
Sábado 26 de julio de 2025, p. a12
El nuevo disco de Barbara Hannigan es una delicia musical. Se llama Electric Fields y reúne a músicos de primer nivel mundial, todos ellos celebridades en la música de concierto y en distintas disciplinas de la música contemporánea.
Gira en torno a una querencia del Disquero: Hildegard von Bingen y otras dos compositoras fundamentales: Barbara Strozzi y Francesca Caccini.
Composiciones de Hildegard, Strozzi y Caccini son puntos de partida para incursiones y excursiones por la música ambient, los entornos electrónicos, el canto llano, la música medieval, el esplendor del barroco y, siempre, la música de vanguardia.
Barbara Hannigan, de nacionalidad canadiense, es una de las figuras más interesantes en el panorama musical del mundo actual. Es una soprano magnífica y al mismo tiempo es directora de orquesta. Canta desde el podio mientras dirige a la orquesta.
Es, digamos, normal que muchos directores de orquesta dirijan a una orquesta mientras tocan el piano solista. Dirigen con la mirada, movimientos con la cabeza y levantando una o dos manos, según los requerimientos de la partitura en su ocupación como solistas en un concierto para piano y orquesta.
Son célebres los casos de Daniel Barenboim, Leonard Bernstein, Mitsuko Uchida, entre otros pianistas que dirigen o directores que tocan el piano, quienes suelen estar de frente a la orquesta, piano de por medio por supuesto o de lado, pero en el caso de una cantante que dirige, la cosa cambia.
Durante sus conciertos, Barbara Hannigan parada en el podio canta de frente al público y da la espalda a su orquesta. No puede ser de otra manera, a menos que la orquesta se distribuya al borde del proscenio y la cantante-directora al fondo.
Es sabido que cada gesto facial del director de orquesta cuenta mucho para su trabajo y rendimiento. Estar de frente a la orquesta y de espaldas al público es la posición natural de un director.
Si un cantante da la espalda al público, sencillamente su voz no llegará a las butacas. Se perderá en el fondo del escenario.
Lo interesante es que Barbara Hannigan ha ganado prestigio con sus conciertos donde canta y dirige desde el podio. Sus movimientos con los antebrazos son los más importantes, dado que los gestos con las manos se ocupan de la expresividad que acompaña los de su rostro, propios de toda cantante de lied o de ópera.
También hay que mencionar que buena parte del desempeño de esta modalidad es la confianza y la libertad que otorga la directora a su orquesta, en especial a su concertino, o primer violín, que siempre es el intermediario entre el director de orquesta y los integrantes de las filas de instrumentistas.
No es que toque sola la orquesta. Es un trabajo mancomunado pero bajo la responsabilidad de la directora, a su vez solista vocal.
El hecho es que Barbara Hannigan ha desarrollado una exitosa carrera como cantante y al mismo tiempo como directora de orquesta. A la fecha, funge como directora huésped principal de la Göteborgs Symfoniker y también de la Filarmónica de Radio Francia y la Sinfónica de Londres, entre otras orquestas.
Soprano de amplio y potente rango, se precia de haber estrenado más de cien partituras de autores contemporáneos, su especialidad.
Una de sus grabaciones recientes es un buen ejemplo de cómo logra belleza y novedad, con partituras de John Zorn, un santón de la música alternativa, autor de obras que Barbara Hannigan misma clasificaba como “incantables” pero demuestra en este disco una calidad suprema y momentos realmente sublimes, cuando canta Split the Lark, de John Zorn, en homenaje a Emily Dickinson (“Despliega la alondra y hallarás la música / bulbo tras bulbo, en plata laminada / escasamente repartida a la mañana del verano / guardada para tus oídos cuando los laúdes envejezcan”).
No solamente dirige desde el podio de la orquesta. Su puesta en escena e interpretación de la ópera La voz humana, de Francis Poulenc, es un auténtico tour de force, ella como protagonista y a la vez directora de orquesta. Fuera de serie.
