En Perros y personas reflexiona sobre cómo estos seres llegaron a ocupar un lugar central en los vínculos humanos
Sábado 15 de noviembre de 2025, p. 4
Julieta García González (Ciudad de México, 1970) lleva años observando a los perros como quien contempla un misterio cotidiano.
Su interés por entender cómo llegaron a ocupar un lugar central en los vínculos humanos la llevó a escribir Perros y personas: Una historia de amor (Reservoir Books), ejemplar que combina ensayo, memoria y relatos insólitos sobre la compañía canina.
Más que tratado académico o manual etológico se trata de un homenaje íntimo a una relación que, según la autora, “rebasa cualquier categoría tradicional de amor”.
Dos citas abren la lectura: la novelista y dramaturga Elena Garro alude a El día que fuimos perros, mientras la escritora Mary Oliver describe el magnetismo incomprensible que surge al elegir un cachorro.
“Ese recorrido hacia otras voces se entrelaza con mi propia historia. En mi infancia no tuve perritos. Sin embargo, me seguían, y lo interpretaba como signo del destino, aunque mis padres no lo veían igual. Fue hasta mis veintes que adopté a mi primera perra”, explicó García González en entrevista con La Jornada.
“Desde entonces, cada amigo de cuatro patas dejó su impronta en etapas vitales: mudanzas, separaciones, cambios de trabajo, duelos. Están ligados a lo más íntimo: matrimonios, pérdidas, incluso rutinas tan sencillas como los paseos. Responden a nuestros movimientos y emociones.”
Además de sus propios animales, la también ensayista recorre historias de canes que acompañaron a artistas y escritores. Destaca a Lump, considerado por Picasso como algo distinto a un animal o a una persona, y a Carl, inseparable de Emily Dickinson.
Se detiene en las monjas medievales que escondían mascotas en sus celdas para preservar algo exclusivamente propio, y evoca a Rintintín, convertido en estrella de cine. “Me interesaba cómo ellos también fueron elegidos y cómo dejaron huella en la obra de quienes los amaron”, indicó García González.
Del ámbito histórico al cotidiano, relata con humor la custodia compartida de dos ejemplares tras un divorcio, y rememora la sensación de seguridad que le brindó una perra al volver sola a la Ciudad de México.
Durante la pandemia de covid, asegura, fueron sus compañeras quienes le ayudaron a sostenerse ante la ansiedad: “gracias a ellas mantuve una rutina. No podía quedarme en pijama con la desesperación; tenía que sacarlas, alimentarlas, estar con ellas. Su constancia me sostuvo”.
Al preguntarle por la naturaleza de ese vínculo, titubeó un instante: “Es muy difícil de describir. No es un amor como el que se tiene a una pareja o a un hijo, pero es amor. Es un lazo emocional muy fuerte, tan intenso que revela un abanico de emociones inesperado. El duelo por su pérdida puede ser tan desgarrador como el de cualquier ser querido.
“La experiencia de escribir este libro me enseñó a negociar con los animales y a trasladar esas lecciones a otros ámbitos. Y viceversa. No soy la loca de los 14 ejemplares; sólo he intentado acomodarme a la vida con ellos sin causar daño, ni a ellos ni a mí misma. Ese ha sido el verdadero aprendizaje.”
La autora subrayó que estos compañeros abren un espectro emocional insospechado. “Pensamos que el afecto, la tristeza o el amor por un ser querido es exclusivo entre personas, pero ellos nos enseñan que no es así. Su compañía revela dimensiones de la vida afectiva que a menudo pasamos por alto.
“Cada amigo canino actúa como un puente, un reflejo de nuestra vida emocional. Aprender a convivir con ellos es aprender a comprendernos a nosotros mismos desde otra perspectiva. Algunos son inseparables, otros más independientes, pero todos nos enseñan a ser pacientes, a leer emociones y a responder con autenticidad.”
Además, puntualizó la importancia de la adopción y la recuperación de animales mayores o con historias complicadas, ya que “los ejemplares adoptados tienen un pasado que influye en nuestra relación, y asumir y respetar esa historia es una lección de humildad y empatía. Ellos no juzgan; simplemente nos aceptan y nos impulsan a ser mejores”.
Su deseo es que los lectores, al recorrer los nueve capítulos, reflexionen sobre su propia conexión con los canes. “Que los observen con curiosidad y respeto, sin sentir vergüenza al expresar lo que significa quererlos.
“Ojalá este volumen ayude a normalizar esa efusividad, a entender que ese amor no necesita justificación. Al final, ese misterio persiste: los perros nos acompañan y enseñan, con sencillez, otras formas de habitar el mundo.”











