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La triple alianza de Bellinghausen
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n la obra de Hermann Bellinghausen poesía, prosa y trabajo periodístico forman una triple alianza donde reverberan temas, atmósferas y un profundo amor por el lenguaje.

Imposible no pensar en su poema “El universo en el jardín” al leer el cuento “Viaje a las estrellas”, incluido en su libro Mester de alfarería: el poeta mira a lo alto desde su ventana vieja de madera, el prosista tumbado en la yerba pierde la vista en la bóveda inmensa. Pero uno y otro descifran, en silencio, el lejano fulgor de las altas esferas cuyos movimientos vislumbró Kepler en el siglo XVII.

¿Y no en sus crónicas periodísticas del alzamiento zapatista también aparecen el cielo y la lluvia? “¿A quién importa si llovía?”, cuestionaron algunos reporteros. Para ellos lo importante era dar cuenta de tropas, armas largas, enfrentamientos, pero la respuesta de Hermann Bellinghausen fue sencilla: si lo consignó fue “porque llovía”.

En sus crónicas, reportajes o ficciones la naturaleza es un elemento importante y a veces un personaje cabal, como ese mar encrespado que aparece en “Viejo mar”, un inmenso cuerpo de agua que está de “mal humor”.

Se inspiró para escribirlo en un hecho real: “recuerdo perfectamente que fue un día que yo venía manejando por la costa de Veracruz en medio de un huracán y llegué a Tlacolula. El mar estaba enloquecido y había un señor que tenía como un hotelito en la playa; todo se lo llevaba el viento, pero el viento le pegaba al mar y el mar chocaba con el viento. Entonces, no sé en qué momento posterior se me ocurrió contarlo así, que el mar era alguien que era como una especie de persona que estaba de mal humor porque el pinche viento no lo dejaba en paz”.

Llama la atención que cuentos, poemas y crónicas periodísticas tengan un ritmo muy cercano a la oralidad. Por momentos da la impresión de que unos y otros fueron escritos para ser leídos en voz alta. Eso nos dice el ritmo de su escritura y también que muchos de ellos, casi todos, cuentan historias.

Historias propias y ajenas que siempre terminan siendo nuestras, como la del poeta y médico Víctor Segalen, amigo de Debussy, quien descubrió las últimas obras de Gauguin en los Mares del Sur, concretamente en Tahití y las Islas Marquesas. Cuando el médico-poeta asistió al remate de los bienes del pintor adquirió varias de sus obras y eso lo animó a escribir uno de los primeros ensayos críticos sobre Gauguin en la revista Le Mercure de France, en 1904, donde aborda el exotismo como “la noción de lo diferente”.

Otras historias lo han inspirado en Mester de alfarería, su libro más reciente, como el poema “One More”, de Raymond Carver, en su cuento “Un día menos”. Historias que pueden ser de un instante, de un encuentro inesperado, o surgidas de una película o de una canción.

Al Bellinghausen poeta y prosista le interesa lo inesperado, lo fortuito, pero también lo cotidiano para transformarlo en algo significativo. Tan variados son sus temas, que vistos en conjunto bien podrían ser un mapa de los muchos Méxicos que conforman México. Allí aparece el mundo indígena, pero también la vida cotidiana de la urbe.

Hermann Bellinghausen está seguro de que un buen poema o un buen cuento “se queda contigo, aunque se te olvide. Cuando lo necesites te va a hablar, te va a decir”.

Sin temor por el crecimiento de la cultura audiovisual y la redes sociales nos dice que “hemos tenido un siglo de cine, y el cine es una forma de estar contando todo el tiempo. Es lo que hacen las series, contarte historias todo el tiempo”.

Su libro Mester de alfarería refrenda la triple alianza presente en su obra. En estos cuentos de lagunas y alcantarillas, de la veloz inmovilidad del colibrí, del viento que azota las selvas y no tiene fondo, de fotógrafos lúbricos y modelos impávidas, se asoma la crónica y la iridiscencia de la poesía para contarnos algo; para que se nos quede una historia, aunque la olvidemos, pues algún día, cuando nos haga falta, nos dice Bellinghausen, la volveremos a escuchar.