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FIL 2025
Mónica Rojas explora los silencios familiares, “muchas veces más ruidosos que los gritos”

Una historia de migración permite a la autora reconocer los territorios del cuerpo femenino

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▲ El académico y narrador Pedro Ángel Palou acompañó el martes a Mónica Rojas en la presentación de su novela A la sombra de un árbol muerto, en la FIL de Guadalajara.Foto Arturo Campos Cedillo
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Periódico La Jornada
Jueves 4 de diciembre de 2025, p. 3

Guadalajara, Jal., La escritora Mónica Rojas (Puebla, 1983) tomó en cuenta, desde hace mucho tiempo, cómo el cuerpo de la mujer se convierte en un territorio de resistencia. “Sobre todo en la manera en que las mujeres son reprimidas a partir de su corporalidad”, dijo la autora en entrevista con La Jornada.

Rojas presentó su novela A la sombra de un árbol muerto el martes en el salón H, Área Internacional, de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. La escritora estuvo acompañada por el académico y narrador Pedro Ángel Palou.

La novela, publicada por Hachette Literatura, comienza en 1873, en Santander, España, con la historia de Magdalena y Juan, un matrimonio humilde marcado por la pérdida de un embarazo que truncó sus sueños de formar una familia.

En busca de una vida distinta, deciden emigrar a los Altos de Jalisco, México, dando inicio a una saga familiar que aborda el exilio, la resistencia y la herencia emocional que se transmite a las generaciones posteriores.

Mónica Rojas señaló que la migración, eje central de la historia, no se limita al traslado de un continente a otro; también se manifiesta en los desplazamientos internos, en territorios diversos que existen dentro de un mismo país.

“No fue una decisión consciente, sino la necesidad de visibilizar la extrañeza que surge cuando estamos fuera de un espacio conocido. Este desplazamiento conecta de manera natural e histórica a México con España y permite explorar tanto los espacios físicos como los territorios del cuerpo femenino.”

La autora destacó que los nombres de los personajes reflejan vínculos familiares y recuerdos de infancia: Leonarda, que cierra la historia, es el nombre de su abuela materna, mientras Petra recuerda a su bisabuela.

“Los silencios familiares son muchas veces más estruendosos que lo que se grita”, añadió la escritora, quien ve en la novela una invitación a explorar esos silencios y a acercarse al trauma como un espacio de memoria y resistencia.

El realismo mágico, presente en la obra, surge también de la relación particular de México con la muerte. “Estamos habituados a convivir con los muertos. Los muertos no se mueren nunca. Están con nosotros en forma de colibrí, de sueño, de flor, de recuerdo; esta memoria tiene que ser tangible”, añadió.

“Mi interés por la historia cotidiana y los relatos familiares proviene de la enseñanza de mi abuela. Aprender historia a través de lo íntimo, de la vida de las soldaderas, las mujeres y los actores cotidianos que no figuran en los libros, me permitió comprender que la verdadera resistencia ocurre en la vida doméstica y en lo pequeño.

“Los personajes hacen lo que pueden con lo que tienen, y hay una constante resistencia a la condición biológica, al cuerpo y al lugar que ocupan en un mundo que no eligieron habitar.”