Opinión
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La Iglesia de la Luz del Mundo
E

n primer lugar, debo dejar asentado que no profeso religión alguna. Hay quienes nos llaman agnósticos, ateos, descreídos y cosas peores… de tal manera que la simpatía que profeso por los miembros de dicha Iglesia tiene más que ver con su rol dentro de la sociedad, especialmente la de Guadalajara, que es la que conozco mejor, aunque he tenido contactos con ella en otras ciudades y países por donde se ha expandido con relativa rapidez.

Se habla hoy de más de 6 millones de fieles diseminados en los cinco continentes, aunque el mayor número de ellos está en México y una buena parte de Centro y América del Sur, especialmente Colombia.

Apenas se acerca a su primer siglo de existencia y, aunque todavía enfrenta repudios en muchas partes, los hay donde se reconoce su papel sumamente positivo en la vida de sus fieles, que rara vez son causa de problemas. Tal es mi caso. Pongo como ejemplo que al finalizar la década de los años 50, dicha comunidad fue la primera en Jalisco que alcanzó una total alfabetización de sus fieles.

Hace ya tres cuartos de siglo que el gobernador Agustín Yáñez les permitió a sus líderes establecerse en un campo cacahuatero del oriente de Guadalajara, le dieron vida a la colonia que llamaron Hermosa Provincia. Ahí es donde se yergue ahora su templo principal, mismo que se empezó a construir al comenzar los años 80, donde se hallaba uno mucho más modesto. Se escogió, entre muchos otros, un proyecto del destacado arquitecto tapatío, Leopoldo Fernández Font. Pero la mano de obra de la construcción fue de los propios fieles, entre los cuales no faltaron quienes sabían construir muy bien. He ahí el excelente resultado.

La colonia, llamada Hermosa Provincia, resulta ser actualmente una pequeña porción de Guadalajara envidiable por el orden que prevalece en ella y, claro, por el alto nivel de vida y los mejores recursos urbanos. En materia de educación, servicios médicos, seguridad, esparcimiento y equilibrio socioeconómico, también despierta envidias. Pero vale agregar que en otros espacios del área metropolitana de este Valle, se han creado ya colonias similares y con virtudes también muy parecidas, aunque la jefatura de la Hermosa Provincia resulte indiscutible.

Hace ya años que el desarrollo de dicha comunidad reclamó estudios superiores y, en consecuencia, se empezaron a crear las instituciones correspondientes, adecuadas a las aspiraciones o necesidades de la comunidad y, como era de suponerse, ya hace tiempo que fueron apareciendo profesionistas de buen nivel aferrados a este credo y muy eficientes en el ejercicio de profesiones diversas.

Era de esperarse que, poco a poquito, miembros de dicha comunidad empezaran a ocupar puestos públicos de elección popular o designados por su notable capacidad. Hay gente a la que le da trabajo asimilar este hecho, como si profesar dicha religión sea un estigma a diferencia de que, para muchos, el ser católico resulte ser una cualidad. Sin embargo, la expansión de miembros o simplemente seguidores de dicha Iglesia, quizá por sentirse especialmente observados, suelen dar muy buenos resultados y no hay ninguno que sea responsable de actos deshonestos. Se trata, pues, de una minoría, sumamente confiable.

Un severo tropezón de dicha comunidad fue el grueso problema en que se vio envuelto hace algunos años su joven líder en el estado de California, donde una elitista organización católica le tejió una red que lo mantiene privado de su libertad; sin embargo, el daño real que esto le ha causado a la Luz del Mundo es relativamente menor a lo que deseaban sus enemigos y, si bien se resintió lo ocurrido, al paso del tiempo se está recuperando con creces. Es el caso de que es demasiado sólida la organización como para que pudiera ser dañada de verdad con las triquiñuelas que les montaron explotando a más no poder algunos devaneos de la cúpula.

El mero líder está preso en Los Ángeles, pero la Iglesia misma sigue evolucionando satisfactoriamente.