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Celebremos sin olvidar
E

l pasado 13 de agosto el Inegi publicó sus primeras mediciones sobre la pobreza multidimensional, nuevas tareas derivadas de la desaparición del Coneval por arbitrario decreto presidencial, que nos ha llevado a un cambio constitucional lamentable.

Según el instituto, entre 2018 y 2024 salieron de la pobreza 13.4 millones de mexicanos.

Éstas son buenas noticias; celebremos lo que sea necesario y reconozcamos los esfuerzos que cada quien invirtió en volver proeza lo que nunca debería haber ocurrido. Pero, sobre todo, admitamos que la nación, su sociedad y Estado, han pecado de omisión por muchos lustros al poner a un lado de discursos y políticas, posiciones o reconquistas, el hecho simple, elemental a la vez que, en extremo complejo, de que somos una formación social de trabajadores y que lo que a ellos ocurra tendrá mil y una implicaciones sobre la estructura y el carácter social, de todos, todas y toditos.

Si duda, que disminuya la pobreza es buena noticia, pero también es necesario tener más claridad sobre las condiciones que condujeron a esta disminución. En particular, necesitamos registrar este descenso en la pobreza en su relación con el aumento al salario mínimo que empezó a hacerse a fines del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

Por fortuna, las liviandades del pensamiento conservador no tuvieron efecto y los gobiernos subsiguientes siguieron aumentando dicho emolumento que, en algún momento, impactó los niveles de los salarios contractuales y así del salario medio.

La reducción de la pobreza de ingreso no debería servir como maquillaje de nuestra falta de crecimiento y de la tragedia fiscal del Estado, pilares inconmovibles de nuestro desfigurado rostro social. Un semblante marcado por desigualdades muchas, carencias y vulnerabilidades históricas; una educación que vive y reproduce aquellas tragedias que midió y analizó con esmero Gilberto Guevara Niebla hace varias décadas y lo sigue haciendo a través de sus colaboraciones semanales.

Celebrar tampoco debe permitirnos soslayar ni rehuir esas y otras realidades ominosas y bochornosas. Tenemos que forjar acuerdos plurales para superar las tragedias sanitaria y educativa y dejar atrás para siempre las vergüenzas de la falta de medicinas oncológicas y para los niños. Junto con el desastre educativo y escolar, la salud es asunto vital y urgente, y así debe verse y asumirse, asuntos que no admiten simulaciones vanas y pueriles, mucho menos jueguitos de poder.

Más allá de celebrar, hay que asumir que sólo desde el reconocimiento explícito de nuestra falta de crecimiento, que ahonda los extremos de desigualdades, desprotecciones y carencias, es posible plantearnos la transformación, como gusta decirse, de un México que queremos moderno, democrático y justo.

Se nos fue El Flaco (Rodrigo Moya) nuestro cariño y solidaridad con Susan. Nos deja sus imágenes y su camaradería, sus talentos y sus destrezas como nos lo han compartido en estas páginas sus colegas Rogelio Cuéllar, Fabrizio León y varios más