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Marlon Zambrano, escritor y periodista

Sanciones a Venezuela produjeron un efecto bumerán en la cultura

Sin acceso a bienes foráneos, emergieron las producciones locales que reforzaron la identidad con la creación de festivales, ferias del libro nacionales y encuentros artísticos que encontraron eco en la gente

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 4 de agosto de 2025, p. 22

Caracas. Cuando se piensa en las sanciones aplicadas a Venezuela por Estados Unidos normalmente las imágenes que concurren son de cifras macroeconómicas, inflación, industria petrolera, precios de los alimentos, problemas en los sistemas de salud o educación. Sin embargo, los efectos de la torcedura de brazo, como bautizó Barack Obama a la política exterior de su país, se pueden percibir en otras áreas sensibles como la cultura y las artes.

El campo artístico venezolano se ha visto limitado por el cerco económico que obstaculiza importaciones, bloquea transacciones y restringe intercambios internacionales. Este panorama ha alterado tanto la producción como la circulación de bienes culturales. Desde la escasez de instrumentos musicales, papel, libros, tecnología de audio y video, hasta la virtual desaparición de Venezuela del mapa de giras de algunos artistas internacionales, las consecuencias son múltiples y tangibles.

Reconfiguración de la industria

El escritor y periodista Marlon Zambrano ofreció en conversación con La Jornada una lectura que resalta la complejidad de la situación: Creo que fue un bumerán. Al final, las dificultades que implicó el bloqueo fueron y son más del tipo material. Limitó, como todo, el acceso a bienes, servicios y el consumo del producto cultural manufacturado por la industria trasnacional. De hecho, la importación de instrumentos, por ejemplo, decayó, y el acceso a productos y bienes importados (películas y libros) se restringió bastante. De la misma manera, en el área del entretenimiento disminuyeron muchísimo las presentaciones de artistas y casi no hay eventos internacionales en el país.

Sin embargo, la consecuencia no fue un apagón cultural, sino una reconfiguración. Ante la imposibilidad de depender de bienes culturales importados, emergieron respuestas locales orientadas a la producción desde adentro. El Estado venezolano respondió estratégicamente con políticas que apuntaron a reforzar la identidad cultural y a dinamizar las expresiones populares.

Una de las principales iniciativas fue la creación de la Gran Misión Viva Venezuela Mi Patria Querida, una plataforma institucional que articula festivales, ferias, encuentros musicales y exposiciones artesanales en todo el territorio nacional. Zambrano la califica como una táctica brillante de acción política desde el Estado venezolano, que encontró muchísima resonancia en el pueblo, y destaca que esta estrategia no sólo sostuvo la actividad cultural, sino que la convirtió en una herramienta de cohesión simbólica.

Estas políticas hicieron proliferar las actividades culturales en diversas escalas. El especialista hizo una enumeración que da cuenta de la riqueza de la dinámica cultural dentro de Venezuela: festivales de música como el Festival Mundial Viva Venezuela, ferias del libro como la Feria Internacional del Libro de Venezuela y la Feria del Libro de Caracas, además de sus ediciones regionales, festivales de cine en todo el país, desde los regionales hasta los nacionales, conciertos de música urbana, popular, folclórica o de raíz tradicional, y un sistemático reconocimiento y exhibición de todo tipo de elaboraciones populares, desde la laudería hasta la artesanía, muñecas de trapo, cerámicas, artes plásticas, muralismo y muchos más.

El efecto, según Zambrano, fue contundente: el mayor cambio que esto generó fue la elevación del conocimiento de nuestras tradiciones, la multiplicación de espacios de formación, creación y difusión.

Una de las claves pudiera ser la multiplicación de eventos a baja escala, pero mayor acercamiento a la comunidad, explica el analista, así como la apertura de los museos en todo el país a los artistas noveles, además con un notable esfuerzo de recuperación de infraestructuras, la difusión de lo hecho en casa como un valor consolidado en el imaginario, el impulso de pequeñas empresas o emprendimientos en torno a los productos culturales.

Adentro y afuera

La migración venezolana, impulsada en gran medida por las sanciones estadunidenses, también se ha visto reflejada en el terreno del arte, sobre todo en el mainstream. Éxitos musicales como Rawayana, Elena Rose, Danny Ocean y muchos más han dibujado una cara del panorama artístico venezolano afincada en el público nacional que se encuentra residenciado en países como Estados Unidos, España y Chile, entre otros.

Zambrano ofrece una visión crítica sobre esa dinámica externa: La movida artística venezolana en el extranjero se comporta de forma aislada y, en muchos casos, como una plataforma propagandística en contra del gobierno venezolano. Desde su perspectiva, ese enfoque minimiza los avances culturales internos y responde a una poderosa industria mediática mundial que suele actuar como un arma del colonialismo cultural.

Por contraste, el crítico subraya la vitalidad del entorno artístico nacional: En el país hay una movida cultural impresionante, viva, que bulle en cada esquina. Tiene la impronta de las tradiciones, raíces, el patrimonio material e inmaterial, con un gran sentido de pertenencia y cohesión.

Las sanciones internacionales no sólo afectaron la infraestructura cultural del país, sino que obligaron a activar respuestas simbólicas de gran intensidad. Lo que en un principio parecía una asfixia inminente se convirtió, en muchos casos, en un incentivo para la creación, el arraigo y la innovación desde lo local.