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Banco Central
L

a consideración de los asuntos financieros proviene, como no podría ser de otra manera, de la naturaleza del dinero. Ésta se deriva del hecho de tener un carácter fiduciario, es decir, que se sustenta en la confianza, ya que no tiene un valor intrínseco.

El valor de dinero se basa en la convención social que lo sustenta, lo cual representa un factor clave para que sea el banco central la institución que haga posible que ésta sea operativa.

De ahí se desprende el carácter de independencia que lo define en un entorno económico y político determinado. El argumento básico tiene que ver, precisamente, con la creación de la estabilidad financiera, objetivo primordial de la política monetaria.

El Banco de Pagos Internacionales lo plantea de la siguiente manera: “El dinero tiene valor si el público confía que otros reconocerán su valor, hoy y en el futuro. El valor del dinero se asienta en la confianza. El abuso en la creación de dinero erosiona tal confianza en él y en quien lo emite, lo que lleva a la inflación, a la depreciación de la moneda nacional, a la inestabilidad financiera y deriva en la crisis política.”

Las experiencias históricas de episodios de hiperinflación exhiben las consecuencias económicas, sociales y políticas que puede tener la pérdida de confianza en el dinero.

Un caso ejemplar, que no único, se refiere al catastrófico caso alemán de la República de Weimar entre 1921 y 1923. El estudio de la historia financiera y las crisis es una referencia indispensable en el análisis económico.

No hay recetas predeterminadas para organizar y administrar el ámbito económico en una sociedad; éste pasa por etapas evolutivas que exigen la adaptación de los marcos institucionales.

La independencia del banco central es una pieza relevante para establecer una relación funcional entre la política monetaria y la política fiscal que favorezca la estabilidad, basada en el control de la inflación, la que es en esencia la expresión de la pérdida de capacidad de compra del dinero.

El estatuto de independencia del banco central tiene que ver con un entorno complejo que comprende el régimen político vigente y los diversos factores económicos y financieros de índole coyuntural y estructural.

La legislación para aprobar el presupuesto público y establecer las necesidades de endeudamiento del gobierno para cumplirlo; las condiciones que definen las decisiones del ahorro y la inversión; del crecimiento del producto; la generación de empleo; las relaciones con el exterior son parte del entramado para sentar las bases institucionales del funcionamiento del dinero y del crédito.

Como se ha dicho sobre este asunto, lo que importa de modo central no es la independencia del banco central, sino el consenso político que la sostiene. Violentar ese consenso tiene consecuencias y provoca una mayor incertidumbre, con las consecuencias sociales que eso entraña.

En el caso de la gestión de los bancos centrales sobre las condiciones monetarias y financieras, el instrumento básico del que disponen es la fijación de la tasa de interés de referencia. Ésta incide en el precio del crédito en distintos mercados. Hay una relación relevante entre ese precio y el nivel de la actividad económica.

La tasa de interés es una herramienta para administrar la economía en un marco de estabilidad financiera. Cuando la inflación aumenta, una mayor tasa de interés repercute en las decisiones de gasto, disminuyendo el nivel de la demanda agregada, “enfriando” así la economía. Una menor tasa de interés tiende a aumentar la demanda de crédito y no hay que perder de vista que los bancos comerciales crean dinero cuando dan créditos. La cuestión es cómo se deriva de este entorno lo que puede definirse como un consenso sobre los criterios de la política monetaria.

El asunto puede verse desde distintos ángulos. Primero, establecer el significado económico y político del dinero; enseguida, la relevancia de un banco central y su carácter independiente. De ahí, comprender cómo opera la tasa de interés, o sea, del costo del crédito sobre el funcionamiento de la economía y sus consecuencias en términos amplios. Esto apunta a la determinación del nivel de la actividad económica: cuánto se produce; cuánto empleo se genera y cómo se afecta la estabilidad de los precios.

De ahí sigue la consideración sobre el control sobre la inflación y el mantenimiento del valor del dinero. Esto tiene que ver con una referencia a la relación funcional, que no precisa, polémica, pero indicativa, de la relación entre la inflación y el nivel del empleo que se genera. Se supone que existe una relación inversa entre la tasa de desempleo y la tasa de inflación.

En esta materia los economistas buscan ciertas reglas en cuanto a las cuestiones monetarias. Una de ellas trata de la tasa natural de interés, que sería aquella tasa teórica que mantendría a la economía en una situación de pleno empleo. Una especie de Santo Grial.

En todo caso, lo que es imprescindible en materia de la gestión de la política monetaria, es un conocimiento profundo de la economía del país, en cuanto a las condiciones productivas y sociales que la definen y constriñen. No menos relevante es la existencia de un marco político, legislativo y judicial, es decir, un entorno institucional propicio para el crecimiento productivo, la estabilidad financiera y una mejor distribución del ingreso con un horizonte de largo plazo.