debido a la gran cantidad de publicidad a la que se expone a nuestra infancia. En un momento dado, pedimos a los vendedores en Coyoacán que no trajeran su mercancía a la salida de las escuelas, pero no se logró nada, porque tampoco los padres de familia vigilan lo que comen sus hijos.

–¿Cuál es el remedio?

–Queremos hacer un programa que controle la venta de alimentos dentro y fuera de los centros educativos que tengan sellos de advertencia por su alta cantidad de azúcar y grasas, pero los niños los compran tranquilamente apoyados por la propaganda y la continua publicidad a la vista de todos y a la salida también todos corren anhelantes a la miscelánea…

–¿La obesidad es un problema sólo de los niños de bajos recursos?

–No, también la población de ricos tiene pasión por las golosinas. Algo muy importante es prevenir enfermedades cardiovasculares o la diabetes, y divulgar que es muy peligrosa. Cada vez tenemos pacientes más jóvenes con diabetes. El doctor Víctor Ríos Cortázar, sentado aquí a mi lado, tiene un proyecto urbano de salud para implantarlo en las escuelas saludables.

–Doctor, ¿qué desea usted para los niños mexicanos?

–Que aprendan a vivir y tomen buenas decisiones y por eso trabajamos dentro de las escuelas para que adquieran conciencia de lo que es su salud y la de su comunidad.

–Saber qué es bueno o malo.

–Sí, y que tomen decisiones en favor de sí mismos y se protejan. No solamente es la alimentación sino lo que va junto con ella: la convivencia, reconocer al otro como alguien que puedo cuidar y me puede cuidar y que entre todos cuidemos de nuestra salud. Ésta se vuelve un asunto de la comunidad, no solo de cada individuo. Creemos que se puede potenciar a los propios niños para resolver problemas como la obesidad y las enfermedades que derivan de ella: la diabetes, la hipertensión, que son los que más afectan a la niñez mexicana. Los adultos que ya tienen el diagnóstico de la obesidad, si van a sus consultas médicas con regularidad, logran un buen control de su enfermedad.

–Pero hay quienes ya se han aficionado a la comida chatarra y rechazan verduras y ensaladas. Un coyoacanense me dijo: “Yo no como pasto”.

–En parte, los jóvenes no tienen un entorno que los favorezca y se llenan de tacos, tortas o fritangas. En México, sólo 33 por ciento de quienes tienen diabetes logran un buen control de su enfermedad, es decir, tres de cada 10 pacientes, aunque ya estén diagnosticados se preocupan por su diabetes.

–¿México es un país de panzones?

–Sí, tenemos 74 por ciento de la población adulta con sobrepeso y obesidad. Entre los niños de primaria, por ejemplo, es cerca de 40 por ciento. Es de los índices más altos del mundo. Si esos niños siguen creciendo así de gordos, muy pronto van a enfermarse de diabetes e hipertensión; lo que llamamos dislipidemias, tiene que ver con el colesterol alto, los triglicéridos que también dan complicaciones de enfermedades cardiovasculares.

–Pero, doctor Ríos, todos los países pobres tienen tendencia a la obesidad por la chatarra que viene del extranjero en bolsas de plástico y somos víctimas de la publicidad que es nuestra madrastra.

–Sí, eso es cierto. A partir de que México entró en el Tratado de Libre Comercio creció la obesidad infantil muy rápido, porque se modificó la alimentación de los hogares mexicanos. En la calle, pulula la comida rápida que suple la sana alimentación, eso sucede hasta en los pueblos más alejados y es una verdadera desgracia.

–Doctora Tolentino, sabemos que un plato de frijoles tiene cantidad de nutrientes. Recuerdo haber dado caldito de frijol a mis hijos muy pequeños; lo mismo sucedió con mis nietos, todos delgados…

–Sí, los frijoles son un alimento de primera, tienen hierro y proteínas. La combinación de maíz con frijoles es muy buena. Por eso ahora la Secretaría de Salud promueve mucho la dieta de la milpa: maíz, frijol, calabaza, flor de calabaza, huitlacoche. La combinación de estos alimentos impide la desnutrición y otras enfermedades.

–Estados Unidos ha producido muchísimos niños obesos de pop corn y leche malteada comidos frente a la televisión.

–El otro componente que daña el organismo es el aumento tan rápido en nuestra costumbre de consumir refrescos. En México es muy alto y los niños copian a los adultos. El promedio de consumo es de 116 litros de refresco al año, por persona.

–¿Cómo se puede corregir este error?

–Los médicos pedimos la participación de la familia y de escuela. Una parte tiene que ver con la información, pero la otra con tener espacios de divulgación para alertar el daño que causan los refrescos embotellados y eso es muy difícil, no existe empresa que lo acepte, nadie quiere saber del daño que causa el azúcar en refrescos. Ser gordo no es sano. Para los médicos un gordito es un niño propenso a una enfermedad grave, aunque le caiga bien a todos. Eso es lo que nosotros trabajamos y por eso publicamos nuestro periodiquito Niño Artillero, que repartimos entre papás y escuelas. Yo laboro en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco; ahí hicimos el Proyecto urbano de salud. Trabajo mucho con los jóvenes que hacen su servicio social, futuros médicas y médicos que aprenden otro modo de cuidar su salud antes de que la gordura se vuelva una enfermedad, hay que prevenirla a toda costa.

–¿Por qué cree, doctor, que hay tanta afición por los dulces?

–Por la propaganda, el producto mismo tiene jalón y es atractivo al paladar. La publicidad cumple un papel muy importante. Las tiendas de conveniencia están diseñadas para que la gente consuma comida chatarra. También ahí puede uno pagar servicios: la luz, el banco, el teléfono. Acabo de leer que cada 14 horas se abre una nueva tienda que desplaza a la de barrio y los médicos estudiosos de la obesidad los llaman “pantanos alimentarios”. La gente difícilmente encuentra opciones saludables en una tiendita. En cambio, los tianguis o mercados de frutas y verduras son un oasis alimentario, porque ahí sí se pueden encontrar alimentos saludables, frutas y lechugas, apios y rábanos, buenos para nuestra salud.

–Pero, doctor, incluso en pueblitos muy pobres, siempre abunda la comida chatarra en cualquier tendajón.

–Sí, hay que trabajar en dos frentes, uno con las políticas públicas: la de los sellos de advertencia y la prohibición de la venta de dulces en las escuelas. Ese es un frente en el que todos los médicos insistimos. El otro es convencer a los adultos de que son nocivos. Insisto con los alumnos de nuevo ingreso en la “investigación-acción” para regular el consumo de comida chatarra tal como hicieron en Chile, Brasil, Argentina y Uruguay.

–¿Estamos en peligro?

–Siete de cada 10 personas en México, adultos mayores de 20 años, tienen algún problema de sobrepeso; en los niños, cuatro de cada 10. La venta de chatarra se ha incrementado año tras año. Debemos trabajar con niños y adultos para informarles que corren peligro. Si tenemos un buen modelo, lo podemos proponer en todas las escuelas.