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Los Guadalupes y el movimiento insurgente
L

a historia de México ha sido construida con la participación de miles de personas, hombres y mujeres, de todos los grupos sociales. No ha sido obra de los grandes personajes ni tampoco solamente de lo que han hecho los grupos más comprometidos. Esas transformaciones de nuestra historia han sido posibles porque contribuyeron a ellas muchísimas personas, realizando múltiples tareas, desde distintas áreas, encaminadas todas a un mismo objetivo: mejorar sus condiciones de vida, construir una sociedad más justa, con mayores libertades y derechos para todas y todos.

Esto pasó en la Independencia. La injusticia, la opresión, la explotación y el racismo de una sociedad colonial que llevaba casi tres siglos provocó un estallido social. Al llamado de Hidalgo se sumaron miles de indígenas, mulatos, mestizos y algunos criollos que en seis meses hirieron de muerte al régimen colonial. Esa primera insurgencia sembró la semilla de la que nacería México como un país libre, independiente y soberano.

Sin embargo, ese estallido social no hubiera sido posible sin las propuestas y las acciones previas de gente como Francisco Primo de Verdad y Francisco Azcárate, miembros del ayuntamiento de la Ciudad de México. Estos dos criollos, en 1808, ante la invasión de los ejércitos franceses de Napoleón Bonaparte que depusieron al monarca español e impusieron en el gobierno hispano a José Bonaparte, propusieron llenar el vacío constitucional convocando a una junta de representantes de las ciudades, villas, autoridades, corporaciones eclesiásticas y seculares, representantes indígenas y gremios, para formar un gobierno provisional que mantuviera el orden constitucional hasta que se restableciera la monarquía española.

Esa propuesta fue suprimida por un golpe militar de la élite criolla. Primo de Verdad fue encarcelado y murió ese año en prisión. No obstante, el descontento prevalecía en muchos sectores de la sociedad novohispana. Uno de ellos era el de la élite ilustrada criolla. Las ideas de la Ilustración francesa en contra del sistema absolutista habían permeado a ese sector. Proponían los principios de igualdad, libertad y fraternidad y gobiernos representativos. Esas ideas llegaron a la Nueva España y circularon en amplios círculos a pesar de la prohibición y vigilancia que ejercía la Iglesia católica, a través de la Inquisición.

Varios de los principales dirigentes de la primera insurgencia, como Hidalgo, Allende, Aldama, y gente que les ayudó, como Josefa Ortiz, formaron parte de grupos clandestinos que se reunían en secreto para conspirar por la independencia y discutir los principios políticos y la estrategia que debía seguirse.

Entre los grupos descontentos en favor de la independencia había criollos de los estratos altos y medios. Eran comerciantes, mineros, hacendados, seguidos por mestizos de múltiples profesiones: artesanos, abogados, médicos, clérigos, y fueron seguidos. De ahí surgieron varias conspiraciones, como la de Valladolid y la de Querétaro, esta última la más famosa, que detonó el movimiento independentista encabezado por Hidalgo.

Cuando esa primera insurgencia fue derrotada y sus líderes ejecutados, el liderazgo insurgente recayó en Ignacio López Rayón y en José María Morelos, quienes recuperaron y profundizaron el proyecto de Hidalgo y dieron un programa político y una organización militar más sólida al movimiento libertario.

En 1811, cuando se formó la Junta Suprema Americana, encabezada por Rayón, se formó una organización clandestina, denominada Los Guadalupes, compuesta por decenas de hombres y algunas mujeres, quienes decidieron apoyar a los insurgentes a través de múltiples tareas, la principal de ellas, informarles de los planes, nombramientos, movilizaciones de tropas, acopios de armas, etcétera, que realizaban las fuerzas realistas. Hacían también tareas de propaganda, reclutamiento, ayuda económica, enviaban armas, folletos y diarios. Incluso entregaron una imprenta y la pusieron a trabajar para el movimiento insurgente. Había personajes muy encumbrados, como los condes de la Valenciana, Regla, Medina, San Miguel de Aguayo, al igual que ricos comerciantes, gobernadores de indios, eclesiásticos, letrados, militares y destacadas mujeres como Leona Vicario, Josefa Ortiz, Mariana Rodríguez, Ignacia Iturriaga, Dolores Morales y Margarita Peimbert. Eran cientos de personas que contribuían para la causa insurgente desde múltiples trincheras, de manera secreta, pero coordinada.

Cuando el mando supremo insurgente lo tuvo Morelos, Los Guadalupes tuvieron contacto directo con él y lo apoyaron de múltiples formas. El 15 de septiembre de 1812, le escribieron: “Somos verdaderos americanos, nos animan iguales sentimientos que a vuestra excelencia… quisiéramos en algo ser útiles a vuestra excelencia y que se dignase ocuparnos…” Una semana más tarde, escribieron al Siervo de la Nación: “Volvemos a repetir a vuestra excelencia nuestra disposición a servir a nuestra amada patria, por lo que mándenos cuanto guste…”

Morelos aceptó el ofrecimiento. Mantuvo relación cercana con Los Guadalupes y éstos siguieron ayudando a la causa insurgente. Después de la muerte de Morelos, el grupo se disolvió en 1816. No obstante, su contribución fue muy importante para el triunfo de la Independencia.

* Director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México