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Emergencia en Neza
“L

as muertes violentas de niños nos dan vergüenza y dolor”, dice la gobernadora del estado de México, Delfina Gómez. Los aguaceros afectan a las familias de Nezahualcóyotl. Las fotografías de nuestro periódico son escalofriantes.

Parece inútil, pero ¿dónde quedaron las mariposas de colores y los pájaros de variados trinos y los insectos mil, hoy dibujando serpentinas para esconderse de insecticidas y plaguicidas, girando en el aire, en extraños círculos para ir a depositarse fuera de los centros urbanos?

Aún quedan, por fortuna, algunos que todavía se defienden por momentos para amarse en esa unión que dura un instante, consume toda la vida y procrea esos insectos brillantes que revolotean despegando sus alas.

El hombre creó la tecnología, investigó y llegó a otros planetas; canceló su relación con la naturaleza, que, a su vez, es precisamente relación de relaciones y perdió su autonomía con lo anterior; anda en busca de un camino muerto para llegar, para huir de su interior desprotegido y sin amparo en medio de grandes vacíos.

No hemos podido elaborar el duelo por la pérdida de parte importante de la naturaleza. No alcanzamos a medir lo que se ha perdido. Sin captarlo, lloramos por la vida que huye. Mis amigos Césarman, Eduardo (cardiólogo) y Fernando (sicoanalista) desde hace años captaron la pérdida y se volvieron rayos de luz, la tierra vestida de flores verdes, el viento con perfumes y cantos de pájaros con armonías distantes.

Los Césarman gritan en el desierto, todo el tiempo, clamando porque la muerte de la naturaleza está cercana, será una larga noche en que los pájaros desparecerán, igual que las mariposas y libélulas, para dar paso a insectos oscuros de tinieblas que vendrán a roer fibras y depositar sus necrófilas larvas, despedir a las aves que se mecían al soplo de los vientos, arrugando flores.

El ecocidio como gigantesca serpiente aprisiona, empieza a ahogarnos, deja sin comida ni bebida, sin cantos ni belleza; la melancolía invade al hombre por la destrucción parcial de su entorno, no la capta. Menos capta el valor natural de la naturaleza, ni lo ha internalizado, ni es parte de él.

Enfrentamos una nueva guerra contra la naturaleza que vamos perdiendo o que ya perdimos.