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Nosotros ya no somos los mismos

El Fru Fru y la antigua sede legislativa en Xicoténcatl // Currículum minimalista de Alito// El bravucón y el boquiflojo de la secundaria

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▲ Parece que a Alito la irascibilidad y el comportamiento burdo y patanesco le surgieron a su arribo a la actividad política, al menos así lo han comentado algunos ex presidentes del partido.Foto Cristina Rodríguez
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n importante sector de los lectores de la columneta, por supuesto no la mayoría (pero sí unos cinco), reclamaron que haya anunciado mi intención de platicar en esta ocasión sobre un ángulo hasta la fecha totalmente ignorado, de la muy poco edificante reyerta escenificada por un selecto puñado de legisladores en el antiguo recinto de las calles de Xicoténcatl (antigua sede de Senado de la República, que tuvo que cerrar desde que la señora Irma Serrano adquirió el viejo teatro Fábregas y lo convirtió en el teatro Fru Fru, cuya ubicación, a unos metros de distancia de la histórica casa senatorial, infligió a este baluarte republicano una epidemia de dilaciones en sus compromisos y una ola de ausentismo tal, que algunos de los autores de iniciativas pendientes de dictamen han pasado ya a mejor vida. La verdad no sé si mejor, pero sí diferente).

He estado leyendo durante toda la semana las reclamaciones de las que les hablo (no es que sean muchas, pero yo leo despacio) y reconozco que tienen razón: mis referencias a los contendientes del sainete sí están desequilibradas. Ahora trato de compensar mi falta, aun cuando temo que, al terminar mi exposición, a los demandantes les parezca que hubiera sido mejor no menearle.

Pienso que, en vez de presentar un controvertido perfil del joven Alito, que me podría llevar ésta y otras columnetas más, mejor me concreto a la mención de hechos conocidos por medio mundo (más o menos) y de testimonios irrebatibles de la otra mitad. Comencemos por un currículum minimalista. No se conoce que haya masacrado mascotas o clavado la aguja de su compás en la pompa derecha (él es de izquierda) de algún compañerito muy charlatán, pero nunca de su talla. Parece que la irascibilidad y el comportamiento burdo y patanesco le surgieron a su arribo a la actividad política, al menos así lo han comentado algunos ex presidentes del partido que hace lo imposible por sobrevivirle: Manlio Fabio Beltrones, Dulce María Sauri, Pedro Joaquín Codwell y algunos de sus exiguos militantes. Sin embargo, sería mezquino y torpe dejar de reconocer que, tanto en el terreno económico como en el político, don Alito ha sido y es un auténtico Trump del tercer mundo. Don Alito ha conseguido cuanto se ha propuesto… Bueno digamos casi todo, como veremos luego. Ha sido diputado, senador, gobernador y presidente de su partido. Lo más asombroso es que lo ha hecho sin mérito alguno que explique estos ascensos. Claro, puede haber cualidades inmanentes a su persona que permanezcan ignoradas para los simples ciudadanos o “intereses creados” y bien desarrollados (los no creados o los enclenques no sirven). O soy un rotundo ignaro o a Alito, en su larga y exitosa carrera, no se le conoce una perorata en tribuna alguna que no pase de una rápida y repetitiva serie de lugares comunes. Reconozco que bastante esfuerzo hace, pues su vocabulario es por demás escaso. Casi me atrevería a diagnosticarle un comportamiento del sueño, que comparte con su compañero de sede y de ring: una parasomnia, específicamente un trastorno conocido como somniloquia, o sea, el hábito de hablar hasta dormido. Inevitable consecuencia: las ojeras de el/la roommate de cada uno.

Con verdadera urgencia pasemos al asunto central de este día: decíamos el lunes pasado que los autores materiales del desaguisado cameral son amplísimamente conocidos hasta por los chavos de secundaria: patio de la Escuela Secundaria Niños Héroes-exterior-día. Un pequeño grupo de muchachos conversa esperando el timbre de inicio.

Niña Aleida: “Vámonos al salón, ya llegó el bravucón ese al que le dicen ridículamente Alito”.

La cámara hace un zoom in y enfoca la entrada. Dos identificables guaruras empujan a un robusto niño que les lanza puñetazos y patadas.

La cámara regresa al niño Godoy, que dice: “Pero en el salón sigue parloteando el boquiflojo Noroña. ¿Qué hacemos?”

Interior del salón de clase. La cámara contempla a los alumnos acomodándose en sus lugares y luego gira para ver entrar a Alito, quien hace un gesto de ira al ver al niño Noroña fatigando un micrófono.

¡Corte, corte para comer!

Seguiremos después de siete comidas.