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Explora el Tate Modern vínculo de Picasso con el mundo del espectáculo

Muestra invita a ser parte de un performance junto con las obras de arte

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El acróbata (1935), obra incluida en la exposición El Teatro de Picasso en el Museo Nacional Británico de Arte Moderno.Foto © RMN-Grand Palais (Musée National Picasso-Paris)
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La mujer que llora (1937), obra incluida en la exposición El Teatro de Picasso en el Museo Nacional Británico de Arte Moderno.Foto Adrien Didierjean y © Succession Picasso/DACS, London 2025
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 18 de septiembre de 2025, p. 3

Londres. “Las horas caen en el pozo / Y se quedan dormidas para siempre”. Este poema del pintor malagueño recibe al visitante de la exposición El Teatro de Picasso en el Tate Modern. Y es como un augurio de lo que le espera: el tiempo parece quedar detenido en la inmersión en la vida y obra de Pablo Picasso, ligadas con el mundo del espectáculo.

Lo vemos en primera plana de un televisor cuando aparece como Carmen, con una gran peluca de rizos, en la famosa ópera de Bizet. De ahí, se da el paso tras bambalinas que permite contemplar una colección de obras seleccionadas por los curadores, los artistas Wu Tsang y Enrique Fuenteblanca, para mostrar una faceta que a veces se olvida de uno de los pintores más prolíficos e importantes del arte contemporáneo: su participación en el teatro, el ballet, el cine y el performance.

La exposición muestra cerca de 50 obras que incluyen escultura, textiles, material fílmico y, por supuesto, algunas de sus pinturas más importantes como Cara de mujer llorando, presentada con una iluminación excepcional en una museografía que representa tres áreas de un teatro.

Mientras el espectador se dirige lentamente tras bambalinas al escenario para pasar a la sala del teatro y poder, desde ahí, contemplar una de las obras más queridas del propio Picasso: Los tres bailarines.

Esta obra, que aparece a la derecha del escenario, fue pintada hace cien años y forma parte de la colección del Tate, es tema de una detallada investigación por miembros del museo y ahora está a disposición del público. Compartiendo escenario se encuentra el ensayo visual El misterio de Picasso, proyectado en una original presentación en la parte frontal y trasera de una pantalla de gran tamaño.

El documental de 78 minutos, dirigido por Henri-Georges Clouzot en 1956, muestra el proceso creativo de Picasso en tiempo real, utilizando un sistema de filmación adelantado para la época, usando cámaras y un papel traslúcido para que el espectador pueda ver cómo las líneas y los colores se van formando en casi 20 obras entre dibujos, acuarelas y óleos.

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Los tres bailarines (1925), del pintor malagueño Pablo Picasso.Foto Succession Picasso DACS, London 2025

El ensayo y el error revelan el laborioso misterio de Picasso, quien destruyó las obras tras la filmación para que el documental fuera el único testimonio de su creación, que muestra la manera en que corrige y replantea ideas, lo que da la impresión de ser una obra espontánea.

El documental de efecto hipnótico compite con la figura central de El Teatro de Picasso: la obra Los tres bailarines, cuyas dimensiones de 2.15 metros por 1.42 metros son difíciles de apreciar en reproducciones.

Esta pieza invita a una larga contemplación hasta encontrar una sombra entre los tres bailarines, la cara del que se cree representa a su amigo catalán Ramón Pinchot, quien murió cuando el pintor realizaba la obra.

En “la sala del teatro” hay tres pistas donde los visitantes también forman parte del performance al caminar tras bambalinas o en el escenario.

El público se vuelve parte del espectáculo al apreciar la escultura El gallo de bronce o pinturas que muestran diseños para obras de teatro o ballet con una música de fondo transmitidas por unas finas bocinas Genelec, ideales para una transparencia sinfónica.

Así aprendemos o recordamos la relación tan cercana que tuvo Picasso con la expresión escénica diseñando escenarios y vestuarios, así como su intensa colaboración con Ballet Russes.

Su cercanía con las artes escénicas lo llevó a escribir y dirigir su propia obra del teatro del absurdo, El deseo atrapado por la cola, en 1941, una obra deliberadamente caótica concebida –del mismo modo que mucho de su trabajo– como un acto de resistencia artística y política.

El espectador sale de El Teatro de Picasso al incipiente y bello otoño londinense después de haber sido parte de un performance, experiencia magnífica, aun tan sólo por un par de horas.