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PAN ante el nicho de la ultraderecha
E

l presidente del PAN, Jorge Romero, anunció el pasado 18 de octubre el “relanzamiento” del partido. A 86 años de su fundación, el dirigente anunció el fin de la alianza con el PRI, para centrarse en la ciudadanía, especialmente en los jóvenes. Su discurso estuvo salpicado de invocaciones a Dios, presentó un nuevo logo modernizado y un lema polémico por las connotaciones fascistas en Italia y organizaciones de ultraderecha en América latina.

La iniciativa tuvo reacciones poco entusiastas. Muchas críticas se centraban en los cambios que no son de fondo, sino epidérmicos. Cambios cosméticos que buscan reposicionar una marca en el mercado político de México.

Hubo varios reproches, incluso de aquellos que simpatizan con el partido azul. Uno de ellos es la ausencia de una definición estratégica.

No se presentó un proyecto de país. Un partido que aspira a conquistar el poder sin proyecto está trunco. Todo partido asocia a ciudadanos que comparten ideas e intereses comunes y que compiten en elecciones para acceder al poder público y ejercerlo. ¿Qué hacer de los programas sociales? ¿Cuál va a ser el proyecto económico? ¿Cómo encarar los atropellos de Estados Unidos y la política internacional? ¿Qué estrategia seguir frente a la inseguridad provocada por el crimen organizado? Son preguntas básicas ausentes en este intento, más mediático, de refundación.

Tampoco queda claro el nicho político que el PAN aspira ocupar. Recordemos que en noviembre de 2022, Eduardo Verástegui afirmó que en México no hay partidos de derecha. En un foro de la internacional de la ultraderecha CPAC realizado en México, Verástegui arremetió contra el PAN, lo calificó como un partido que ha traicionado sus principios y orígenes. Frente a los cambios mundiales, en los que los partidos de ultraderecha han alcanzado triunfos y posiciones de poder significativos, le reprocha al PAN la falta de visión y audacia, en cambio, sigue siendo un “partidito” y una “derechita cobarde”.

¿El PAN acentuará su origen católico y se acercará orgánicamente a la Iglesia? Recordemos que el PAN surge en 1939, a 10 años de la atroz guerra cristera. Cuando el PAN nace, aún hay sentimientos de revancha de los católicos y pese a los “Arreglos”, que fueron entendimientos entre los obispos y el gobierno. Se hablaba, entonces, de una segunda oleada militar de los católicos.

El PAN nace bajo las directrices de un catolicismo social que desde fines del siglo XIX se impuso en la militancia católica en todo el mundo. ¿Pero qué es el catolicismo social impuesto por la jerarquía? El papa León XIII (1878-1903), con la encíclica Rerum Novarum, sacude los viejos polvos de la monarquía eclesiástica para introducir un proyecto de reconquista social y conformar una armada escatológica social cristiana.

Es la respuesta a la modernidad generada por la revolución industrial. Si la modernidad enaltecía al Estado moderno que pretendía crear una contra-Iglesia, León XIII, con el catolicismo social pretendió construir una contrasociedad que aspiraba a hacer valer los valores y principios de la Iglesia en la sociedad. En México se crearon hospitales católicos, asilos, operarios guadalupanos, colegios, escuelas para pobres, talleres de oficios, academias de periodismo y hasta un partido político católico. La Revolución Mexicana fue muy severa contra la religión y la Iglesia. Ese catolicismo social, en los años 20, responde militarmente. Aspiraba a derrocar al supremo gobierno e instaurar uno nuevo bajo los principios social cristianos y a Dios como principio de la historia.

El catolicismo de León XIII en México claudica a la conquista social vía la construcción de un gran tejido social católico; también a la vía armada para arrebatar, la cristiada fracasó. Ahora, el PAN representó la conquista del poder vía la democracia. Se creó un partido moderno que aspira a la democratización del país.

En la actualidad, el espacio político ahí está, el conservadurismo extremo será ocupado porque está demostrando ser muy rentable a nivel internacional. No hay una sola ultraderecha, tiene variantes notables. En México, ni Eduardo Verástegui ni Eric Flores con su Encuentro Social pentecostal podrán llenar el espacio de una ultraderecha moderna. El PAN deberá encarar la ultraderecha de los ríos subterráneos del fundamentalismo católico personificados por el Yunque, ProVida, los Tecos, Frente Nacional por la Familia, Opus Dei, legionarios, sinarquistas y tantos otros. Ese fundamentalismo católico es de herencia cristera y no necesariamente tienen una vocación democrática, en muchos casos son portadores de una cultura de violencia física, verbal y sicológica.

Esta nueva derecha religiosa-secular utiliza proclamas como la “ideología de género”, la “cultura de la muerte” o la “defensa de valores tradicionales”, activa el pánico moral; recicla viejos fantasmas como el neocomunismo latinoamericano. Usa estrategias argumentativas para presionar a los gobiernos y enfrentar ideológicamente las demandas feministas y LGBT+. Esta derecha puede arroparse en discursos populistas ante la expansión del imperialismo/colonialismo trumpista. Esta hipótesis de posicionamiento ultraconservador del PAN enardece a personajes como Diego Fernández de Cevallos, cuando paradójicamente él encarna dichas posturas.

Otro frente de críticas agudas al relanzamiento es la falta de probidad de sus principales figuras. El espectro de la corrupción persigue a personajes como al líder nacional Jorge Romero, Ricardo Anaya, Marko Cortés, Cabeza de Vaca, Alejandra Sota, Roberto Gil Zuarth, Ernesto Cordero, Salvador Vega, Maximiliano Cortázar y al propio jefe Diego. Hay un profundo reproche por la falta de credibilidad de su clase dirigente. Qué lejos de Gómez Morín y de González Luna. Ni cómo ayudarlos.

Queda claro que el giro del PAN a la ultraderecha será católico o no será.