Otros hitos: su interpretación protagónica de la tremenda ópera Lulú, de Alban Berg, y la versión de tres arias de otra ópera tremebunda: Mysteries of the Macabre, de Gyorgy Ligeti. Palabras mayores.
El disco que hoy nos ocupa, Electric Fields, es la consecución de un proyecto que le llevó 10 años a ella y a los otros artistas involucrados, todos ellos celebridades: el compositor David Chalmin; las pianistas Katia y Marielle Labeque, el compositor Bryce Dressner.
Las hermanas Labeque poseen una potente discografía donde despliegan repertorios insólitos. Ellas dos son parte fundamental de la historia de la música contemporánea. Sus proyectos son siempre originales, diversificados, apasionantes.
El disco Electric Fields, decíamos, gira en torno a composiciones de Hildegard von Bingen, una de las cuales abre el disco y otra lo cierra en un círculo virtuoso. Son dos momentos donde lo sublime brilla.
No es un disco de música medieval ni barroca, es un experimento muy exitoso de música electrónica, electroacústica, acústica, ambiental y de una calidad muy elevada.
Es un disco de gran belleza cuya escucha recomiendo.
La amplia discografía que por fortuna existe con las muchas obras que compuso la monja alemana Hildegard von Bingen en el siglo XII se extiende hacia territorios de la experimentación, por igual que se apega al canto llano, que es el estilo en el que escribió la monja sublime.
Barbara Hannigan hace de la música de Hildegard un monumento a la belleza, una declaración de amor, acompañada por los increíbles sonidos electrónicos de David Chalman y los dos pianos celestiales activados por las hermanas Labeque.
Hay piezas francamente experimentales, como se dice coloquialmente: “loquísimas” donde se escuchan suspiros, chasquidos con la lengua, ruidos vocales junto a parafernalias electrónicas y estructuras de sonido que completa el gran Bryce Dressner, quien es conocido y aclamado en otros territorios porque forma parte de la banda indie The National.
De los momentos de éxtasis con las obras de Hildegard von Bingen pasamos a tratamientos vocales e instrumentales de ensueño con partituras barrocas de la autoría de dos heroínas: Barbara Strozzi, veneciana, una de las figuras más importantes del movimiento barroco italiano. De hecho, varios especialistas le atribuyen la invención del género cantata.
Francesca Caccini, en tanto, es la primera mujer en escribir una ópera. De hecho compuso cinco óperas, de las cuales solamente sobrevive una. También escribía poesía y abrió su propia escuela de canto. Su obra desapareció, como ella misma lo hizo en vida. Nadie sabe cuál fue su último destino, porque ella un día decidió simplemente desaparecer.
Las nueve piezas que integra el disco Electric Fields conforman un viaje sonoro, una aventura musical y un deleite para los sentidos.
El tratamiento que los músicos involucrados en este disco hacen de Che si può fare, de Barbara Strozzi, es un remolino en dos pianos impelido por algarabía de sintetizadores en una sucesión de efectos electrónicos de ensueño.
Barbara Brannigan ha logrado con este proyecto redondear una trayectoria donde ronda lo inclasificable, reina la calidad y corona la originalidad que siempre la ha caracterizado.
Estamos frente a uno de esos discos donde las sorpresas, la curiosidad, el relato sonoro pero sobre todo la belleza, reinan.
El éxtasis que produce la escucha de la música de Hildegard von Bingen. La intensidad de la poesía en la obra de Barbara Strozzi. Una composición de la propia Barbara Hannigan. El encanto de la música de Francesca Caccini.
El reino de lo poético en campos eléctricos, dulces cantos, grandes ideas, descubrimientos.
El disco Electric Fields tiene todo para satisfacer por igual al experto que a todo aquel que gusta del hallazgo, la novedad, lo diferente. Lo bello.