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Tu colonia

La industria textilera dio fama a esa parte de la urbe

Santa Teresa, zona de fábricas a orillas del río Magdalena

Fue habitada por familias de obreros que se alzaron para defender a uno de sus líderes // Nuevos residentes encarecieron los servicios

Foto
▲ En el sentido de las manecillas del reloj, fachada de lo que quedó de la textilera, la iglesia de Santa Teresa en 1948 y en la actualidad. Toma aérea de la factoría en 1933; al fondo el camino de árboles que flanqueaba el río Magdalena. Una de sus estrechas calles.Foto cortesía de los habitantes de la colonia y Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Domingo 14 de diciembre de 2025, p. 25

Sobre el viejo camino a Contreras, donde aún se puede ver la corriente del río Magdalena que mantuvo por décadas a la industria textilera del sur de la capital, está la colonia Santa Teresa, cuyo origen justamente es la fábrica de hilados y tejidos que llevaba ese nombre.

En el siglo XVIII, la fuerza del agua fue aprovechada para levantar varias fábricas sobre la ribera: El Águila Mexicana, La Magdalena y Santa Teresa, que hicieron que Contreras se convirtiera “en el corazón industrial de México”, relatan con orgullo los actuales moradores.

Ricardo Padilla, cuarta generación de los habitantes de esta zona, recuerda los relatos de su abuelo y tatarabuelo, quienes le contaron cómo se conformó la vieja Santa Teresa, una colonia de obreros.

En los terrenos de lo que fue una gran hacienda, propiedad de españoles, se levantó la textilera. Los alrededores se transformaron, las rancherías se convirtieron en las casas de los trabajadores que poblaron la zona.

En el 1256 de la avenida México aún está en pie la barda de piedra de cantera y puerta de madera por la que ingresaban a la fábrica, éstos son el último vestigio de lo que fue la famosa textilera Santa Teresa.

El muro que sirve de límite perimetral a un conjunto habitacional por años fue utilizado por políticos de todos los partidos para promocionarse en busca de un cargo popular, pero para la población nativa es “un testigo mudo de la historia de la colonia”, que fue catalogado monumento histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Frente a la barda también está una de las viviendas que ocuparon los obreros, cuyos descendientes sobreviven. Terrenos de cuatro metros de largo por tres de ancho, con dos cuartos, ventana y una pequeña puerta era el modelo de aquellas precarias moradas.

Entre las familias que aún se mantienen están los Padilla, Bragado, Mena, Quintero, Márquez, Mendoza y Fuerte. Es doña Eva Mena, con más de 80 años, quien con hijos y nietos se encarga de preservar las tradiciones en la colonia, porque según la historia oral, hubo algunos nativos de Santa Teresa que fueron descendientes de los Tepanecas.

Ricardo, también representante de las festividades, habla de la importancia de la fiesta patronal del 15 de octubre en la iglesia de Santa Teresa, inmueble construido por los obreros hace 81 años.

Octubre, para los nativos de la colonia, es un mes representativo porque también conmemoran el movimiento obrero que iniciaron los empleados de la fábrica y que cobró la vida de dos jornaleros en su intento por liberar a Julio Márquez, uno de los líderes sindicales que había sido “secuestrado por los gendarmes”.

El asesinato de los obreros en San Ángel el 20 de octubre de 1922, narrado por el escritor Paco Ignacio Taibo II, fue lo que dio el nombre a una de las principales calles de la colonia, en reconocimiento a la lucha sindical.

A finales de la década de los 60 y tras una huelga insostenible, la fábrica de Santa Teresa cerró. Los terrenos fueron vendidos y surgieron los nuevos conjuntos residenciales: Fuentes del Pedregal, Pedregal 2 y Pedregal de Lago, que encarecieron la vida de la colonia.

La calle Mártires 20 de octubre colinda con Teocalli, que en los 70, con la construcción de los nuevos desarrollos, intentaron desaparecer para que tuvieran salida los nuevos residentes; sin embargo, los representantes de la colonia Bonifacio Balderas Hernández y Ricardo Padilla Vázquez se opusieron. Ellos solicitaron al entonces presidente de la República José López Portillo, ayuda para mejorar las viviendas ante los abusos del delegado de La Magdalena Contreras, Francisco López Camarena, que intentó Favorecer a los nuevos habitantes.

En su escrito de mayo de 1973, esos trabajadores que dieron vida a una colonia, expusieron que eran parte de “una ciudad perdida” que se encontraba rodeada de riqueza y de lujos, como evidencia de sus palabras nombraron a cada uno de los fraccionamientos residenciales que se instalaron en Santa Teresa.

Tras la transformación de la colonia, además de la barda, dos muros más mantienen vivo el origen de este barrio, ahora el módulo deportivo de Santa Teresa, que albergó los lavaderos donde las familias fregaban la ropa y en algunos casos aprovechaban para bañarse.

En Santa Teresa sólo hay una escuela pública, la primaria Alfonso Teja Zabre; frente a ella se encuentran los arcos, también parte de la fábrica, que buscan preservar como parte de la identidad de una colonia de obreros que se resiste a desaparecer, a pesar de que por las modificaciones del desarrollo urbano la clasificaron como una zona de media-alta plusvalía.