Agentes de la patrulla fronteriza de EU asesinaron a sus hijos // Denuncian burocracia de las autoridades
Viernes 14 de noviembre de 2025, p. 22
Han transcurrido 15 años del asesinato de Sergio Adrián Güereca a manos de un agente de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos que disparó desde El Paso, Texas, hacia el lado mexicano.
En el tiempo transcurrido sin justicia por el crimen, su mamá, María Guadalupe Güereca, afirma que mantiene la fuerza para que su muerte no quede impune, y así lo hará hasta que pierda la vida.
El camino ha sido largo y ha estado atiborrado de burocracia y promesas vacías de autoridades mexicanas.
Lo mismo vivió Araceli Rodríguez Salazar. Hace 13 años su hijo recibió 10 tiros en Nogales, Sonora, de un agente de la Patrulla Fronteriza, quien le disparó luego de meter la mano por los barrotes y lo dejó sin vida en suelo mexicano.
Ninguno de los dos adolescentes intentó ingresar a Estados Unidos. Su error fue transitar en el filo fronterizo y ser ejecutados por guardias que sí cruzaron el límite de su país.
Hoy, ambas madres confían en que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emita un dictamen a su favor en el que el gobierno estadunidense reconozca su responsabilidad, y compense a las familias de las víctimas.
Sergio tenía solamente 15 cuando recibió tres tiros del agente. Hoy, el joven de Ciudad Juárez tendría 30 años de edad. José Antonio, hijo de Araceli tendría 29 años, pero el agente interrumpió su vida cuando apenas tenía 16.
Sergio falleció en el conocido Puente Negro. Caminaba por esa zona para cumplir un mandado que le pidió doña Guadalupe. Se quedó mirando a un agente que golpeaba a otras personas en el Río Bravo Cuando el oficial se percató de que lo observaba, le disparó. Primero en la mano, después en la parte lumbar y después en la cara.
Sin embargo, el agente no fue culpado y a pesar de las múltiples demandas y acciones legales que su familia ha interpuesto en Estados Unidos, ninguna ha prosperado, relató a La Jornada María Guadalupe.
“Mi hijo era buen estudiante, había salido con buenas calificaciones de su secundaria. Los maestros me felicitaron porque era buen alumno, no era grosero. Era un niño muy caritativo y alegre. Desgraciadamente estaba en el lugar equivocado”, contó María Guadalupe, quien no ha cesado de exigir justicia para su hijo y hoy está en la Ciudad de México, donde sigue su lucha.
Aunque las autoridades mexicanas le han prometido ayuda, han pasado tres sexenios y ninguno ha intervenido para que se juzgue al agente y se haga justicia. Sin embargo, afirmá que “hasta el día que Dios me tenga aquí, voy a seguir exigiendo justicia; mi hijo me da la fuerza, siempre está conmigo”.
A José Antonio lo asesinaron cuando iba caminando por la banqueta de la calle Internacional en Nogales, Sonora. El agente metió la mano entre los barrotes y le asestó 10 tiros, ocho en la espalda y dos en la cabeza.
“Demandamos al gobierno estadunidense. Hubo dos juicios, en los que se declaró no culpable al asesino pese a que existen evidencias irrefutables de que lo mató con alevosía y ventaja”, recordó su mamá Araceli.
A pesar de que pasado 10 de octubre se cumplieron 13 años del homicidio de José Antonio, Araceli sigue buscando mecanismos para que el oficial pague por su delito.
“Ausencia no es olvido”
Sabe que su hijo no regresará y ha aprendido a vivir sin él, pero necesita sentir que se hizo justicia. Ayer hizo un dibujo de su niño acompañado de una frase que resumen su lucha: “Ausencia no significa olvido, porque ya no está físicamente pero está en mí; aunque era un adolescente, yo creo que hay otra vida en la que él está feliz”.
Enfatizó que no quitará “el dedo del renglón, porque no quiero que su muerte quede impune”.











