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Laboran contra reloj en Zacatecas para sembrar 600 mil hectáreas de frijol

Labriegos buscan abastecer 40% de la demanda nacional de la leguminosa // Cambio climático y las lluvias intensas retrasaron los procesos agrícolas

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▲ Aspecto del ejido Charco Blanco, en Sombrerete, donde se produce la leguminosa, junto con otras demarcaciones zacatecanas como Saín Alto, Río Grande, Juan Aldama, Miguel Auza y Nieves.Foto Alfredo Valadez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 30 de julio de 2025, p. 26

Zacatecas, Zac., Con la presión del tiempo, apurados por las condiciones climáticas variables, centenares de campesinos se encuentran frente al reto de sembrar más de 600 mil hectáreas de frijol, para cosechar unas 350 mil toneladas y abastecer así 40 por ciento de la demanda nacional de la leguminosa.

En sus tractores de varios colores y modelos, los agricultores zacatecanos se han volcado en jornadas contra reloj a trabajar sus tierras todavía húmedas, y algunas incluso lodosas, en unos casos labrando por la noche; todos tienen de plazo la última semana de julio y la primera de agosto para sembrar la superficie señalada.

Con el acompañamiento de agrónomos de la Universidad Autónoma de Chapingo, La Jornada realizó un recorrido de unos 400 kilómetros en total, por ejidos y localidades rurales en el corazón de la zona frijolera del país, en los linderos de los municipios Río Grande, Sombrerete y Saín Alto, donde el cambio climático y las lluvias intensas que hubo hasta la tercera semana de julio retrasaron los procesos agrícolas.

Todo transcurre aprisa, pues de acuerdo con el calendario campesino, sembrar más allá de mediados de agosto expone a los cultivos a una posible helada temprana, a principios de octubre, cuando las plantas de frijol están en su última etapa de desarrollo, y si eso sucede se quemarían, por congelamiento, miles de hectáreas de frijol, como ya ha ocurrido en el pasado.

Amarga realidad por el libre mercado y corrupción

Por si lo anterior fuera poco, los productores enfrentan una amarga realidad impuesta por el libre mercado y la corrupción de malos funcionarios, quienes violan programas de acopio y comercialización formales, ocasionando que, aunque el precio oficial del frijol es de 27 pesos por kilogramo, los coyotes lo paguen entre 13 y 16 pesos el kilo en esta región, lo que resulta totalmente incosteable para los campesinos que aún tienen guardada gran parte de la cosecha de 2024.

Al complicado escenario se suma la amplia presencia de integrantes de la delincuencia organizada, desplegados en toda la zona frijolera de Zacatecas, quienes vigilan permanentemente carreteras, caminos de terracería, cerros y comunidades.

Nadie habla de eso abiertamente, porque los miembros de las organizaciones criminales también sembraron aquí el miedo.

La crisis interna de las facciones del cártel de Sinaloa y la amplia colindancia de Zacatecas con Durango, ha convertido a éste territorio en una zona de guerra más, al que se añaden incursiones punitivas de integrantes del cártel Jalisco Nueva Generación.

Puede uno recorrer decenas de kilómetros por las carreteras zacatecanas, tapizadas de baches, sin observar patrullajes de militares, ni de policías estatales o municipales.

El problema no es nuevo, pero se ha intensificado desde hace por lo menos tres años, en los que los cárteles llegan a imponer el precio a las cosechas de frijol, de calabaza o chile; también fijan el del ganado en pie, llegando a cobrar 500 pesos por cada animal que se transporte para su comercialización.

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▲ Un agricultor sortea el temporal de lluvias para sembrar frijol en terrenos del ejido Anexo Zaragoza, municipio de Sombrerete, Zacatecas.Foto Alfredo Valadez

Hay testimonios de que a principios del ciclo agrícola del año pasado grupos delictivos se llevaron los tractores de algunos labriegos, quienes para poder recuperar su John Deere, New Holand o Massey Ferguson debían pagar entre 30 y 40 mil pesos.

Optimismo por las Escuelas de Campo

Sin embargo, hay cierto optimismo entre los labriegos, debido a un programa innovador, creado hace cuatro años, en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador: la operación de las denominadas Escuelas de Campo, donde -asesorados por agrónomos y técnicos-, productores zacatecanos mantienen en operación una veintena de fábricas de insumos agrícolas, para crear fertilizantes, funguicidas, insecticidas, enraizadores y nutrientes orgánicos.

Con lo anterior, los campesinos han logrado arrebatar hasta 30 por ciento de sus ventas a las trasnacionales que ofrecen agroquímicos comerciales, recursos que cada agricultor ahorra para mantener productivas sus parcelas, ante la elevada erosión de las tierras frijoleras que arrastran, agotamiento de más de 50 años dedicadas a éste monocultivo.

El reto de producir más en tierras agotadas

Los seis municipios del estado de Zacatecas donde se produce más frijol en todo el país son Saín Alto, Río Grande, Sombrerete, Juan Aldama, Miguel Auza y Nieves, explica el sociólogo rural por la Universidad Autónoma Metropolitana, y también agrónomo graduado de Chapingo, Raúl René Díaz Garduño.

Hay algunas áreas de esta región frijolera que todavía hoy llegan a producir más de una tonelada a 1.5 toneladas por hectárea; pero, acotó el especialista, al promediarlo a nivel estado, se pierde esa productividad y entonces ya hace mucho tiempo, hace décadas que tenemos un rendimiento que escasamente llega a 500 kilos por hectárea.

En el ciclo 2023, según las estimaciones de Díaz Garduño, apenas se produjeron aquí unas 60 mil toneladas de frijol, una quinta parte de lo esperado.

Entre los problemas identificados como causantes de esta situación está la erosión de los suelos, por los fuertes y constantes vientos del altiplano mexicano, y también por las lluvias que, aunque ocasionales, a veces llegan en forma de chubascos torrenciales, como ahora.

Bajo estas condiciones parece imposible lograr la meta de duplicar la producción anual como la presidenta Claudia Sheinbaum sugirió para la zona frijolera de Zacatecas, con el objetivo de alcanzar la soberanía alimentaria de la leguminosa y dejar de importarla o por lo menos reducir al mínimo las compras al extranjero. Pasar de 350 mil toneladas a 700 mil toneladas, esa es la utopía.