o es casual. El 30 de noviembre, 5 millones 879 mil 639 hondureños están llamados a las urnas. Deben renovar el Congreso, elegir presidente, diputados al Parlamento Centroamericano, sin olvidar a los alcaldes y regidores. Mucho en juego. En este contexto la derecha se pone nerviosa. Agita las aguas y lanza todo su arsenal. En un país con fuerte tradición católica, sus instituciones constituyen un poder fáctico. Resulta significativo que, según la encuesta realizada por el Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC), dependiente de la Compañía de Jesús, sea la iglesia evangélica la institución que goza de mayor confianza entre los hondureños, con 45.3 por ciento, seguida de la Iglesia católica, con 39.
En este contexto, evangélicos y católicos, cristianos y protestantes, han unido fuerzas. A pocos meses de las elecciones, deciden convocar una caminata por la unidad de la familia, con fe y esperanza, para rezar por la paz y la democracia. A medida que se acerca la fecha, 16 de agosto, el llamamiento cobra vida. Mientras el presidente de la Confraternidades Evangélicas de Honduras, Gerardo Irías, despotrica contra el partido en el gobierno, declarando que ha llegado la hora de marchar y manifestarse, recalcando, cínicamente, que la caminata tiene un contenido fundamentalmente espiritual, “donde sólo se permitirá declamar versículos bíblicos y portar la bandera de Honduras”; el presidente de la Conferencia Episcopal, José Vicente Nácher Tatay, apostilla que el único propósito de la caminata “es marchar juntos por la familia y orar por los candidatos a cargos populares y la democracia”. Para dar un toque de neutralidad, los convocantes aducen su condición de apolíticos, apartidistas. Palabras claves que repiten unos y otros. Y lo que resulta sorprendente, es el apoyo que manifiesta la embajada de Israel a la caminata. ¿Será por el compromiso del gobierno de Xiomara Castro adquirido para impedir el paso de armas hacia Israel y su denuncia al genocidio en Gaza?
En cualquier caso, se deja a los acólitos de la fe, periodistas, profesionales, militantes de los partidos, que transformen la caminata en un plebiscito contra el gobierno de Castro y muestren su rechazo hacia la candidata de Patria, Rixi Moncada. Todo coincide. Católicos, evangélicos y judíos, en su condición de ciudadanos de fe, ejercerán su presión, decantando el voto hacia la derecha. Así, la prensa conservadora, junto a los canales de televisión en manos del capital privado y las ondas de radio, junto a influencers, youtubers y demás especímenes de las redes, azuzan a los fieles a marchar por todo el país.
Los tópicos se generalizan. Una campaña sin precedentes agita las aguas. Así, es posible escuchar voces que llaman a la acción de un Dios castigador a blandir su espada justiciera contra un gobierno traidor a la patria; invocar justicia divina contra los marxistas; salvar Honduras de ideologías que imponen regímenes totalitarios, en continua referencia a Venezuela; tampoco falta el reclamo a forjar una iglesia combativa capaz de unir a los hondureños contra el comunismo. Mientras, las autoridades eclesiásticas insisten en que tras la caminata no hay ninguna intencionalidad política, sólo rezar para que el proceso electoral sea limpio, trasparente, democrático y se ajuste a la idiosincrasia del pueblo hondureño (sic). Así, se busca unir fuerzas y evitar la dispersión del voto, favoreciendo a un candidato. En este caso del partido liberal.
Veamos. Cinco son los presidenciables, pero sólo dos tienen opciones. Rixi Moncada Godoy, jurista y profesora universitaria, pertenece al partido Libertad y Refundación (Libre). Hasta su candidatura, ha desempeñado diferentes cargos. Fue secretaria de Trabajo y Seguridad Social durante el gobierno de Manuel Zelaya (2006-08), gerente de la Empresa Nacional de Energía, consejera del Consejo Nacional Electoral y ministra de Defensa Nacional, con Xiomara Castro, responsabilidad a la cual renuncia para asumir su candidatura. Supone continuidad en las reformas, con un discurso progresista. Por otro lado, tenemos a Salvador Nasralla Salum, conocido como El señor de la radio. Presentador de programas deportivos y variedades en Canal 5, desde 1981. Con una trayectoria política sinuosa, ha fundado partidos, desertado, integrado y abandonado coaliciones. Durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet se traslada a Chile para estudiar en la Universidad Católica, obteniendo el título de ingeniero civil. A su regreso a Honduras es nombrado gerente de la Pepsi-Cola. Hoy es candidato del Partido Liberal, con el lema “¡Vamos, Honduras!” Uno de ellos alcanzará la presidencia.
Otros tres candidatos siguen en lisa, pero con muy pocas opciones. Entre ellos destaca Nasry Asfura, ex alcalde de Tegucigalpa y empresario de la construcción. Asociado a las cuentas offshore, conocidas como los Papeles de Pandora, repite como candidato del Partido Nacional. Mario Rivera, de la Democracia Cristiana, y Nelson Ávila, del Partido Innovación y Unidad, sin opciones, seguramente terminarán declinando o sus votos serán marginales. Honduras, diría el gran periodista argentino Gregorio Selser, se caracteriza por la sumisión a EU. El título de su libro, escrito en medio de la crisis centroamericana de los años ochenta, se titula Honduras, república alquilada. El nombre refiere, entre otros motivos, a las declaraciones del presidente del partido Liberal entre los años 1986-90, José Azcona Hoyo, quien para mostrar su cobardía, declaró: Honduras es un país pequeño y no se puede permitir el lujo de tener dignidad. Esperemos que esas declaraciones no se repitan en el siglo XXI.