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Fue escenario de la primera huelga victoriosa

La Fama, en Tlalpan, donde brota agua y surgió la lucha obrera

Mitos y leyendas enmarcan este lugar con bosque propio

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▲ Arriba, en los extremos, la calle La Fama, en gráfica tomada alrededor de 1979, y la fábrica de hilados La Fama Montañesa y su fachada, hacia 1975. Al centro, el lago del parque nacional Fuentes Brotantes y el parque.Foto tomadas de la teca Constantino Reyes-Valerio Colección Cajas Rojas, INAH.
https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/fotografia%3A502082 y
https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/fotografia%3A502018 y Luis Castillo
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Periódico La Jornada
Domingo 3 de agosto de 2025, p. 29

Cuna del movimiento obrero en la Ciudad de México y área natural que alberga el bosque de Fuentes Brotantes, por donde corre el agua del manantial que dio origen a la fábrica de hilados y textiles La Fama Montañesa, la colonia La Fama, en la alcaldía Tlalpan, debe su fundación a los trabajadores de esa factoría de identidad colectiva.

Llena de leyendas y relatos sobrenaturales, pero también de historias de hombres y mujeres que dieron vida a una comunidad de jornaleros, La Fama es un lugar donde hijos y nietos de obreros platican orgullosos sobre su barrio.

Para ellos, la fundación de la colonia no se podría entender sin la textilera, que en un principio se llamaba Compañía Industrial Mexicana. El cambio de nombre deriva de una leyenda: se asegura que durante la intervención francesa la emperatriz Carlota de Habsburgo veraneaba en una casa de la calle Moneda, en el centro de Tlalpan, mientras el emperador Maximiliano viajaba al Jardín Borda en Cuernavaca.

Hasta este lugar, decorado con relieves en argamasa y almenas, llegaron los dueños de la Compañía Industrial Mexicana para invitarla a conocer la fábrica.

La emperatriz aceptó la invitación y entró en su carruaje por la misma calle que conduce al corazón de la colonia. A partir de entonces a este camino se le llamó La Fama.

La gente que acudía a comprar sus hilos y telares tenía como referencia esta calle para subir a la montaña y llegar a la fábrica, por eso los dueños decidieron nombrarla La Fama Montañesa, platica Silvestre Cárdenas, vecino de la colonia e hijo de un obrero.

La empresa se fundó en 1831 sobre el viejo molino de Osteotome que pertenecía a una antigua hacienda conocida como El Arenal. Contaba con una extensión de 22 mil metros cuadrados, pero con el tiempo se fraccionó. Hicieron viviendas y una cancha de futbol, a un lado de la huerta donde ahora se encuentra una tienda de autoservicio.

De la textilera, en desuso, únicamente se conserva lo que era el salón de tejidos, las enormes bodegas en las que se almacenaban los telares, la capilla y algunos salones que fueron catalogados monumentos históricos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia; en su parte posterior se construyó una unidad habitacional.

La fábrica se dividió en tres: en la tienda de autoservicio, el conjunto habitacional y el casco que aún se conserva en pie luego del cierre definitivo en 1998.

Modernidad y pasión

Las nuevas generaciones ya no son textileros, pero tienen claro que su patrimonio es la herencia de la rebeldía de los abuelos. Los trabajadores de La Fama Montañesa fueron los protagonistas de uno de los episodios más importantes de la lucha obrera en 1868, al ser los primeros en ganar una huelga en el valle de México.

Para aquellos que llegaron de los estados de Morelos, Querétaro, Puebla, Hidalgo y de algunos pueblos de Tlalpan se construyeron viviendas en los alrededores de la factoría. De esas casas, de 40 metros cuadrados, edificadas con adobe y sillar, algunas siguen en pie, relata Silvestre.

En la colonia está el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez, donde aún se mantiene la capilla de la congregación de Misioneros del Espíritu Santo, fundada por el padre Félix de Jesús Rougier quien se dice realizaba exorcismos. Los obreros cubrían largas jornadas, el cansancio les provocaba visiones, escuchaban lamentos y aseguran que el sacerdote los libró de sus males.

La plazuela del barrio, que es tan sólo el tramo más ancho de la calle La Fama, se convierte en el punto de encuentro para vecinos y familias. Es el lugar donde se halla la entrada de lo que fuera la textilera, el predio que ocupó la escuela para obreros José Azueta, la iglesia de La Concepción, un kiosco y el centro de cómputo.

Sus habitantes llevan el fútbol en la sangre y desde hace 15 años celebran el torneo Fama Street. La plazuela se convierte en cancha. Se instalan dos porterías, se pintan los límites del terreno de juego y las aceras se convierten en gradas.

Este deporte trascendió en la colonia, asegura Gloria González, porque el equipo de La Fama participó en varios torneos en la Ciudad de México y eran buenos. La mujer recuerda a sus padres, ambos hijos de obreros, porque en la fábrica hombres y mujeres trabajaron por igual.

Entre las empleadas dedicadas a hilar las pacas de algodón se encontraba Justa Hernández, quien trabajó de forma incansable y dignificó la lucha de las obreras de La Fama. De homenaje se pintó un mural en la esquina de Ayuntamiento y La Fama y su hijo Antonio Espinosa Hernández es el cronista de la colonia.

Otro lugar que destaca en el barrio es la esquina de Trabajo y Unión, donde se mantiene el edificio de la pulquería Me siento Firpo, lugar que terminaba con el salario de los obreros.

La colonia barrio La Fama la componen 10 manzanas que limitan con las calles Ayuntamiento y Sor Juana Inés de la Cruz, la avenida Insurgentes Sur y el camino viejo a Fuentes Brotantes.

Los callejones, trazados de forma improvisada, conducen al parque nacional Fuentes Brotantes, visto como una extensión de sus hogares. Con un antepasado ancestral por el brote de agua que se ve correr por el riachuelo y que es de donde se proveen.

La enorme roca en la zona boscosa se convirtió en un gran atractivo, por la leyenda que se cuenta de la hija del dueño del molino.

Se dice que la joven se enamoró de un muchacho, pero su padre se opuso a la relación; a escondidas, la pareja se veía allí hasta que fue descubierta. En el momento del castigo la roca se abrió y los cobijó, desde entonces se conoce como Piedra Encantada.

Este parque es famoso por sus brotes de agua donde comenzó el movimiento obrero.