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“El agua nunca había subido más de siete metros”, dicen los mayores
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 12 de octubre de 2025, p. 25

Poza Rica, Ver., “Si pudimos construir un departamento, seguro podremos hacer dos”, señaló con esperanza Juan Carlos Espinoza, rodeado de sus pertenencias dañadas y el lodo que dejó la inundación provocada por el desbordamiento del río Cazones, luego de las lluvias de los días recientes.

En su rostro hay miedo al recordar la forma en que tuvo que huir del agua, y con el cuerpo encorvado por el dolor de barrer kilos de desechos muestra el interior de su casa. Revisa bolsas y mochilas en busca de algunos pesos olvidados, pero no encuentra nada.

Su domicilio, un departamento en la planta baja de la unidad habitacional Los Laureles, en Poza Rica, es una imagen que se repite cientos de veces, donde el agua alcanzó niveles nunca antes vistos.

Incluso algunos hombres mayores, que vivieron en carne propia la inundación de 1999, aseguran que jamás habían visto tanta destrucción y dolor por un desastre natural.

“Nunca”, dicen, “el agua había subido hasta más de siete metros; nunca las corrientes habían arrastrado carros como si fueran basura por la calle ni se habían sentido tan olvidados por el gobierno”.

Aseguran que la alerta por el crecimiento del río Cazones y su golpe de agua nunca llegó a sus oídos, y por lo tanto fue imposible poner a salvo lo poco o mucho que había en sus viviendas. Algunos de los habitantes ni siquiera salvaron la vida.

“No escuchamos la alarma, no oímos nada. Cuando desperté, le dije a mi esposa: acabamos de perder el carro. Pero eso era lo de menos: el agua ya iba a la mitad de la planta baja y en poco tiempo casi llegó al primer piso”, relató un hombre de más de 60 años con bigote blanco, que solicitó no ser identificado por su nombre.

En Poza Rica, orgulloso municipio petrolero, el agua se ha mezclado con tierra e hidrocarburos. Los pies, después de sumergirlos en los charcos de las calles, se sienten aceitosos y permanecen con un olor particular al que los habitantes de la zona parecen estar acostumbrados.

Esa misma mezcla llegó a las cisternas de casas y edificios; el agua que corre por las tuberías es inservible, y los más afectados son los niños y las personas de la tercera edad.

Inés Vidal, habitante del norte del estado, contó cómo ella junto con su esposo ha dado refugio en su casa a una señora y su madre, quien padece demencia senil y por su condición física se ve obligada a usar pañales.

Poco se puede hacer para limpiar a la mujer octogenaria, las toallitas húmedas no bastan. Sin embargo, lo que más le parte el corazón a Inés es que no podrán seguir brindándoles ayuda, pues ella y su esposo planean salir de su departamento destruido en Poza Rica y vivir unos meses en la Ciudad de México, en espera de que la situación mejore poco a poco.

“La cisterna se contaminó por el desastre que hubo, no podemos subir agua con la bomba y el problema es que no tenemos para lavar trastes, para bañarnos, para nada... Nosotros nos tenemos que ir y eso me da mucho pendiente, dejar a la señora”, contó a La Jornada.

Al anochecer se observan pocas luces en Poza Rica; la mayor parte de la ciudad no tiene electricidad, pero el corazón se revela en el apoyo que entre ciudadanos se brindan y la ayuda que va de mano en mano sin distinción.