n países de todo el mundo capitalista, los movimientos sindicales se ven confrontados en su esencia misma por el crecimiento de movimientos de masas populistas y neofascistas. Lo que vuelve especialmente peligrosa esta situación es que los sindicatos y sus partidarios se enfrentan no sólo a líderes maniáticos o incluso juntas militares, sino a un alineamiento político cada vez más poderoso entre segmentos de la clase capitalista y esos mismos movimientos sociales de derecha.
Pese al compromiso político-electoral de los sindicatos, se ha dado una fuerte renuencia de la mayoría de los líderes sindicales y organismos de liderazgo de Estados Unidos a nombrar explícitamente la amenaza fascista o la amenaza más amplia que representa el autoritarismo de derecha. Esta aversión debe ubicarse en el contexto de la enfermedad crónica que se ha abatido sobre el movimiento sindical estadunidense y, para el caso, en muchos otros movimientos sindicales en el mundo capitalista avanzado.
Esta enfermedad equivale a la declinación frente a la ofensiva neoliberal y a la negativa a aceptar que los términos de la tregua capital/trabajo posterior a la Segunda Guerra Mundial ya no se sostienen. De hecho, los sindicatos en los sectores público y privado son avasallados en estos días por los segmentos más políticamente reaccionarios del capital. En vez de empujar los límites del capitalismo democrático, los movimientos sindicales se han adaptado en gran medida a la derrota, aunque sea una derrota de avance lento.
Con el ascenso del populismo de derecha y el neofascismo, la crisis se ha agudizado. El neofascismo ve al movimiento sindicalista como enemigo, y al mismo tiempo intenta atraer a la clase trabajadora que integra las filas del movimiento laboral. Para ganarse a esta base, la extrema derecha recurre a antiguos argumentos seudofavorables a los trabajadores, al adoptar políticas racistas, sexistas, homofóbicas y xenofóbicas que pueden presentarse como algo del interés de los trabajadores cotidianos.
Hacia un movimiento laboral antifascista
La respuesta del movimiento sindical global a estos esfuerzos ha sido dispar, en el mejor de los casos. Por un lado, se estableció una alianza internacional de sindicatos antifascistas mediante el trabajo de la Confederación Sindical Izquierdista Italiana. De manera similar, un informe de 2022, comisionado por el movimiento sindical alemán, el Deutscher Gewerkschaftsbund, indicó que ha habido un alto nivel de trabajo educativo realizado por federaciones y confederaciones laborales europeas para crear conciencia de la amenaza de la extrema derecha. Estos son esfuerzos prometedores, pero aún no llegan a representar campañas en gran escala dirigidas contra la extrema derecha (ya sea en el lugar de trabajo o en comunidades) ni contra las formas de discriminación y opresión que con frecuencia son explotadas por esas mismas fuerzas.
En Estados Unidos, los esfuerzos han sido también dispares. Hasta fechas muy recientes, casi no se ha realizado ningún esfuerzo educativo contra la extrema derecha dentro del movimiento sindical. Aunque se han efectuado algunos programas enfocados en el racismo y el sexismo, con frecuencia han sido incompletos. La renuencia a abordar asuntos que la mayoría de los líderes sindicales perciben como “divisorios” ha conducido repetidas veces a un repliegue hacia un enfoque en lo económico –incluso en la retórica y en luchas militantes económicas–, como si eso sirviera como fuerza unificadora de los sindicalistas. Pese a décadas de esfuerzos en esa dirección, cuando enfrentan una amenaza de la extrema derecha rara vez tienen éxito.
Al mismo tiempo, principalmente en respuesta al segundo gobierno del presidente Donald Trump, se han dado esfuerzos de resistencia. En el sector federal, militantes sindicalistas encabezados por líderes progresistas establecieron la Red Sindicalista Federal como forma de coordinar los esfuerzos de resistencia a los ataques del gobierno de Trump a los trabajadores del sector federal. Esto reviste particular importancia a la luz del estado anémico de la mayoría de los sindicatos del sector federal.
En fechas recientes, la Unión Internacional de Empleados de Servicios (SEIU, por sus siglas en inglés) mostró gran valentía cuando uno de sus líderes principales en California fue asaltado y arrestado durante una protesta contra las redadas y secuestros de inmigrantes que comete el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés). La SEIU y otros sindicatos movilizaron a sus miembros para exigir la liberación de sus líderes y oponerse a las redadas del ICE.
La Unión de Profesores de Chicago, junto con otros sindicatos locales, ayudó a organizar protestas de Mayday (emergencia) de alcance nacional durante este año, y busca construir protestas continuas contra las prácticas antilaborales y antidemocráticas del gobierno de Trump. Y en educación superior, la Asociación Estadunidense de Profesores Universitarios, la Federación Estadunidense de Profesores y la Asociación Nacional de Educación han participado en protestas activas y otras movilizaciones.
Sin embargo, con excepción de Standing for Democracy, centro estratégico y grupo de movilización, y el grupo Labor for Democracy, ambos de reciente formación, ha habido esfuerzos limitados para dar contexto a los ataques actuales, a la luz del crecimiento del movimiento fascista de masas. En ese sentido, gran parte de la actual labor de resistencia, por mucho que sea poderosa y esencial, no alcanza a percibir que no estamos bajo circunstancias normales. No son luchas contra los ataques esperados de las fuerzas conservadoras y neoliberales. El movimiento sindical está en una lucha por su mera existencia y la de alguna semblanza de democracia y justicia económica.
En toda la historia moderna, en los círculos sindicales estadunidenses se ha sugerido que construir una lucha militante por la justicia económica unirá a los trabajadores y derrotará a la extrema derecha. Sin embargo, el hecho es que los movimientos gremiales en Italia en la década de 1920 y en Alemania en la de 1930 intentaron seguir ese mismo curso y obtuvieron desastrosos resultados políticos.
No hay lugar para el silencio o el terreno intermedio. El sindicalismo debe ser antifascista o ser nada en absoluto.
* Conferencista, escritor, activista y sindicalista. Ha organizado varios sindicatos y fue director de educación de la federación sindical AFL-CIO. Una versión de este artículo fue publicada antes por These Times.
Traducción: Jorge Anaya